Una declaración
rusa que difícilmente puede pasar por desapercibida y que está muy lejos de ser
inocente: “El presidente Bachar el Assad ha sido elegido hace 2 años democráticamente
y que lógicamente se le debe dejar terminar su mandato”. Palabras de Mikhail
Bogdanov, vice-ministro ruso de exteriores y el responsable N° del expediente
sirio.
El
responsable ruso revela con su declaración la esencia de lo acordado con
Estados Unidos: no va a ser fácil, con Irán y Hizbollah derrocar al mandatario
sirio. Un poco de paciencia, porque su mandato expira dentro no de mucho.
“Correcta”
manera de expresar la solidaridad y la fidelidad o por lo menos lealtad rusas,
calificadas mil veces de “sin tara”. Pero también explicita “idea” de cómo contempla
Rusia y su presidente Putin el desenlace final de la operación política en
Siria: termina su mandato y “adiós muy buenas”…
Entre los
detalles se esconde normalmente el diablo. Pero en las relaciones de Rusia con
sus aliados o protegidos hay más de un diablo en todo lo que emprende o
pretende.
Lo de “permitirle
terminar su mandato” pasa por un compromiso de Moscú con Washington e incluso
algunos de sus satélites regionales por la garantía de contemplar un relevo en
la cúspide del poder en Damasco.
En vez de
anunciarla a bombo y platillo la frase de Bogdanov ha caído en la capital siria
como un jarro de agua fría. Evidentemente, el Kremlin, como de costumbre, estaría
elaborando desde ahora lo que sería complemento de la declaración de Bogdanov
porque de no haberlo, constituiría un nuevo y potencialmente peligroso punto de
inflexión en la crisis siria y en el orden de las alianzas de no haberlo, constituiría un nuevo y
potencialmente peligroso punto de inflexión en la crisis siria y en el orden de
las alianzas coaliciones.
El proceso
de Ginebra está a menos de medio camino… pero seguramente el Sr. Bogdanov nos
acaba de revelar hacia donde evoluciona y hasta donde va a llegar.
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