Daesh degolló a un cura en su convento Y lanzó una granada contra oradores en una mezquita de Sana’a
Diariamente y hasta a veces más de
una vez por día Daesh y demás grupos terroristas (entre extremistas y “moderados”)
matan a decenas de inocentes en Siria, Irak, en Libia, Egipto o en el Yemen.
En el mundo àrabe-musulmàn, nadie
comprende por qué no existe una real
voluntad de acabar con el terrorismo bajo todas sus forma y no como Francia,
que, para vengar al atentado de Niza mató a 164 civiles sirios y a ningún asesino
de Daesh.
El terrorismo es uno e indivisible
y es un disparate ir clasificando a terroristas entre extremistas y moderados.
Son ya demasiadas vidas humanas
dilapidadas por la desmesurada codicia de unos y los falsos cálculos de otros.
Demasiada destrucción y demasiadas lágrimas de quienes se sienten vivos-muertos.
Daesh no es ni de nosotros ni de
vosotros ni de ellos. Hay nosotros, vosotros y ellos y Daesh. Por ello, las
religiones, especialmente las celestes deben obrar en concierto y en
solidaridad, pero con más congruencia, más lógica, más sinceridad y más determinación.
Lejos de consideraciones políticas que han creado, velado, armado, financiado y
lanzado a este monstruo.
Solo en Irak y en Siria se combate
realmente el terrorismo a pesar de los obstáculos de Israel y sus nuevos “aliados”’
árabes y Estados Unidos y sus satélites regionales y Francia y sus
aberraciones.
El mundo… todo el mundo está
expuesto a lo peor. La derrota de Daesh en Siria y en Irak se convertiría en
una nueva amenaza a la paz y a la seguridad en muchos países, sobre todo los
que se mostraron “indulgentes” con sus ciudadanos de origen musulmán que querían
ir a Siria o a Irak.
El mundo… todo el mundo está
expuesto y no puede ni debe prescindir de ninguno de sus miembros. Habrá
siempre tiempo de discrepar, de hacer cálculos geopolíticos, de contemplar hegemonías
y de usurpar riquezas, pero que sea después de salvar al mundo de tan peligrosa
lacra que es el terrorismo.
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