Todos los “esfuerzos” convergen
hacia Siria. Irak es otra cosa. Allí, aparentemente “Daesh” se ha descarriado y se va a hacer lo
suficiente para volverlo a donde quieren. En Siria no. Los retos de una solución
podrían constituir los fundamentos de las nuevas esferas de influencia de la bipolarización
internacional, evidenciada en Siria pero negada o por lo menos ocultada por sus
componentes.
Ahora Moscú y Washington obran
para que las cosas sean atadas y bien atadas. Para ello, el enviado especial
del presidente ruso no se ha olvidado de efectuar el jueves pasado una visita “secreta”
a Israel.
Pero ¿Por qué secreta si a los demás
países visitados o por visitar a excepción de Arabia Saudita las visitas han
sido “publicas?
Entre EEUU e Israel todo es
secreto y entre ésta y Rusia también debe seguir el mismo sendero. Y no es
porque no se quiere “irritar” a los mandatarios árabes o islámicos, sino a sus
pueblos.
Rusia, hoy, es necesaria por
razones que nadie ignora. ¿Y mañana? Será otro día. Pero, hoy por hoy, el
capital de simpatía o por lo menos de “gratitud” de algunos regímenes árabes hacia
el Kremlin y sus inquilinos se está convirtiendo en miedo y hasta en rechazo,
aun implícito o en estado embrionario.
A Damasco no le han dejado otra
alternativa que entregarse cuerpo y alma entre los brazos del oso ruso.
Tanto monta, monta tanto, pero
el tiempo es capaz de aportar las soluciones. El 2016 está a la vuelta de la
esquina y las diferentes potencias (y hasta las que no lo son como Francia)
tratan de posicionarse en el tablero geopolítico mundial… que evidentemente
comienza y termina en Oriente Medio.
De/en los rusos no se debía confiar
y no somos nosotros los que lo vamos a decir al presidente sirio Bachar al
Assad a quien, en estrecha colaboración y coordinación con EEUU y algunos países
regionales, Rusia ha intentado derrocarlo amistosamente mil veces. Al final se
dio cuenta (o sus servicios secretos) de que nadie, salvo él, puede oponerse al
paso del gasoducto qatarí hacia Europa.
Por su parte EEUU lo intentó
todo, descubriendo, en cada infructuosa tentativa que Bachar Al-Assad no es
Ghaddafi ni Zine Al Abiddine Ben Ali ni siquiera Husni Mubarak y que Siria no
es Libia, ni Túnez ni Egipto.
Desde hace meses, Washington
busca alternativas: los kurdos, los….o …los. Todo el mundo, todo menos los
sirios árabes porque en su desesperada y aparentemente poco reflexionada búsqueda
de derrocar al régimen sirio descubrió que de lograrlo, nunca remetería lo suficiente
aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
De tal forma que entre Rusia que
insiste en se quede Bachar al Assad pero muestra toda la disponibilidad del
mundo a negociar su ida y Estados Unidos que no escatima esfuerzos alguno para
proclamar su inquebrantable propuesta de que se vaya el presidente sirio, pero
negociando “para que sea mucho más tarde, entre las dos concepciones y los dos
conceptos cabe la posibilidad de una convulsión regional protagonizada por los
aliados de unos (EEUU) y otra (Rusia).
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