Créanme, señores/as, que hay algunos
temas que me superan
porque tocan sensibilidades y
crean malentendidos y prefiero
no tratarlos salvo en círculos cerrados que
no tienen mayor trascendencia. Pero, a veces,
uno tiene que hacerlo, obligado, al menos,
para quedarse tranquilo y, sobre todo,
porque pronunciarse puede servir para no
confundir a la opinión pública que quiere
saber algo más sobre la verdad del asunto.
El mundo está hecho de perspectivas, como
nos enseñó nuestro gran Ortega, y nuestros
lectores tienen el derecho a completar su informacion
respecto a la situación en el Sáhara. Un tema que ha condicionado bastante
nuestras relaciones bilaterales y ha abortado
todo intento de construir este ansiado Magreb
Árabe.
“Ser progresista no
debe pasar,
necesariamente, por
aliarse con las causas
perdidas”
Leyendo el artículo del Sr. Centella del pasado
número 1.156, al que tengo mucho
aprecio por sus aportaciones en la revista El
Siglo, pensé en una reciente conversación
que tuve con un colega español que visitó
hace poco Villa Cisneros (Dakhla) y me comentó
maravillas: un desarrollo increíble, un
bienestar elevado, mucho más que el resto
de los marroquíes, gracias las subvenciones
por parte del Estado a todos los productos,
una naturaleza espléndida, amén del buen
pescado que comió en los restaurantes de la
ciudad. Apunté todo aquello que me dijo, y
me prometí emprender un viaje hacia el Sur
en cuanto mi agenda me lo permita.
El Sr. Centella no habló de maravillas, pero
sí apuntó que “los saharauis están sometidos
a una verdadera limpieza étnica”. Una
grave acusación que nos debe invitar a reflexionar
acerca del grado de conocimiento
mutuo que tienen los españoles y marroquíes,
en el aspecto cultural, de la sensibilidad
de los pueblos y, sobre todo, de nuestra
historia compartida para bien o para mal. Un
ejercicio indispensable y con un grado de
talante sería necesario antes de emitir juicios
y emergernos en calificaciones y contracalificaciones
que no llevan a ningún puerto.
Más aún cuando se trata de un personaje pú-
blico, un cargo político de un partido que
aspira gobernar un gran país como España.
Ni es el momento, ni tengo espacio suficiente
para explicar la cuestión saharaui, pero
sí quiero sugerir, a cualquiera que esté interesado
en el tema, que vuelva a analizar,
detenidamente, la historia hispanomarroquí
del último tercio del siglo XIX, desde la famosa
Guerra de África (1860) emprendida
por la reina Isabel II y sus favoritos generales
O´Donnell y Prim que acabó con la conquista
de la ciudad de Tetuán y demás consecuencias
negativas para un imperio que
languidecía. Se debe redescubir cómo España
se apoderó de Cabo Juby (Tarfaya) y
Santa Cruz de Mar Pequeña (Sidi Ifni), y có-
mo luego ha ido conquistando puertos a lo
largo del litoral del entonces llamado imperio
xerifiano y cómo termina, ya entrado el
siglo XX, repartiendo el país con la vecina
Francia, salvándose la ciudad de Tánger, que
se proclamó internacional por la insistencia
inglesa y alemana. El país se fue perdiendo
a cachos, y ha ido recuperándose a cachos.
Sinceramente, no creo que exista en la historia
de la humanidad un país que haya sufrido
semejante injusticia y aberración. Una
auténtica mala
racha.
Marruecos
considera que en
el año 1975 recuperó
una parte
de un territorio
que le pertenecía
por lazos
históricos y polí-
ticos que mantuvieron
los sultanes
de Marruecos
con sus habitantes.
“Hay
constancia de los
lazos que ligaban
a notables
saharauis como
el Cheij Ma El Ainin con los sultanes de Marruecos,
de los que fue su naib”, afirmaba el
el profesor Bernabé Lopez García, especialista
en asuntos marroquíes, quien defendió
que “la buena solución para el problema del
Sáhara Occidental puede estar con Marruecos,
pero en un Marruecos democrático y
descentralizado, que reconozca plenamente
su identidad plural. La constitución marroquí
de 2011 dio un primer paso reconociendo
el patrimonio saharo-hassaní”. Otro
intelectual, Ramón Salas Larrazá bal, historiador
militar, en su libro El protectorado de
España en Marruecos (1992), se atrevió como
nadie al afirmar que: “Nos equivocamos,
sin duda, al pretender prolongar una pre-
¿LIMPIEZA ÉTNICA?
SON PALABRAS MAYORES,
SR. CENTELLA
“Ser progresista no
debe pasar,
necesariamente, por
aliarse con las causas
perdidas”
nº 1161. 27 de junio–3 de julio de 2016 21
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