Un dato entre otros: más del 90% de los sirios e iraquíes y este porcentaje
baja para situarse entre el 75%y 80% a nivel árabe y 50% a nivel mundial creen
que Estados Unidos está con el terrorismo y Rusia en contra.
Las pruebas no faltan la más reciente es la batalla de Felouya en Irak y
Riqa en Siria. En ambas Washington opuso su veto a la participación de fuerzas
populares a las que ha amenazado incluso, en caso de violar este veto, con bombardearlos.
El objetivo no es ni mucho menos Daesh sino los sistemas políticos que se
deben imponer en los dos países: descartar la movilización popular en Irak e imponer
el sistema federal en Siria en caso de ocupar las Fuerzas democráticas la,
hasta ahora, considerada capital de Daesh.
No cabe duda pues de que el oeste iraquí (Feluya y después Mousel) y el
este sirio (Riqa y comarca) presentan el mismo interés estratégico para Estados
Unidos. Pero entre ambos se asoman amenazantes los papeles ruso e iraní para
impedir todo cambio de régimen en Siria y todo sistema político “descheitizado”
en Irak.
Objetivo: demostrar al mundo como había sido el caso con la guerra de
Vietnam, de que Estados Unidos es incapaz de vencer a Daesh y tampoco es capaz
de derrocar al régimen sirio ni a ningún otro régimen apoyado por Rusia.
Moscú lo está logrando. La pérdida de interés y de trascendencia de los países
del Golfo, incluida Arabia saudita en todo moldeo de la región explica el
estado avanzado del acuerdo ruso-americano para el “futuro” de la zona.
En esta óptica, el Secretario general Nabil Arabí quien, como reza el refrán
árabe: “se calló un siglo y pronunció apostasía” acaba de advertir contra lo que ha llamado “la
amenaza que representan Siria y Libia” (no Egipto ni Irak ni el Yemen) contra
la nación árabe. Ni en Siria ni en gran parte en Irak y menos aun en el Yemen
se escucha lo que podría vomitar Nabil Al Arabí. Al perder la independencia de
su acción, la Liga árabe de Nabil al Arabia lo ha perdido todo: ni siquiera
Estados Unidos y la OTAN de los que es satélite contemplan aun algún papel en Oriente
Medio de esta Liga. Y el total desinterés de Moscú por ella es el botón de
muestra.
Nunca, jamás Rusia permitiría la realización del plan americano ni en Siria
ni en Irak y los medios no le faltan.
Queda lo esencial: ¿Y cómo sería la solución? Un compromiso a medio camino
entre la concesión y la firmeza. Es decir: una repartición “equitativa” de las
esferas de influencia en Oriente Medio en la que los aliados, satélites y
domésticos de Estados Unidos, incluida Turquía, saldrían los principales
vencidos y perdedores.
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