Esglobal: Daesh, Sociedad Anónima: una empresa terrorista moderna Christina Schori Liang

Banderas del Estado Islámico vistas desde posiciones de los Peshmerga. (Karim Sahib/AFP/Getty Images)

En el último año, el mundo tiene una obsesión con el ascenso del Estado Islámico, el grupo terrorista más rico y violento de la historia moderna, que está reclutando combatientes extremistas de todo el mundo para lograr su objetivo de establecer un califato perdurable y en expansión. Daesh ha eclipsado a todos los demás grupos terroristas del escenario internacional convirtiendo el terror regional en una amenaza para la seguridad de alcance mundial. Lo ha hecho gracias a su capacidad de instituir un gobierno y un territorio autónomo semifuncional, su utilización de las herramientas comerciales del siglo XXI para crear una marca internacional y su estrategia de atraer a luchadores extranjeros. Su poder se basa también en una riqueza sin precedentes, obtenida mediante estrategias financieras variadas y complejas.
La reacción de Occidente ha estado motivada en gran parte por el deseo de estabilidad regional y el temor a que el terrorismo alimentado por el Estado Islámico se extienda a sus fronteras. Hasta ahora, en 2014 y 2015, Estados Unidos y los 60 miembros de su coalición han gastado la mayor parte de su presupuesto bélico en energía cinética. La coalición asegura que ha destruido alrededor de 13.781 objetivos, desde vehículos armados hasta instalaciones petrolíferas. El coste de la campaña, de agosto de 2014 a octubre de 2015, fue de un promedio de 11 millones de dólares diarios (unos 10 millones de euros), hasta un total de 4.750 millones de dólares.
A pesar de esa inversión, el Estado Islámico resiste. Es más, ha extendido su influencia más allá del Levante y Mesopotamia, con atentados en Egipto, Libia, Túnez y Yemen.
Ha recibido apoyo o declaraciones de afiliación de 42 grupos internacionales, de ellos, 30 en afiliación oficial, y 12 con su apoyo. Ha habido atentados cometidos por grupos como Ansar al Sharia en Libia, el Batallón Okba Ibn Nafaa en Túnez y Ansar Beit al Maqdis en el Sinaí egipcio, y han empezado a surgir facciones a su favor en Argelia y Gaza, mientras que otras escisiones en Afganistán y Pakistán han enviado combatientes a los campos de batalla de Siria e Irak. El Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) ha proclamado su apoyo y el grupo indonesio Abu Sayyaf también lo hizo en 2014.
La incapacidad de Occidente para contener a Daesh procede de su obsesión con que es un Estado terrorista y nada más. Pero es hoy un genuino actor estatal, aunque aún sea incipiente y no esté reconocido. No actúa desde un refugio dentro de un Estado que lo patrocina; es un Estado que proporciona refugio a terroristas y administra de forma implacable y sin compasión un territorio. Pero además se ha convertido en mucho más que un Estado hostil; es también una próspera empresa criminal. Hasta ahora, Occidente no ha conseguido impedir que obtenga ganancias económicas, caracterizadas por una fluidez y una abundancia inéditas. La variada cartera financiera lo convierte en la organización terrorista más rica de la historia: se le calcula un patrimonio de 2.000 millones de dólares.
¿Cuál es su faceta empresarial? ¿Debería Occidente seguir una estrategia con un enfoque mucho más amplio e integral para luchar contra el Estado Islámico?
La estrategia empresarial de Daesh
El Estado Islámico es eficiente porque lleva a cabo su actividad criminal y terrorista con una perspicacia empresarial que no tiene precedente histórico. La organización antecesora, el Estado Islámico de Irak, recopiló una lista de lecciones aprendidas a partir de lo que consideraba la incapacidad de Al Qaeda para utilizar con eficacia sus recursos financieros. Entre ellas estaban el no haber repartido fondos entre las células locales y el no haber sabido adquirir una fuente habitual de financiación. Basándose en los fallos de Al Qaeda, rediseñó una estrategia empresarial moderna para dirigir sus operaciones terroristas.
