Repítanoslo por enésima vez: contrariamente a Argelia, donde la
cuestión del Sahara Occidental marroquí es cuestión de una elite militar, aquí
en Marruecos la cuestión de todos los marroquíes: rey, gobierno y el pueblo.
Los 40 años de la prosperidad de estas provincias del Sur los hicimos
nosotros, con nuestros esfuerzos, nuestro sudor, nuestros sacrificios y sobre
todo con nuestra firme e inquebrantable convicción de que la verdad acaba por
prevalecer siempre.
Ingenuos, pues, son los que creen que los marroquíes, todas las categorías
confundidas vayamos a pararnos en mitad del camino. Hemos comenzado una epopeya
y la vamos a terminar. Se equivocan los que creen que pueden alterar este
irreversible curso de la historia y de la razón. Ni Argelia ni mil Argelias… ni
Polisario, ni Bisario ni Monosario y menos aun sus socios en sucios negocios en
España y en otras partes del mundo pueden arrebatarnos lo que nos ha costado
nuestra razón de ser.
Evidentemente, cuando digo nosotros, me refiero a todos los hijos de
este país pero con especial énfasis a sus saharauis, constantemente movilizados
y que han desbaratado más de una maniobra.
Ellos, su rey, su gobierno y el resto de sus hermanos en otras partes
de este reino dicen y repiten que su voluntad de defender la integridad
territorial de su reino solo es comparable con su deseo de que prevalezca el
sentido común y que los demás hijos de este reino, desterrados por mil y una razón
en campamentos argelinos, conocieran la misma situación que conocen ellos y que
se acabe su calvario.
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