Si no es imposible, la paz en
Siria parece difícil… muy difícil, incluso. Y no es porque los beligerantes así
lo quieren, sino los patrocinadores son los que dicen y parecen haber decidido acabar
con el alto el fuego que ya ha durado “más de los suficiente”.
Los atentados de hoy en
Tartus, Jablis y en otros puntos de la geografía siria ilustran esta criminal voluntad
de quien acaba de lanzar a 8 000 mercenarios del grupo terrorista Nusra
para erigirse en tanto que obstáculo ante toda tentativa de solución política en
este país en el que, desde ahora en adelante, nadie se atrevería a imaginar la naturaleza
del desenlace que le espera… ni siquiera Rusia.
No obstante, lo curioso es
que Estados Unidos y en parte Rusia saben pertinentemente y con datos exactos
lo que pasa, pero ni unos ni la otra deciden condenarlo o por lo menos revelar
la identidad de los que se ocultan detrás de estos grupos terroristas.
A pesar de lo cual las
toneladas de explosivos que llegan impunemente ante los ojos de los servicios
secretos occidentales de país vecinos y los miles de millones en armas que se
han invertido para hacer fracasar el alto el fuego y los esfuerzos de paz, no
van a poder determinar el tipo de soluciones que esperan Siria ni la naturaleza
de quien vence o es vencido.
Hoy a excepción de Rusia y
Egipto nadie ha condenado las masacres de Tortus. De hecho ¿hay aun quien
ignora las manos criminales que las causaron
o sus instigadores?
Digámoslo en voz alta: el
problema no es Siria aunque, hoy por hoy, lo parece. El terrorismo hoy en este país
es un primer ensayo de lo que espera a todos los demás países árabes que no
acepten ponerse de rodillas y más tarde muchos otros.
Si no se acaba con el
terrorismo en Siria nunca desaparecerá.
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