Se puede extrañarse legítimamente de una manifestación son objetivo claro, sin organizadores identificados. Pero lo que, en realidad ha contrariado más en la manifestación anti-islamista de Casablanca no fueron los exagerados slogans ni el adversario burdamente designado.
Lo que ha chocado
fue la intrusión de otro Marruecos en pleno centro de un país que ha llegado
muy rápidamente a la madurez. Lo que ha desfilado en Casablanca, el pasado día
18 fue el otro Marruecos que no es ni secularista ni islamista, ni socialista
ni liberal. No es siquiera activo o inactivo, según los criterios de los
economistas, ya que escapa, de lejos, a las categorías socio-económicas de la
ciudad.
Este Marruecos,
son el 40% de la población que vive aun de una agricultura ampliamente de
cultivos de productos alimentarios y sub-productivos, submonetarizados, una población
enclavada en sus regiones, analfabeta y (aun) silenciosa). Habla con la voz de
su amo, el control caídal combinado con la costumbre de la obediencia mezclada
de desconfianza hacia el poder central.
Lo que ha extrañado
a la buena conciencia de los urbanos de la fachada atlántica aquél domino 18-9
fue la penetración por efracción de este marruecos olvidado. No eran ni los
slogans ni la manera, ni la oportunidad de la manifestación que rensombrecen la
imagen neta del Marruecos en marcha, sino el rostro mismo de aquellos
manifestantes. Si, en marruecos, en el 2016, casi la mitad de la población vive
aun de la agricultura. Inútil precisar que esta agricultura que emplea a tanta
gente, no es la que exporta tomates y fresas a Europa ni la que proporciona
carne roja y blanca a las ciudades del país.
Lo esencial
de esta población marroquí rural vive aun de una agricultura que casi ha
desaparecido totalmente de la cuenca del Mediterraneo. Esta realidad oculta
permite explicar algunas rarezas. De esta forma, el PIB por habitante en
Marruecos, es equivalente al de un egipcio. Para los que han viajado, esto es
asombroso: los marroquíes son, en media, evidentemente màs ricos que los
egipcios. Sin embargo, las cifras son justas, ya que hay el 40% que no figura.
La riqueza marroquí
no se reparte entre los 34 millones, sino entre menos de 20 millones. Otro
ejemplo: el IDH marroquí es uno de los más bajos de África. Aquí también, se
debe preguntar: hay pobres en nuestras calles y en nuestros hospitales
abarrotados pero ¡hombre! Sin embargo, la clasificación es justa, porque hay
este 40% que nadie ve, mientras está disperso, según los modos de ocupación del
territorio que no ha cambiado desde el fin de los grandes desplazamientos
tribales del siglo XVIII.
El futuro de
Marruecos, de su estabilidad, de la, perennidad de su régimen, de la continuación
de su desarrollo, se jugará con este 40%, habida cuenta de que su existencia
misma se ha convertido, desde ahora en adelante, en arcaica de manera
flagrante.
El éxodo
rural y la emigración, estimulada por la electrificación y el empalme a las
carreteras nacionales, van a a desembocar, en los próximos anos, en millones de
nuevos venidos a las ciudades atlánticas.
Este derrame
ha pasado en otros países: ni Turquía ni Egipto naciones agrícolas por
excelencia, tienen tantos campesinos en proporción.
Este
derrame, la historia del siglo XX lo corrobora, es la mayor preocupación a la
que hace frente la estabilidad de un país.
El 18 de septiembre,
los marroquíes urbanizados, alfabetizados, politizados o no, se han dado cuenta
del volcán durmiente que hará la historia del marruecos en los próximos
decenios.
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