Nadie, hasta ahora,
ni dentro ni fuera del mundo árabe se ha atrevido a llamar al pan, pan y a la
verdad lo que es: “La región árabe vive al ritmo de intentos de cambio
de regímenes y de fragmentación de Estados, como ocurre con Siria, Irak y
Libia, con todo lo que ello supone como muertes, éxodo y expulsión de los hijos
de la nación árabe”.
Un discurso, un mensaje y sobre
todo un mapa de ruta de los más de 5 años de réplicas de aquella devastadora “primavera
árabe”: “aquello que fue presentado como "primavera árabe", ha dejado
tras de sí destrucciones y dramas humanos. Ahora estamos viviendo un otoño
catastrófico que tiene por objetivo apoderarse de las riquezas de los demás
países árabes, intentando minar las experiencias exitosas de otros países como
Marruecos, atentando contra su destacado modelo nacional”.
Mohamed VI… el hombre que dijo la
verdad en voz alta y en mayúscula.
Nada puede ni debe asustar a
Israel y a los detractores de la nación árabe y del Islam que este discurso que
abre la vía ante otras “osadías” árabes o musulmanas para denunciar lo que se debía
denunciar y no se hizo, lo que se debía estigmatizar y se ha callado y lo que
se debía rechazar y se aceptó: “La situación es grave, sobre todo en el seno de
la escandalosa confusión de posturas y de la duplicidad de discursos que
expresan amistad y alianza, e intentos de atacar por la espalda.
Así pues, ¿qué quieren de
nosotros?”.
Mohamed VI diagnostica los
problemas pero aporta soluciones, plantea preguntas y propone soluciones: “Por
todo ello, se hace necesario abrir un diálogo sincero y profundo entre las
doctrinas del fiqh, con el fin de corregir las falsedades y manifestar la
verdadera imagen del Islam, volviendo a nuestros verdaderos valores tolerantes”.
¿Qué se puede decir más y que
sirva de valor añadido?
Nada. Mohamed VI lo dijo todo…
todo lo que se debía decir y no se dijo.
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