Además, tiene un plan corporativo construido a partir de un modelo elaborado por Samir Abd Muhammad al Khifani, antiguo coronel de los servicios de inteligencia en las fuerzas aéreas de Sadam Husein. Apodado el Señor de las sombras, diseñó minuciosamente la estructura original de Daesh. Su plan maestro representa el código fuente para crear y dirigir un Estado Espía Islámico similar a la Stasi, los famosos servicios de información interior de Alemania Oriental. El plan detalla cómo reclutar seguidores, cómo identificar fuentes de ingresos y cómo atacar a familias influyentes y rivales militares. Lo fundamental son los resultados: ha formulado sus objetivos estratégicos, con el horizonte de 2020, y 14 indicadores fundamentales que miden su rendimiento mensual y las inversiones en cada región. Para resaltar su transparencia y su profesionalidad, publica un informe anual que presenta su estrategia empresarial de terror y destrucción, con las inversiones concretas e incluso detallando el coste de cada atentado suicida.
La marca
También ha sabido administrar su marca estratégica. Utiliza las herramientas de Internet para difundir su visión del Califato. A la manera de una empresa start up, conserva su ventaja competitiva con el brazo mediático de Al Hayat, que supervisa varias divisiones de medios de comunicación y ofrece a cada provincia contenidos en los que se rinde homenaje a los combatientes y se ensalzan las proezas en el campo de batalla. Su envío estratégico de mensajes y su uso de los medios como arma psicológica sirve para aumentar su poder, atraer a combatientes extranjeros y nuevos ciudadanos y adquirir mayores recursos económicos. No solo ha poblado las plataformas de las redes sociales sino que ha reunido una red mundial de seguidores que articulan, magnifican y divulgan sus mensajes extremistas y violentos por todo el mundo. Hasta ahora se ha hecho muy poco para contrarrestar la campaña digital del Estado Islámico.
Uno de los instrumentos más poderosos con los que cuenta es la creación de su marca y su imagen, unida a la idea de que es un Califato moderno. Al crear ese concepto, se presenta como la vanguardia del islam militante, el único movimiento yihadista legitimado para controlar un territorio y gobernar un pseudoestado. Asegura ofrecer un modo de vida auténtico, distinto del laicismo. Su maquinaria de propaganda afirma que proporciona servicios médicos, sociales, de policía y de auxilio, y una administración eficaz.
Daesh ha intentado mantener a su personal de servicio público en los puestos de trabajo de las estructuras de gobierno que ya existían. Algunos servicios incluso se financian desde Bagdad, que sigue pagando el suelo de los empleados públicos. El Estado Islámico, por su parte, obliga a esos empleados a dar un porcentaje de su salario en concepto de zakat y a los musulmanes con recursos económicos a pagar una parte de su dinero y sus bienes a la hacienda del Califato. Cuenta con un ministerio de zakat, encargado de recaudar el dinero, que asegura utilizar para los habitantes del territorio más necesitados. Una investigación publicada hace unas semanas por Aymenn al Tamimi revela que, según documentos de Daesh, obtenidos por fuentes partidarias y contrarias a la organización, todo indica “un sistema burocrático con un grado de complejidad y profesionalidad que seguramente hace que el Estado Islámico sea sostenible incluso asediado”.
La afirmación de que el grupo es el verdadero Estado Islámico ha facilitado su reclutamiento de occidentales, miles de los cuales se han unido a sus filas. El llamamiento a que la gente se una no se basa sólo en la idea romántica de una fuerza islámica de combate en ascenso; además, el califato utiliza intereses más laicos y anuncia la oferta de puestos de trabajo, un salario mensual regular, una mujer o un marido y, en algunos casos, incluso una casa.
Daesh sostiene que el nuevo “califato es integrador y permite a los musulmanes practicar su religión sin discriminaciones”. Incluso quienes tienen un pasado delictivo o conflictivo tienen oportunidad de ser extraordinarios de la noche a la mañana. El combatiente canadiense Abu Muslin al Canadi (André Poulin) capturó el llamamiento en un vídeo hecho público en septiembre de 2014.
“Todo el mundo tiene su papel. Todas las personas pueden aportar algo al Estado Islámico… Si no puedes luchar, da dinero, si no puedes dar dinero, ayuda con la tecnología, si no puedes ayudar con la tecnología, aprovecha alguna otra aptitud”.
Sus hazañas militares también atraen a muchos. Entre los dirigentes hay antiguos oficiales de los servicios militares y de inteligencia del régimen de Sadam Husein. Hasta septiembre de 2015, el ejército de Daesh ha absorbido aproximadamente 25.000 combatientes extranjeros de más de 100 países distintos, entre ellos 4.500 occidentales. Los extranjeros aportan nuevas aptitudes, y cobran los sueldos más altos, entre 400 y 1.200 dólares al mes. Los salarios son un incentivo para los combatientes en Siria: se dice que algunos miembros del Ejército Libre Sirio han dejado sus puestos, en los que ganaban 60 dólares al mes, para ir al grupo de Al Nusra, que les ofrecía 300, y, al final, se incorporaron a la organización, que les ofrecía mejores sueldos, vivienda y posibilidad de ascensos.
