El reciente retorno de Rabat a su silla en la Unión Africana (UA) abandonada en 1984, junto con el pedido de 28 países de ese continente
La
llegada del portugués António Guterres a la secretaría general de las Naciones
Unidas renueva la cara del organismo mundial y representa un nuevo aliento para
la solución de conflictos vigentes a las cuales su antecesor no atendió o, lo
que es más grave, comprometió la neutralidad.
La comunidad internacional recuerda
con estupor cómo el surcoreano Ban Ki-moon tomó partido en el diferendo entre
Marruecos y Argelia. Ban generó una grave crisis entre Rabat y la ONU por
declaraciones sobre las provincias del Sahara marroquí, que rayaron en un
absurdo jurídico y en un grave error político. Han pasado siete meses desde el
exabrupto de Ban y el tono ha disminuido entre Marruecos y la ONU.
Guterres asumirá en enero próximo. El
exprimer ministro había ocupado antes por 10 años el cargo de Alto Comisionado
de la ONU para los Refugiados, lo que le permitió conocer muy de cerca la
situación de los saharauis que viven en cuatro campamentos en Argelia.
Como primer ministro, se reunió en dos
ocasiones en Tánger con el rey Mohamed VI. En su papel al frente del ACNUR,
Guterres rindió en el 2014 un homenaje al monarca por la política de Marruecos
en materia de migración y asilo, calificándola de ‘muy positiva y
constructiva'.
Guterres estará en una posición
estratégica para superar el fracaso de Ban y su enviado especial Christopher
Ross y sacar del largo y oscuro túnel del tiempo una situación que se ha
prolongado por más de cuatro décadas. Una primera acción será la sustitución de
Ross, exembajador de Estados Unidos en Argel, quien no tuvo una postura neutral
en el diferendo del Sahara.
En el 2003 y el 2005, bajo el mandato
de Guterres, el ACNUR presionó a Argelia para realizar un censo y conocer el
número de los refugiados saharauis. La autorización fue negada. A la demanda
del ACNUR se sumaron cinco resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU
exigiendo el censo de los refugiados. Todas fueron rechazadas por Argelia.
Esa negativa obedece a que Argelia
coloca el número de refugiados en 160,000 -que para el ACNUR, luego de un
conteo satelital, no pasa de 90,000- con el fin de obtener mayor ayuda
humanitaria internacional. Detrás hay un negocio entre altos funcionarios de
Argel y los líderes del Frente Polisario que crearon la fachada de la
inexistente República Árabe Saharaui Democrática (Rasd).
Esa situación ha sido denunciada por
organismos fiscalizadores de la Unión Europea que han recomendado cortar la
ayuda humanitaria al Polisario por la comprobada corrupción en su manejo. El
Parlamento Europeo rechazó hace unos meses una enmienda para incluir nueva
ayuda al descubrir que era vendida en los mercados de Argelia, Malí y
Mauritania.
Los nuevos escenarios no solo se
producen en la ONU y Europa. La muy probable elección de Hillary Clinton, como
nueva inquilina de la Casa Blanca, despierta grandes expectativas por su
cercanía con Marruecos y por su conocimiento acerca del Sahara.
El reciente retorno de Rabat a su
silla en la Unión Africana (UA) abandonada en 1984, junto con el pedido de 28
países de ese continente – a los que se espera se sumen otros siete Estados-
para que la ficción de Rasd sea expulsada del organismo regional, es una derrota
para Argelia y Sudáfrica, los principales soportes del Polisario.
Argelia está al borde del precipicio
por el hundimiento económico, la inestabilidad política y la represión.
Mientras que el gobierno de Sudáfrica, que se jactaba de que controlaría el
poder hasta el regreso de Jesucristo, es devorado por la corrupción, las
divisiones internas y los estallidos sociales.
Sudáfrica, al mismo tiempo, perderá el
control de la UA el próximo año a manos de Zambia, que en julio retiró su
respaldo al Polisario. En los últimos 15 años, 46 países han dejado de
reconocer a la imaginaria Rasd, sobre todo después que en el 2007 Marruecos
pusiera sobre la mesa de negociaciones su plan de autonomía para el Sahara.
En Latinoamérica, Jamaica y Surinam,
acaban de suspender relaciones con el Polisario. En todos los casos el
argumento es similar. De acuerdo al derecho internacional, la Rasd no posee los
atributos de soberanía, carece de gobierno, población y territorio porque en la
práctica es Argelia quien toma las decisiones.
La posición de esos países es que en
ese diferendo debe adoptarse una neutralidad constructiva para apoyar los
esfuerzos de la ONU y la comunidad internacional en aras de encontrar una
solución política en torno al Sahara marroquí.
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