“Quisiera rendir homenaje a mis
hermanos africanos y a nuestro continente. Cada visita a África es, para mi, la
ocasión de volver a encontrarme con los africanos que admiro, respeto y me
ensenan la verdadera riqueza: la del corazón”.
Palabras del rey Mohamed VI a la
prensa malgache a la cual acordó una entrevista y que ilustran elocuentemente
la vocación africana no solo de Marruecos y de los marroquíes, sino y sobre
todo de su rey, que encuentra un sincero intercambio de sentimientos entre él y
sus interlocutores africanos y hasta entre él y a los ciudadanos africanos que
encuentra en sus salidas privadas y sin protocolo a las calles de las capitales
visitadas.
“Marruecos y África, precisó el
soberano, son uno e indivisible. Separarlos seria un desarraigo, un error”.
Pero ¿Quién busca arrancar a Marruecos
de su entorno natural? efectivamente peor que un crimen, sería un error cuyas
consecuencias históricas, políticas y económicas asumen los que, hace tiempo,
han dejado de poder aportar algo al continente que no sea bandas y milicias
armadas.
Otro punto importante revelado
durante esta entrevista: la ambigüedad que sembraba la diplomacia argelina y
sus acólitos respecto a los esfuerzos de desarrollo de Marruecos en los países africanos
que, según esta propaganda “solo beneficiarían a las comunidades musulmanes de
dichos países”.
“El rey de Marruecos, explico el
monarca, es Amir Al Muminin, Comendador de los Creyentes… de todas las
religiones”.
Se equivocan los que creen poder
impedir la irreversible marcha africana de Marruecos. El reino, reanuda sus vínculos
con su entorno africano después de haber sido, ajeno a su facultad y su
voluntad, obligado a esperar el momento… que ha llegado.
Este es el momento y es
irreversible.
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