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Ayer las
miradas convergieron a Viena, donde Irán y los miembros del club de los 5+1
(EEUU, Rusia, China, RU, Francia y Alemania) alcanzaron un, según muchos, histórico acuerdo nuclear que viene a abrir un nuevo capítulo en las
relaciones internacionales con esta nación.
El acuerdo
y el levantamiento de las sanciones americanas y europeas contra Irán
constituyen, por otra parte, un fracaso, también “histórico” para Israel y
sobre todo para sus “aliados” árabes, que descubren, cada vez más, los límites
de la entidad sionista y el in fimo impacto que tiene no solo sobre Estados
Unidos, sino también la Unión Europea y el mundo en general.
Los que
apostaban por Benyamin Netanyahu se han dado cuenta de su monumental error… de apreciación
que les va a conducir a ser los grandes ausentes en el moldeo del nuevo Oriente
Medio a la luz del acuerdo alcanzado y la readaptación de los intereses de más
de una potencia mundial.
Se trata,
por otra parte, de un primer rasgo de lo que están siendo las relaciones
internacionales en las que no existen amigos ni enemigos, sino solo intereses.
El primer
ministro israelí y su gobierno hicieron del sabotaje de este acuerdo su cuestión
más estratégica, sufriendo uno de los pinchazos que van a conducir a Israel a
revalorizar su actitud y su gestión de los acontecimientos medí orientales. Lo
mismo harán los países árabes que “contaban” con Israel y sus “relaciones en el
mundo, especialmente ante las superpotencias.
Para Teherán
se trataba de una lección de cómo se debe y se puede vencer a Israel en su
propio campo y con sus propios “aliados”.
Hoy por hoy
las puertas están abiertas par en par para elegir entre Teherán o Tel Aviv y
sobre todo no tropezarse en la misma piedra más de una vez. Uno con todas las ventajas
en su favor y otra con todos los reveses habidos y por haber.
Tanto Barak
Obama como Poutine lo sabían desde el comienzo: “la mano que no puedes torcer, bésala”,
reza el refrán marroquí. La han besado en Viena… en coro.
No obstante
el verdadero vencedor de esta ronda ha sido/es Rusia que había previsto
atinadamente desde el comienzo, no pensando, como siempre, más que en sus
intereses.
Decíamos en
el titulo: la diplomacia de los vendedores de alfombras. En efecto, los 114
aviones Airbus por ano y un voluminoso paquete de contratos y de “inversiones” subterráneas
con EEUU, el Reino Unido e incluso con Alemania han surtido su efecto. Era
irresistible para los buitres americanos y europeos a los que, desde el
comienzo de estas negociación con Irán se les caía la salvia por el suculento
mercado iraní.
¿Han
comprendido?
Sin
embargo, es elemental, querido Watson.
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