Empezaré estas líneas con un
interrogante que planteaba Said Jedidi, en un artículo titulado “Déficit de Comunicación”,
se preguntaba “por qué el ministerio
marroquí encargado de los marroquíes del extranjero se encarga solo de los
obreros y no de un ejército de altos cuadros marroquíes en España y en el mundo”.
Procuraré contestar dicha pregunta con la mayor sensibilidad posible, sé, a ciencia cierta, que Said conoce la
respuesta, aun así procuraré dar mi punto de vista, sin señalar a nadie a
título personal.
La pregunta tiene, como mínimo, dos respuesta
y muchas repercusiones malas para el conjunto de Marruecos y sus relaciones,
especialmente con España, aunque con beneficios partidistas para otros pocos.
La primera respuesta sería aclarar que el ministerio de turno en materia de
emigrantes, en este caso, apenas tiene competencia, por lo menos, a efectos
prácticos, menos aún influencia. Del por qué se dirige a la clase trabajadora,
es obvio, porque es la parte más débil y manipulable.
El Consejo de la Comunidad
Marroquí en el Extranjero (CCME), responde o al menos respondía
primigeniamente, al valor que Marruecos otorga a los marroquíes residentes en
el extranjero, un instrumento que se
pretendía innovador y moderno para la importancia que Marruecos otorga a sus ciudadanos
en el exterior, el CCME, que debería ser un instrumento capaz de asegurar el
vinculo económico, cultural y religioso de estos marroquíes con el país de
nacimiento, además de actuar como puente de relaciones entre Marruecos y los
países de acogida, se ha convertido en
instrumento político y electoralista para un grupo determinado, un aparato de manipulación que coloca al
conjunto de los marroquíes entre las preocupaciones de los servicios de
información, un instrumento por el que se cuelan también los distintos
servicios marroquíes, lo que genera desconfianza entre los propios marroquíes
en el Exterior y desconfianza de los europeos hacia los marroquíes.
La gestión para los
marroquíes emigrados, más que cohesionar, es elemento divisor, lo que infecta
el movimiento asociativo de los marroquíes en sus lugares de residencia. La
lucha por el poder de algunos políticos se extrapola al exterior y la comunidad
marroquí se convierte en una extensión de la misma. La comunidad marroquí, a
pesar de ser mayoritaria en muchos lugares, a consecuencia de los distintos
enfrentamientos, pierde, salvo excepciones, todo tipo de difluencia en sus
lugares de residencia, que además de mermar la participación en la vida social
de los países de acogida, su presencia se focaliza en guetos, alejados de de la realidad social en la que
viven e ignorantes de los avances o preocupaciones que afectan a Marruecos,
evidentemente, en este caso culpa tienen también los países de acogida. Todo ello sin mencionar el vergonzoso papel
que se juega en materia religiosa, donde el papel de los marroquíes es nulo o
insignificante. El “islam marroquí, tradicionalmente familiarizado con las
relaciones multi confesionales, por su visión moderada del Islam, cede a favor
de un Islam rígido e intolerante patrocinado por países de escasa tradición multi
confesional y pobre en el desarrollo del Fikh, si lo comparamos con el islam
del Magreb. La utilización de la religión en política está al orden del día en la gestión de la
comunidad marroquí en el extranjero.
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