Además de soldados, los combatientes extranjeros proporcionan nuevos ingresos, bien mediante depósitos a los que acceden después en las zonas cercanas al Estado Islámico, bien con dinero que transportan ellos mismos. Asimismo, Daesh recauda fondos en Internet, a través de Skype y Twitter o mediante remesas de dinero y tarjetas internacionales de prepago.
Petróleo
El petróleo es su oro negro. Según datos de septiembre de 2015, el Estado Islámico controla 10 yacimientos en Siria e Irak. La riqueza del crudo tiene varios usos: cubre las necesidades energéticas de los 10 millones aproximados de civiles que viven en territorio de Daesh y ayuda a alimentar la maquinaria de guerra. Y, sobre todo, es una baza importante para controlar a los enemigos. Muchas fuerzas de oposición necesitan el gasóleo de Daesh.
Vende la mayor parte de su crudo directamente a comerciantes independientes en los yacimientos, mediante un sistema organizado. Los camiones cisterna hacen cola durante semanas para acceder a la valiosa materia prima. Los cálculos de los comerciantes locales y los ingenieros sitúan la producción de petróleo en el territorio de Estado Islámico en unos 34.000-40.000 barriles diarios. Se vende en origen a un precio de entre 20 y 45 dólares el barril, por lo que la organización obtiene una media de 1,5 millones de dólares al día. El vicesecretario del Tesoro de Estados Unidos encargado de las finanzas del terrorismo afirma que, en un periodo de un mes este mismo año, Daesh obtuvo alrededor de 40 millones de dólares de la venta de petróleo. Una gran parte del dinero que ha recaudado desde junio de 2014 procede de los yacimientos y las refinerías.
Por otra parte, el petróleo es también una forma de blanquear dinero. Se introduce de contrabando en Irak y Kurdistán y en Siria, a través de una oscura red de delincuentes que emplean camiones y burros para recorrer las rutas por el desierto y las montañas o utilizan pasos fronterizos legales para vender el crudo en Turquía, Irán y Jordania. Muchas rutas existían ya antes para sortear las sanciones de la ONU contra Irak. Si los descubren, sobornan a los guardias fronterizos pobres de Irak, Siria, Irán y Turquía.
Además, el petróleo le da la capacidad de extorsionar al régimen de Bashar al Assad. El gas alimenta el 90% de la red eléctrica de Siria, que suministra energía tanto al grupo terrorista como al régimen de Al Assad. El Estado Islámico controla un mínimo de ocho centrales eléctricas en Siria, incluidas tres instalaciones hidroeléctricas y la mayor central de gas del país. La mayor cooperación entre Daesh y el régimen sirio es la que ejercen a propósito del gas que sirve de base al suministro eléctrico.
Las dos partes del conflicto llevan a cabo ataques contra las infraestructuras energéticas del rival, en un intento de obtener mejores condiciones, pero ninguna de las dos quiere llegar a destruirlas.
La riqueza que obtiene del petróleo depende de su capacidad de refinar y transportar el crudo. Por ese motivo, ha construido oleoductos subterráneos y unas refinerías rudimentarias, tanto móviles como estacionarias. Las fuerzas de la coalición han atacado ambos tipos de infraestructuras y, hasta finales de 2014, habían destruido 16 refinerías móviles. Sin embargo, el Estado Islámico puede reconstruir una refinería móvil en sólo 10 días y por sólo 230.000 dólares.
Extorsión e impuestos
Otra fuente de ingresos es el cobro de impuestos a todas las personas y todas las mercancías que cruzan sus territorios y la expropiación de terrenos y propiedades de quienes han huido. Daesh ya tenía un control criminal de Mosul antes de capturarla. Los miembros de la organización actuaban como “mafias del crimen organizado, controlando todos los recursos económicos de la provincia”, según una investigación del Parlamento iraquí sobre las causas de la caída de la ciudad. De acuerdo con el informe, el Estado Islámico ganaba 11 millones de dólares al mes gracias al crimen organizado, con un complicado sistema impositivo. Recaudaba dinero de distintos grupos sociales y fijaba impuestos sobre todo.
