Cuanto màs lo reclaman Arabia Saudita, Turquía, Qatar y consorcio, màs obstinado
se muestra Bachar el Assad, que de fuentes fidedignas, ha querido irse decenas
de veces y que solo las fanfarronadas de algunos y una solida alianza le hacen
pensar en seguir donde está.
Pero, la verdad es, también es
cierto, que cuesta mucho…muchísimo creer en una democracia Qatari o una revolución
olor a petróleo. Quien no tiene no puede dar…ni desear. En Siria no es ninguna excepción.
Bastaría ver la actitud de Occidente, de los países del Golfo y Turquía ante la
recuperación del ejército sirio de Palmira o Tadamur, la perla del desierto
sirio, uno de los lugares antiguos màs majestuosos de Oriente Medio, presentada
como “ha pasado bajo control de Al Assad” y no de Siria.
Todo el mundo pone grito en el cielo: ¡Assad está ganando la guerra contra
Daesh!
Los gestos traicionan porque demuestran elocuentemente que muchos prefieren
Daesh al régimen siro.
Se han equivocado mil veces. Mil veces han vuelto a tropezar en la misma
piedra: La única manera de que el presidente Bachar Al Assad se vaya es ganando
la guerra contra el terrorismo bajo diferentes lupas y con diferentes ópticas.
En efecto, no se puede imaginar a un Bachar Al Assad o nadie de su “dinastía”
dirigir el país después de una supuesta victoria y antes de otra convulsión.
No. Con la vuelta a la normalidad y con la victoria frente al terrorismo y
a sus enemigos, el presidente Bachar Al Assad debe comprender ( de hecho, según
muchos indicios lo compren de) que no tiene futuro ni destino en una Siria
pos-terrorismo y pos-intervencionismo.
El problema no es si va o se queda, sino quién lo podría remplazar. Este es,
realmente, el rompecabezas infinitamente màs delicado y màs controvertido que
su permanencia o no al frente del estado sirio.
Hoy por hoy, con el sabor de las grandes victoria, Al Assad y los suyos han
comprendido que se acerca el momento de “decir adiós con la cabeza bien alta”
en caso de abstenerse EEUU, Israel,
Arabia saudita, Qatar, Turquía, Francia, Inglaterra etc. a inmiscuirse en los
asuntos internos de Siria, mejor que acabar ante un tribunal popular o ante un pelotón
de ejecución.
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