Todos los indicios en las elecciones
gallegas y vascas apuntan hacia la “normalidad”… no la relativa, como sucede en
España donde se ha convertido en sinónimo de ingobernabilidad y de no investidura,
sino en una mayoría y un feliz desenlace electoral.
Lo que, evidentemente, hace imperar el
orden y la disciplina estatales a nivel regional más y mejor que nacional. No
obstante las miradas de los europeos y del resto del mundo convergían hacia
Madrid y siguen, aunque ahora solo, se asoman, de vez en cuando a ver si hay solución.
No. Tampoco. No hay indicios de sentido común. Tendrán que seguir así, sin
gobierno y sin esperanza de que lo haya.
Naturalmente todo el mundo piensa en el
interés general de España y de los españoles. Bueno… casi todo, porque un ano
sin gobierno y con una enigmática incapacidad de una simple investidura con
previas alianzas, significa y debe significar que los hay que creen que,
después de ellos, el diluvio. O ellos o nadie. Así es la democracia o por lo menos
la que ha salido de las urnas en las repetidas elecciones en el país vecino: ni
siquiera hace falta ganar las elecciones. En vez de ganarlas, lo que se debe
hacer es mostrar habilidad en el momento de pactar…
Ni socialistas ni socialistos… a las
urnas otra vez y otra vez… y otra vez hasta que se acaben las papeletas y se
envejecen los candidatos.
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