El “gran” Egipto, Jordania luego, durante un lapso de tiempo, oficinas comerciales en Marruecos y en Qatar y ahora convergen sus miradas y su apetito hacia el Golfo.
¿Con qué
resultado?
Por más que
se diga lo contrario, Israel es rehén de su entorno y contagiada por sus vecinos
que se equivocan de época, de amigos y de enemigos.
Desde Camp
David hasta aquí no ha pasado nada o, por lo menos gran cosa. ¿De quién es la
culpa?
Para Israel y sus dirigentes que, como decimos nosotros en Marruecos: le dijo donde está
tu oreja le enseno la izquierda con la mano derecha.
La paz, la “integración”
y la normalidad tienen nombre , dirección e identidad: Palestina, con la que paradójicamente
los sucesivos dirigentes israelíes intentaron, en vano, domar a través de otros
países árabes.
Sin paz para los palestinos no puede haber paz para los israelies y las promesas de los paises arabes que lo han prometido son agua de borraja.
Sin paz para los palestinos no puede haber paz para los israelies y las promesas de los paises arabes que lo han prometido son agua de borraja.
Ganar a los
palestinos es arrebatar todos y cada uno de los argumentos de demás países árabes.
Y a los palestinos no se les puede ganar no con
el garrote, ni con el fusil ni con las prisiones ni con intentos de exterminación.
Están allí y allí van a permanecer, mientras que una convulsión geopolítica que
desembocaría en un a cercamiento entre Arabia s audita e Irán conduciría a una
nueva ruptura y a más hostilidad contra Israel.
Lo decía el
difunto rey Hassan II: “en la cuestión palestina el genio judío está averiado”.
Y más
averiado está ahora que nunca cuan do un Benjaimn Netanyahu apuesta por una
coyuntura árabe constantemente mutable y merced a todas las metamorfosis y en
la que lo único constante es la causa palestina y sus protagonistas: los
palestinos, no los saudíes ni los egipcios ni los jordanos que bastante
han prometido y bastante han incumplido
e incumplirán.
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