En los territorios controlados por Daesh, existe un impuesto sobre la renta del 10%, un impuesto de sociedades del 10-15% y un impuesto sobre el valor añadido del 2% que se aplica a las adquisiciones diarias. Hay impuestos de carreteras e impuestos de aduana para los vehículos que atraviesan el territorio, así como impuestos para el contrabando de drogas y armas. Además, se beneficia de losimpuestos de salida de hasta 1.000 dólares, que pagan los que pueden para irse del territorio. Por temor a que se vayan muchos, exige que los civiles cedan títulos de propiedad de coches y viviendas familiares para salir sólo durante dos semanas. Los cristianos están obligados a pagar, salvo que se conviertan al islam, la yizia, una tasa religiosa o impuesto de protección.
Las cosechas de alimentos también sirven para financiar el terrorismo. La FAO calcula que Daesh controla en la actualidad más del 40% de las tierras de cultivo de trigo en Irak. Dice que obliga a los agricultores a pagar el zakat con parte de su trigo y su cebada. Además, domina los silos de trigo, cinco grandes fábricas de cemento y una mina de fosfato.
Ha obtenido también dinero con el saqueo de dos bancos estatales en Mosul y más de 90 entidades privadas, con un valor de entre 500 y 1.000 millones de dólares. El saqueo del Banco Central de Mosul proporcionó aproximadamente 425 millones de dólares. Estados Unidos calcula que, sólo en efectivo, la organización tiene acceso al equivalente a 500 millones de dólares, por lo menos.
Antigüedades
Daesh se ha adueñado de uno de los yacimientos arqueológicos más ricos del mundo, una importante fuente de ingresos. Los artículos robados en Al Nabuk le han proporcionado hasta 36 millones de dólares. A medida que saquea lugares como Nimrud, Nínive y Hatra, aparecen cada vez más artículos en los mercados mundiales de antigüedades, el mercado negro o Ebay. La Asociación para la Protección de la Arqueología Siria informa que hay más de 900 monumentos y yacimientos arqueológicos saqueados, dañados o totalmente destruidos.
Este comercio de antigüedades, cada vez más abundante, recibe el apelativo de antigüedades de sangre, y, si bien los artículos son más difíciles de vender que los diamantes de sangre, son mucho más valiosos. La Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos dice que las importaciones de artefactos antiguos de Irak se multiplicó por cuatro entre 2010 y 2014, hasta alcanzar aproximadamente 3,5 millones de dólares. Entre las piezas más solicitadas están las antiguas tabletas cuneiformes, los sellos de cilindro, las vasijas, las monedas, el cristal y, sobre todo, los mosaicos. Probablemente solo se recuperarán unos pocos de los miles de artefactos robados en Siria e Irak. Hasta el momento es imposible calcular cuánto dinero está ganando el Estado Islámico con ello, porque los artículos tardarán decenios en reaparecer. Como referencia, unas antigüedades camboyanas robadas durante la guerra civil aparecieron en subasta 40 años después. A principios de este año, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución para prohibir el comercio de materiales culturales adquiridos ilegalmente.
Refugiados yazidíes celebran la liberación de Sinjar, tomada por el Estado Islámico. (John Moore/Getty Images)
Refugiados yazidíes celebran la liberación de Sinjar, tomada por el Estado Islámico. (John Moore/Getty Images)
Tráfico, secuestros y contrabando de personas
El Estado Islámico ha cometido una cantidad sobrecogedora de violaciones de los derechos humanos contra comunidades enteras por su religión o su etnia. La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha informado de que Daesh tenía “la intención… de destruir a los yazidíes como grupo” y que es posible que haya cometido un genocidio. Los malos tratos a menores están generalizados. Adoctrina de forma sistemática a los niños y los entrena para ser futuros combatientes, además de obligarlos a presenciar atrocidades. Las violaciones de los derechos humanos así cometidas han causado una de las mayores catástrofes humanas del siglo XXI, con miles de personas esclavizadas o asesinadas y millones de desplazados internos, refugiados y emigrantes.
Las violaciones de los derechos humanos son un instrumento de terror y una fuente de ingresos. En su publicación digital Dābiq, Daesh defiende la esclavitud de las mujeres y las niñas, a las que compran y venden en subastas de esclavos. El ministerio de estudios sobre el Estado Islámico y la fatua estableció las líneas maestras sobre la esclavitud, un extenso manual que justifica la violencia y dice que las agresiones sexuales son espiritualmente beneficiosas. Aunque los precios de las esclavas son muy bajos, los familiares que quieren recuperar a sus hijas y sus mujeres tienen que pagar rescates de hasta 3.000 dólares.
