Por: Zaid al-Ali (revista de prensa : abc.net.au – 16/6/16)*
“France-Irak-Actualité”/ “conacentomarroqui”
El
testimonio de un ex oponente a Saddam Hussein, regresado a trabajar en Irak del
2005 al 2010. Para él, el país está “dirigido por los peores elementos de la
sociedad”.
Funcionario durante
mucho tiempo en los años 60, mi padre se ha visto obligado a exiliarse, una
primera vez, siendo llamado más tarde para una función diplomática..
Cuando Irak invadió Irán en 1980, tomo conciencia de que no podía continuar
sirviendo, dimitiendo de su cargo, y saliendo de nuevo al según do exilio.
Tenía entonces 4 años y no podía regresar a Irak. De
1980 al 2003, me era prohibido ver a mi país: Irak ni mantener con tactos con
el resto de mi familia allí.
Después de la guerra del 2003, a la que mi padre y
yo nos opusimos, nos fuimos a Irak, mi padre primero luego yo para una simple
visita, más tarde comenzamos a buscar trabajo, algo para reconstruir la
sociedad. Eventualmente, obtuve un cargo en la ONU en tanto que consejero jurídico
del 2005 al 2010.
En el 2010, me di cuenta de que era una pérdida de
tiempo: el país estaba dirigido por los peores elementos de la sociedad. Los
responsables eran una banda de estafadores, criminales e incompetentes.
Todo lo que hacíamos, la menor iniciativa era bloqueada por aquella
gente. Abandoné Irak desesperado, pensando que nada tenía sentido.
Algunos factores están fuera de todo control de
nadie. Se debe a que Saddam Hussein y el Partido Baaz han impuesto antes del
2003 una cultura militar del chovinismo que hasta ahora define muchos de nuestros valores culturales en Irak.
De donde la dificultad de superarlo.
Desde entonces muchos errores fueron cometidos
después del 2003, especialmente el de haber ofrecido el control de las instituciones
estatales a un grupo de exiliados, de manera general, sin empleo y sin cualificación
alguna en el curso de las décadas que precedieron el 2003.
Cuando estos individuos tuvieron la oportunidad de
hacerse con el Estado iraki, continuaron como lo habían hecho siempre, lo que
quiere decir continuar a n o cumplir
nada, a llenarse los bolsillos y a asegurarse que las reglas funcionan en su
favor de manera que podían permanecer en el poder mucho tiempo… lo más posible.
Todos estos individuos siguen, hasta ahora, en el poder y continúan a no hacer
nada por los iraquíes ordinarios.
Cuando Haidar Al-Abadi se convirtió en primer ministro, en el 2004, mucha gente me
preguntaba lo que yo pensaba porque trabajé con él sobre un proyecto de
parlamento y por tanto lo conocía bien, pero no muy bien. Debido a esta
experiencia, mi opinión era que iba a ser incapaz de hacer lo que sea en razón de
su carácter: perezoso y por el hecho de que no conocía como funciona un
gobierno y no reconoce nunca sus errores. Lo que ha sido corroborado, hasta
ahora.
Esta gente no tiene la menor intención de realizar alguna reforma porque se pasan la
vida disputando quién se encargaría de estas reformas. Las reformas no les convienen
porque ello constituiría una aventura que podría conducirlos a la prisión,
muchos de ellos estaban abiertamente comprometidos en operaciones de corrupción.
Muchos son los policías iraquíes que, en la cadena de televisión iraquí o
mediante escritos, presumen del dinero que habían robado. Esta gente debía ser
juzgada en virtud de las leyes iraquíes, pero esto no sucederá nunca.
Mientras no haya una nueva sangre en las venas del
Estado iraquí a través de elecciones basadas en reglas diferentes u otros
mecanismo, nada cambiará.
“Estas divisiones) no tienen impacto sobre el
combate contra Daesh porque los partidos políticos que componen el Parlamento
han dejado de tener influencia sobre los esfuerzos para construir el ejército o
la campaña militar iraquí contra esta lacra: a este nivel están totalmente
desconectados.
El impacto que podrían tener es que existen graves
divisiones en el seno de los grupos religiosos en Irak, ahora exacerbadas por
la clase política que no cesa de impulsarlas para disfrazar su propio fracaso.
No hay solo sunitas que desconfían del gobierno. Nadie
confía en él.
Ciudades como Tikrit, Ramadi poseen su propia dinámica
y particularmente Tikrit que, desde su liberación
de Daesh, ha vuelto a poblarse totalmente.
Tolera la gobernación chií porque la cuestión no
consiste en saber si el gobierno es chií o no, sino de saber sobre qué base se
va a colocar el gobierno. Lo que Bagdad debe hacer, de manera que sunitas, chiíes,
cristianos y ateos estuvieran satisfechos de la administración, es pro ceder a
una reestructuración completa de las instituciones.
Hasta ahora, es algo que Bagdad ha sido totalmente
incapaz de realizar. Sin ello, Irak será extremadamente vulnerable a los
ataques terroristas, a las infiltraciones, a la agitación social.
Esta es la receta para, por lo menos, los próximos años.
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