El poema árabe reza: “… y la injusticia de los propios es peor que un golpe de sable afilado”.
Susana Díaz golpea
a Pedro Sánchez con 17 dimisiones, lo suficientes como para, según el sector crítico
del partido, descabalgar al secretario general.
Fue su compañera
y no sus adversarios quien le ha cortado las alas hacia la investidura y de
paso, como lo esperábamos muchos de sus vecinos del sur, desmentir categóricamente
todo indicio de cohesión, solidaridad o simplemente atinadas maniobras políticas
en un momento si no critico, por lo menos extremadamente sensible de la
historia política contemporánea de España.
Visto desde
la potra rivera del estrecho es inconcebible o, cuando mas o cuando menos, imprevisible:
guerra total en el Partido Socialista Obrero Español. ¿Y qué queda? Queda aun
el recuerdo (en Marruecos) cuando tan representativo y tan coherente era este
partido socialista, sin socialistos que lo llamábamos en Marruecos con ironía o
admiración “Gobierno Socialista Obrero español”.
Ahora las
espadas están, bien en alto. Los sabios, los clarividentes y los históricos no
se pronuncian, optando por una abstención mortal. ¿Han tirado la toalla? Casi,
o si no, hubieran intervenido para detener la hemorragia.
Y es que,
acertamos o nos equivocamos, el PSOE para muchos es parte de España. Es España.
Es su pasado reciente y aspiraba antes del vendaval, a ser también su futuro
inmediato.
No fue así…
y de todos modos no va a ser así con tanta autosugestión y tanta
autosuficiencia.
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