Desde hace días, la crisis siria ha
estrenado una etapa de confusión e incertidumbre. Todo apunta hacia la
imposibilidad de una vuelta a lo normal.
El mundo va convenciéndose de que sería
imposible derrotar a Daesh porque no sería posible derrotar a Estados Unidos, a
sus aliados internacionales y a sus agentes regionales.
Por ello es, sino indispensable, por lo
menos necesario encarar otras soluciones… incluidas las peores como un relevo
del régimen en damasco o en Bagdad.
Si es la sana solución ¿por qué no? Ahora
bien: ¿Quién lo hará, cómo, cuándo y por qué? Una pregunta que solo con otra
puede ser contestada: ¿hay algún Plan B para que después de derrocar a Bachar
Al Assad, desaparecería Daesh y otras bandas terroristas en vez de extenderse
hacia algunos de los satélites de EE.UU en la región y fuera de ella?
Washington lo debe tener porque, a falta
de lo cual, no sería Oriente Medio, sino el mundo que se inflamaría. No
obstante, nada es menos seguro. Daesh cumple misiones por servicios prestados,
pero otra cosa, diametralmente distinta seria contemplar su desaparición pura y
simple. Su estructura actual y futura abarca una estrategia en Europa y otros países
no mediorientales. O sea: una estrategia a medio y largo plazo.
¿En qué lio nos han metido estos americanos?
Con Hillary Clinton o Donald Trump va a
ser peor: “después de… él, el diluvio”. Y el diluvio es lo que todos, los cómplices
de estados Unidos y sus crímenes y los que se opusieron, debemos esperar.
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