No parece
que el régimen turco haya aprendido la lección. El que se haya arrastrar a las
arenas movedizas sirias en unos nunca previsibles combates contra los kurdos
apoyados por, justamente, los más indispensables aliados de Ankara, presagia lo
peor… para Erdogan.
Desde hace días
los enfrentamientos entre el ejército turco y las unidades kurdas en el norte
de Siria han eclipsado literalmente el
curso de la lucha anti-terrorista. En las regiones escenario de estos choques
no existe ninguna presencia de Daesh,
mientras que el llamado “Ejército libre de Siria” apoyado y padreado por Ankara va recogiendo
las migajas dejadas por su protector turco.
En este
surrealista escenario, cabe preguntarse ¿Por cuánto tiempo puede tolerar Washington
esta situación?
Por su parte
sirios y rusos saben pertinentemente que la aventura militar turca en el norte
de Turquía debe terminar con otra concesión
de Erdogan, esta vez a los americanos… o
lo que es igual: a los kurdos, lo que no resultaría del agrado de los turcos o
lo que quedan aun con Erdogan y su régimen.
En todo
caso, sobre el plano estrictamente estratégico, Turquía acaba de decidir su
propio suicidio geopolítico: Con la cantidad de los turcos encarcelados
acusados por este u otro cargo, Erdogan
necesita acuciantemente un respaldo exterior del que se está privando enigmáticamente.
Los oficiales turcos afirman que no
han entrado en ninguna guerra y que sus
tropas no se van a quedar en Siria, solo que nadie sabe cómo se llama una operación
en la que hay muertos y heridos, tanques,
bombarderos y ofensivas terrestres.
Erdogan lo sabe: muchos han comenzado a pensar que es la verdadera
amenaza contra la paz en la región.
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