En el fondo
se parecen como dos gotas de agua. Tanto Moscú como Ankara lo único que persiguen
en Siria o en otra parte de Oriente Medio es el medio de garantizar plena y de
ser posible prósperamente sus intereses “supremos”. Los chechenos y demás mercenarios
cosacos llegaban a los campos de batalla en Siria procedentes de Turquía, que,
colmo de miopía estratégica, creía poder constituir un considerable medio de presión
para ella y sobre todo para su OTAN, contra Rusia. Y Rusia que, a cambio de los
cosacos se interesó por los kurdos.
Moneda de
cambio. En una espectacular operación interferencia, Moscú logro acabar con el
grueso de las fuerzas chechenas en Siria. Los que quedaban/quedan no representan
ni pueden representar amenaza potencial alguna sobre la “seguridad nacional
rusa” ni en Chechenia ni en Rusia misma.
En cambio
los kurdos quedaban como lo habían sido siempre: una amenaza contra Turquía y
una incertidumbre para todos. Depende de los intereses y depende de los
imperativos del instante. Estados Unidos, Francia, Reino Unido y otros miembros
de la OTAN los adoptaron “generosamente” hasta darse cuenta de que era uno de
los objetivos estratégicos de Rusia en la región.
Turquía se
quedo sin nada y sin nada se va a quedar.
Mientras
tanto, Moscú va por el mundo con la cuestión siria, jugando la mediación, la
paz y la solución política.
La única incapacitación
(hasta ahora) es la alta preparación de los combatientes de Hizbollah libanés y
de las unidades iraníes en Siria.
Queda lo
esencial: para dominar “exclusivamente” a Siria se debe deshacer de los dos. ¿Es
posible? De ninguna manera. Lo que calculaba Rusia desde el principio, lo sabían
los dos… tanto que, en vez de terminarse la guerra, van a cambiar los enemigos.
Moscú se va
a llevar muchas sorpresas de Siria y de Oriente Medio.
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