A una reflexión sobre la ineludible reconciliación entre Argelia y
Marruecos, una de las “sombras del Sahara” desde España se ha precipitado
alarmada a responderme: “¿Estás loco?… Argelia nunca se reconciliará con
vosotros (marroquíes)”.
Es el anhelo y el voto de los, en España o en otras partes, yo
califico de “suciedad entre las uñas y la carne”. En el fondo son alérgicos a
todos los “moros”: argelinos marroquíes saharauis, marroquíes rífenos,
marroquíes andalusíes… a todos.
Muchos de ellos son conscientes de su utopía y de su anacrónica
“solidaridad de pandereta” con la ínfima minoría de los saharauis contra la
inmensa mayoría.
Pero esto no es culpa ni de ellos ni de los que los van a seguir. Es
nuestra y la debemos asumir plena y debidamente. Nunca hicimos nada para
demostrar al mundo y en especial a estas asociaciones que proliferan por España
y que, en el asunto del Sahara, confunden la velocidad con el tocino.
Les voy a decir por qué les llamo “suciedad entre las uñas y la
carne”: muy a menudo, en mis conferencias en España o en coloquios en algunos
países de América Latina me encuentro con altos responsables del Polisario,
cuando son realmente oriundos del Sahara Occidental marroquí, que dicho sea
paso no son muchos, con los que, como fue el caso no hace mucho en Caracas con
Hay Barikalah, “ministro” polisarista encargado de América Latina con el que nos
encontramos en el restaurante, en el ascensor del hotel, en los pasillos y
obviamente en las mesas de lectura y de análisis, solemos intercambiar, dentro
de los parámetros de la cortesía y la educación, opiniones y criterios,
discrepando pero sin perder nunca el sentido común. Tanto ellos como yo
sabemos, como me lo dijo Barikalah en la capital venezolana, no vamos a poder solucionar
el problema del Sahara, pero hablar es siempre sano y muy a menudo productivo…
y hablamos, curiosamente de manera diferente cuando estamos solos y cuando está
algún intruso argelino o español.
En Barcelona, Tarragona, Lérida o en cualquier otro punto de la
geografía catalana hay millones de independentistas, pero sin Kalachnikov ni
tanques ni metralletas. Con la palabra y la razón.
Pero esto es otro cantar…
Quiero decir que en, estos encuentros con los responsables del
Polisario me di cuenta de que es posible un dialogo sereno, profundo y sobre
todo útil y beneficioso para restablecer los puentes y las vías para una
posible comprensión o a falta de lo cual un compromiso entre el padre y sus
hijos o simplemente entre las dos partes de un mal entendimiento amistoso.
Para ello, contrariamente a lo que cree la mayoría de los interesados
o “expertos” de esta cuestión, el obstáculo principal no es la divergencia de
los puntos de vista ni la diferencia de visiones de la solución, sino Argelia o
cuando no está ella sus “suciedades entre las uñas y la carne”. Lo que,
evidentemente no es fácil de superar, porque lo que ha invertido Argelia no es
poco y tampoco es fácil recompensarle lo que ha invertido.
Queda otra solución. La mejor. La idónea y la única: los saharauis
marroquíes que alcen la voz, que digan al mundo lo que son, lo que quieren y lo
que piensan. Que expliquen a España y al mundo lo que es este prefabricado
problema creado por otros intereses que los principios o ideales y mantenido
por apetitos territoriales y miras expansionistas.
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