Analista sobre cuestiones de
Seguridad y Terrorismo del International Security Observatory
La demagogia, la estupidez de mantenerse en el error, los prejuicios y -en
ocasiones- la mala fe; la corrupción interna de los líderes de un movimiento
como el Frente Polisario, que necesitan del conflicto para mantener su nivel de
vida, mediante el sostenimiento del actual 'status quo'... todos esos factores
sirven espureamente a la pervivencia del conflicto que protagoniza el Frente
Polisario. En España, las ideologías y los partidos políticos que apoyan al
Frente Polisario olvidan que este mal engendro de la historia causó miles de
muertos, heridos, torturados y secuestrados, en su más pura expresión
terrorista. Decenas y decenas de esas víctimas eran españolas, lo que motivó
que los representantes del Polisario -algunos muy presentes en actividades
relacionadas con la ONU- fueran expulsados por el Gobierno que presidía, en
1985, Felipe González. Aún así, en España, las víctimas del Frente Polisario
siempre han sido ocultadas por muchos políticos, en una conducta bochornosa y
vergonzante que, en los últimos tiempos, parece que empieza a cambiar. Los
españoles deberían sacudirse la anomía frente a esta cuestión pero, para ello,
deben posicionarse frente a la misma de forma crítica.
El Frente Polisario ha sabido
aprovechar los eternos prejuicios -especialmente en España- respecto a todo lo
marroquí, que han sido alimentados por los propios partidos políticos, los
mismos que luego, cuando gobiernan, se ven arrollados por su propia imprudencia
e incontinencia verbal y terminan observando a Marruecos, tal y como es; aun
con los defectos que todo lo humano conlleva, un estado serio, aliado, con el
que estamos obligados a tener una relación de buena vecindad, no sólo por
intereses geoestratégicos, de ambos lados, sino porque nos unen lazos
históricos y fraternales.
Lo cierto es que el conocimiento real de los
españoles respecto del diferendo saharaui, no digamos ya entre ciudadanos de
otras partes del mundo, es paupérrimo. Mucha gente apenas sabe describir el
conflicto más allá de lo que 'dicta' el movimiento vertical y, aparentemente
inquebrantable, del Frente Polisario; otros apenas saben ubicar las zonas del
conflicto y, la práctica totalidad, apenas tiene referencias de la génesis del
mismo.
La indolencia de los medios de comunicación ha
hecho que se olvide a los asesinados, torturados, secuestrados que han sido y
son víctimas del Polisario. Muchos no reparan en como este movimiento mantiene
una estructura de poder endogámica, alejada de cualquier idea de democracia,
arrogándose la única representación de los saharauis que viven bajo la bota de
esta organización, que ha violado los derechos humanos sistemáticamente en la
reciente historia del Norte de África (último medio siglo); en un territorio
-Tinduf- en el que, en teoría, y en la actualidad, debería operar el
ordenamiento jurídico argelino, pero que en realidad se ha convertido en un
territorio de 'no derecho'.
La conducta dictatorial del Polisario no es cosa
del pasado, se mantiene en la actualidad, y -sorprendentemente- los autores de
tales desmanes son apoyados por la Organización de Naciones Unidas, con lo que
era secretario general al frente como Ban Ki Moon y su representante especial,
Christopher Ross, quienes hacen alarde de una hipocresía inabarcable, pues
mientras que desde las Naciones Unidas se exige a cualquier movimiento, por
ejemplo, de la mal llamada 'Primavera Árabe', su democratización inmediata; sin
embargo, dan carta de naturaleza a un movimiento vertical, no representativo,
que vulnera a diario los más básicos derechos humanos.
La ONU cierra los ojos a las constantes
vulneraciones de libertades en unos campamentos en los que viven miles de
saharauis, así como una cantidad indeterminada de seres humanos llevados hasta
allí, de una u otra manera, no perteneciendo a ninguna tribu pero que sirven
para 'engordar' los datos que se emplean como base informativa para la
movilización de ayuda humanitaria, parte de la cual acaba siendo objeto del
contrabando o tráficos ilícitos. No se permite a la UNESCO hacer un censo real
de quiénes son, cuál es la procedencia y cuántos viven en los diferentes
campamentos.
El Polisario se niega a que haya, dentro de los
agrupamientos, que dirige 'manu militari', más información que la que elabora
la propia organización, por lo que las miles de personas bajo su control no
pueden elegir con plena libertad dónde quieren vivir, ni el futuro para ellos y
para las generaciones venideras. Aquellos que, por suerte, han decidido
abandonar la disciplina polisaria para regresar a la que siempre ha sido su
tierra, a su país, son tratados como traidores y sus familias condenadas al
ostracismo dentro de los campamentos. Son miles los que han regresado a su
tierra y ante la pérdida de influencia, el Frente Polisario ha organizado una
definida 'quinta columna' que no desaprovecha la ocasión para intentar sembrar
la violencia en las provincias del Sur de Marruecos y mantiene una especie de
control interno con el que ponen entre la espada y la pared a los ciudadanos
del Sur de Marruecos, pertenezcan a no a alguna tribu, frente -incluso- a
quienes sí ostentan una representación legal.
Dirigentes y mandos intermedios polisarios
llevan viviendo de esta historia unos cuarenta años; muchos de ellos sin haber
trabajado en su vida, es decir, han vivido a costa del sufrimiento miles de
personas. La corrupción es moneda de cambio en el seno de la organización
polisariana, la misma que mantiene vivo el 'statu quo' sin el cual no tendrían
razón de ser y que, de desaparecer, les obligaría a ponerse a trabajar, algo a
lo que no parecen muy dispuestos.
La ONU, con el quien era secretario general, Ban Ki
Moon y sus antecesores al frente, apoyan un movimiento dictatorial, no sometido
más que a sus propias leyes y cuyo poder es ejercido desde la más absoluta
discrecionalidad. Me pregunto si llegará un día en que puedan iniciarse
acciones legales internacionales contra quienes han permitido que opere la
excrecencia histórica del Polisario, que tanto sufrimiento ha causado.
(*)
Agradecemos a nuestro compañero Chema Gil por su valiosa colaboración.
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