El islam no precisa de justificación alguna ante las
culturas occidentales para su legitimación, el islam tiene una base humanista y
racionalista que legitiman su contemporaneidad, lo que no es óbice para que el
mundo musulmán se abra al conocimiento de Occidente, y no solo al
conocimiento tecnológico y científico, se ha de abrir a lo filosófico y
político y a su modelo de cohabitación plural, sin que esto signifique
imitación o renuncia alguna a los propios valores islámicos. La renuncia al
rigorismo debe permitir abordar un ejercicio autocritico en detrimento del
victimismo del que hacemos gala los musulmanes, afianzar un discurso racional
compatible con un Islam ajeno a los dogmas de fe. En un mundo
globalizado, donde los hijos de quienes un día fueron inmigrantes y hoy forman
parte de sociedades secularizadas, impera, no solo la necesidad, sino el deber
de repensar un modelo de ciudadanía plural, que sin necesidad de renunciar a
valores morales, puedan constituir una ética común.
La Democracia Occidental y su capitalismo, que no son
la panacea, también debe reinventar su economía capitalista, cuyo
proteccionismo garantiza, cada vez menos, un bienestar social a sus ciudadanos
en detrimento de la libertad y de una distribución de las riquezas en los
países musulmanes, entre otros, deben dejar de ser unas democracias cómplices y
amparadoras de la represión de la libertad y la violación de los Derechos
Humanos. Oriente y Occidente deben emprender una cooperación internacional
basada en la reciprocidad, no esencialmente en la comercial o económica, sino
también en una reciprocidad exigente y vigilante, una reciprocidad que
garantice unos valores que han de ser comunes al conjunto de los ciudadanos de
una y otra parte. Occidente debe exigirse una cooperación internacional con
sistemas homologables en lo que respecta a la libertad de expresión, de
elección y de opción, una cooperación que posibilite que en el mundo musulmán,
donde imperan legislaciones basadas en la Sari’a, cuyas normas de convivencia y
relaciones sociales se establecen como normas jurídicas, no supongan
instrumentos restrictivos o coactivos al servicio de tiranías para la merma del
desarrollo de la personalidad o las libertades individuales y colectivas. Los
políticos y los medios de comunicación se deben imponer un diccionario que no
ofenda la sensibilidad del creyente, hay que arrebatar al diccionario de las
ideologías del odio y del asesinato los nobles términos de “islámico”,
“salafí”, o yihadismo, porque son calificativos muy loables para que, por
ignorancia, se les cedan al terrorismo, se debe distinguir entre la violencia
legítima y el terrorismo, no se puede llamar terrorista a quienes atacan los
tanques extranjeros que ocupan su país sin revisar la propia historia, que si
quienes atentaban en las calles de Francia contra la ocupación alemana o
quienes un dos de mayo se alzaron contra las tropas napoleónicas son
héroes, un resistente a la ocupación extranjera en un país musulmán no
puede ser otra cosa. Impera la necesidad de una verdadera primavera
árabe, para que junto a quienes desde Occidente se opongan en serio a una
creciente islamofóbia en forma de extrema derecha, puedan confluir en
unas exigencias comunes en ambas orillas mediterráneas.
En el mundo musulmán es necesario un movimiento de secularización
que ponga coto a una elite religiosa, sumisa y condescendiente con los
mandatarios y sin más fin que el de dar visos de sacralidad al despotismo de
una oligarquía asentada, mimada y represora, una secularización basada en
la doctrina islámica de Darurat o extrema necesidad; capaz de garantizar una
legislación de inspiración islámica desde el desarrollo del propio Fiqh o
derecho islámico. Es necesaria una regeneración política, se precisa de una
clase dirigente capaz de diferenciar entre los principios inquebrantables y la
norma jurídica, distinguir entre lo variable y lo inalterable, entre lo
alegórico y lo literal de las sagradas escrituras, comprender la voluntad divina
y entender su aplicación en tiempo y espacios determinados. Se impone la
necesidad de plantar cara al rigorismo con una exegesis desbloqueada, que deje
por sentada la vigencia del Corán, desde la base que lo revelado en lugar
y espacio para la comprensión y asimilación de la mentalidad y conocimiento del
momento, no es siempre aplicable en otros lugares y momentos. Es
necesario un Derecho Islámico que determine la eventualidad y especificidad de
las normas y cuando éstas no son de aplicación, debido al momento,
circunstancia o lugar.
El mundo musulmán, ya sea como sociedad mayoritaria o
como minoría, debe ser consciente de la diversidad y de la existencia del
otro, sea éste musulmán o no, se ha de imponer la coherencia con la
universalidad del islam y la existencia de lo diferente, porque la razón
y la lógica están amparadas por la sunna y el propio Derecho Islámico, que no
hay circunstancias iguales, que la variante de la situación, del momento y el
lugar, salvo Maqasid al Shari’a, propician cambios en la
propia norma, aún cuando ésta tiene su base en el mismo Corán, que la
literalidad coránica no siempre constituye norma jurídica inquebrantable. El
Islam no debe ser pretexto para ningún tipo de imperialismo, que la elección
del árabe, como lengua de la revelación, no es pretexto para la implantación
del insistente panarabismo, que no existe un pueblo musulmán, ni una nación
islámica, que distintos pueblos, culturas y naciones conforman el Islam, y el
Derecho Islámico depende de su territorialidad, un derecho que desarrolla
sus propios instrumentos jurídicos, como la costumbre y las practicas Jurídicas
que garantizan el reconocimiento de la diversidad interislamica.
