Los
españoles tiene cita con las urnas pasado mañana. Las elecciones del domingo sufrirán,
sin género alguno de dudas, el nefasto efecto del portazo británico a la Unión
Europea. Los electores han visto como incluso con una ínfima minoría se puede
protagonizar la buena o mala historia, en este caso del continente europeo y
hasta cierto punto del mundo.
La mayoría silenciosa
del país vecino estaría, indudablemente pensándolo más de una vez: España y
Europa necesitan, más que nunca clarividencia, sabiduría y muchísima conciencia
de la manera con que se debe hacer frente a los retos y a los desafíos del
presente y del futuro. O lo que es igual: un gobierno experimentado, consciente
y consecuente con los imperativos impuestos por el “atentado kamikaze” británico
y lejos de todo voto-sanción o de ajustes de cuentas…electorales, políticas o
simplemente preferenciales.
El momento
es grave que roza el nerviosismo y ninguna terapia valdría mejor que la
serenidad, la profunda reflexión y la juiciosa opción. Si un voto en los comicios
de mañana, decíamos antes que valía cien, hoy y a la luz de la excentricidad británica,
valdría mil. El lema, pues debería ser: saber a quién y por quién votas.
España puede
contribuir al enderezamiento o saneamiento del clima inter-europeo y para
hacerlo necesita un gobierno fuerte, con bagaje en la gestión y, de ser
posible, con palmarés en su ejercicio del poder.
Después del referéndum
del reino Unido y su triste desenlace, Europa y quizás el mundo converge sus
miradas hacia España para que no se repita la decepción y para compensar a los
decepcionados y dar esperanza a los euro-escépticos.
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