En Bélgica,
en parte en Francia y en muchos otros países occidentales se acaban de
descubrir las lacras del terrorismo. Sin embargo, para amplios sectores
sociales de estos países, el siniestro “descubrimiento” solo ha servido hasta
ahora para acusar o denunciar al Islam y a los musulmanes, sin ir hasta revelar
su propia “contribución” a las tragedias de muchos países islámicos: más del
14% de los mercenarios de Daesh o de Nusra son ciudadanos de estos países y si han viajado
a Siria o a Irak o, desde hace unos meses, a Libia, fue/es, si no por complicidad
de estos países, por l menos ante su total indiferencia. “Un musulmán o 10 000
de más o de menos…”.
Se quejan de
la presencia de algunos de sus súbditos, vueltos al país después de un “cursillo”
en Siria o en Irak cuando en estos dos países, más Libia, parte de Egipto y el Yemen
hay, según estimaciones fidedignas, más de 100 000 terroristas activos y
muchos otros en campos de entrenamientos en países vecinos como Turquía.
Y sin, para
la muestra, bastaría un botón, este botón serian los 30 000 millones de dólares
del valor del armamento de Daesh. ¿De dónde ha venido? ¿Quién lo financio y a
qué fin? No trataremos de responder porque lo hemos hecho mil veces. Ahora
bien, seguramente no ha caído del cielo: ha llegado y sigue llegando, gracias a
una logística y a una intendencia que, a estas alturas, nadie ignora.
En Alepo,
por ejemplo, a falta de una condena categórica y con fines de aprovechar el
dialogo de Ginebra, los terroristas, entre extremistas y “moderados” matan diariamente
a decenas de civiles indefensos. Hoy fueron 17 y más de 70 heridos.
Lógica de
guerra… banalización del crimen… la complicidad del silencio.
Pero las
cosas no se van a quedar aquí…los próximos días aportaran otro lote de dramas y
de sorpresas.
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