Los musulmanes deben ser vigilantes para evitar que la
política sin escrúpulos manipule su imaginario colectivo, saber distinguir las
causas religiosas de las que no lo son. Es necesario establecer el
imperio de la coherencia, valorar la vida humana por igual, que tan condenable
es el asesinato a manos de tiranos o terroristas árabes, como condenable si es
a mano de los israelíes, que los que ponen bombas en mercados o colegios
matando a civiles, mujeres y niños son miserables terroristas, que no tienen
cabida en nuestra sociedad, que la vida de un libio es igual que la de un
palestino, que los conflictos regionales no son conflictos
religiosos.
En un mundo cada vez más globalizado, donde en
Occidente impera la separación de la Iglesia del Estado y los musulmanes somos
minoría, no debemos contribuir a que el Islam sea percibido como una amenaza a
los valores de un modo de vida, no otorgado, sino conquistado por la gente del
lugar. Nuestras normas sociales que tienen base Islámica y que en territorios
de mayoría Islámica se traducen en Derecho, en estos lugares y circunstancias,
se debe recurrir al principio del Taysir o facilitación y transformar
las normas en valores éticos, porque la secularización occidental no es ajena a
valores éticos y morales.
La fe, el honor, la propiedad, la vida y el intelecto,
como valores fundamentales del islam o Maqasid al Shari’a, también están
protegidos, además de otros derechos, por las legislaciones occidentales.
Existen referencias históricas del islam como minoría desde los inicios del
Islam, los musulmanes pactaron su convivencia en tierras no musulmanas, lo que
constata el reconocimiento del Islam de la propia diversidad, con la salvedad,
que en la actualidad los musulmanes en Occidente no constituyen comunidades
exiliadas, sino que forman parte de una realidad denominada ciudadanía plural.
Pero aun cuando se tratase de sociedades hostiles al pensamiento y
prácticas musulmanas, el principio del Taysir dota al musulmán de
instrumentos como la intención interior o profunda, un instrumento que permite
al musulmán el exilio interior sin necesidad de exiliarse físicamente. La
legitimidad para cuestionar que desde fuera del mundo musulmán se pretenda
imponer un modelo de convivencia, se pierde cuando las comunidades musulmanas
pretenden imponer su modelo a una sociedad no islámica.
El Derecho Occidental, como el Islámico, está sujeto a
un Estado, por lo que el musulmán está obligado a un conocimiento básico de las
normas legales que imperan en el lugar de su residencia, no se le exige nada
que no se le exija a un no musulmán en un Estado Islámico, las leyes son
aplicables a todos los ciudadanos por igual, las leyes pueden tener en cuenta
tradiciones, costumbres y prácticas religiosas, pero no alteran el ordenamiento
jurídico, como también ocurre en el Derecho Islámico. Las legislaciones
occidentales permiten al musulmán mantenerse en el seno de la Shari’a sin
necesidad de generar un derecho jurídico distinto. Pero no solo el Derecho
Occidental está sujeto a la territorialidad estatal, sino el propio Derecho
Islámico se desarrolla en base a demarcaciones territoriales o estatales, una
norma aplicable en Medina no era aplicable en Damasco o en Bagdad. Los
musulmanes debemos tomar conciencia que con la globalización el Islam debe
seguir desarrollando su universalidad y que con la globalización el Islam no
quede suscrito a un territorio determinado, que en occidente no imperan
fronteras religiosas, que desde la Sari’a y el Derecho Occidental existen
mecanismos para el desarrollo de nuestra islamidad, una Islamidad compatible
con la secularización y la convivencia en los Estados de Derecho, que el Islam
no se tiene que reinventar, sino reinterpretar una serie de conceptos que
tienen su base en una amplia jurisprudencia.
En Melilla hemos incidido siempre en las
características de la ciudad que la convierten en laboratorio, un laboratorio
en el que no solo han de experimentar modelos de convivencia intercultural o
multiconfesional, el Islam tiene en Melilla el escenario idóneo para
desarrollar y consensuar, por primera vez en la historia del Islam, un estatuto
para los millones de musulmanes que viven como minorías en este mundo
globalizado. Desde la propia costumbre (‘Urf) como instrumento jurídico de la
Metodología de Desarrollo de la Norma (‘Usul al Fiqh), basándose en la
existencia de una amplia jurisprudencia, se pude definir un Estatuto para los
musulmanes nacionales de estados aconfesionales, un Estatuto acorde con las
realidades y alejados del intervencionismo extranjero.
Abderrahman Benyahya
Asociación Musulmana de Melilla
Carlos Ramirez de Arellano, 4 1ºA
52004 MELILLA
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