También tiene un departamento especial dedicado a los secuestros para obtener rescates. Los secuestros tienen muchas ventajas: como fuente de ingresos, como forma de adquirir esposas para los combatientes y como medio para conseguir nuevos reclutas militares. Además, los secuestros ayudan a controlar a los medios, porque la amenaza de ser capturados hace que muchos periodistas no vayan a los territorios del Estado Islámico. Según Reporteros sin Fronteras, desde 2011 han muerto 181 periodistas en Siria. El año pasado, los secuestros proporcionaron 45 millones de dólares a los terroristas. Los secuestros para obtener rescates son un negocio complejo. Unos servicios especiales de inteligencia dentro de Daesh emplean una red de informadores, espías, secuestradores y carceleros.
Daesh atrae a miembros del crimen organizado con motivos para atacar objetivos occidentales. En febrero de 2015, unos delincuentes conectados con Rusia y con base en Moldavia intentaron vender cesio a cambio de 2,5 millones de euros. Este caso muestra la creciente relación entre crimen y terrorismo, con grupos criminales que acuden al Estado Islámico y Al Qaeda porque es sabido que estos han expresado su deseo de emplear armas de destrucción masiva.
Tecnología y delitos informáticos
La amenaza que representa puede verse agravada por la aparente inversión del grupo en tecnología de la información y las comunicaciones. Hasta ahora no ha sido capaz de llevar a cabo ningún gran ataque cibernético. A principios de 2015, unos piratas informáticos que aseguraban pertenecer a Daesh dieron a conocer un vídeo en el que amenazaban con ataques cibernéticos contra Estados Unidos, Europa y Australia. Al mismo tiempo, destruyó la página web de CENTCOM, publicó en Twitter los nombres y direcciones de soldados estadounidenses e instó a sus seguidores en EE UU a matarlos. Por el momento, el grupo se ha centrado sobre todo en enviar mensajes estratégicos a través de Facebook, Twitter, Tumblr, SoundCloud, AskFM, Instagram y otras aplicaciones. Últimamente, está usando Telegram, un centro de operaciones y almacén de conversaciones totalmente encriptado en el que ofrece informaciones y que utiliza como una herramienta de hawala (uno de los sistemas de transferencia informal de fondos) electrónica. Además, ha creado una infraestructura operativa en Telegram en un mínimo de 13 idiomas diferentes. En general, utiliza Internet para reclutar combatientes y empleados, emitir propaganda, obtener armas, ofrecer consejos sobre herramientas de encriptado y criptomonedas para la financiación. Está captando piratas informáticos para su ciberejército con la esperanza de atacar a Occidente, lograr más donaciones y aumentar los delitos informáticos.
¿Cómo responder?
La fuerza del Estado Islámico reside en el hecho de poseer sus propios medios de generar ingresos y financiarse. Hasta ahora, Estados Unidos y las fuerzas de la coalición están perdiendo la guerra contra la organización, y la situación geopolítica sigue deteriorándose. La intervención de Rusia ha complicado aún más la compleja red de alianzas y rivalidades en Siria. Mientras Daesh posea territorios, más creíble es su califato, con las consiguientes pretensiones políticas, ideológicas, sociales y económicas. Para responder al reto, la comunidad internacional necesita centrarse en tres pilares: Ejército, mercados y mensajes.
El Ejército tiene un papel importante a la hora de eliminar a Daesh. Sin embargo, hasta ahora, la campaña aérea está obteniendo pocos resultados. Los drones causan centenares de bajas entre la población civil, que ayudan a los terroristas a reclutar nuevos combatientes. Es necesario encontrar otras soluciones. Sin embargo, que haya más botas sobre el terreno es arriesgado, porque su presencia reforzará la afirmación de los terroristas de que es objeto de ataques y alimentará su propaganda y, por consiguiente, su campaña de reclutamiento en todo el mundo. Es importante apoyar a los grupos moderados de oposición en Siria, el Ejército iraquí y las fuerzas peshmerga kurdas para contener a los terroristas y, con el tiempo, apartarlo del poder. Hará falta tiempo y será necesario presionar al Gobierno central iraquí, de mayoría chií, para que modifique su actitud sectaria y ayude a acabar con las injusticias que sufren los suníes y que contribuyen a alimentar la insurgencia.
Además, la comunidad mundial debe destruir los mercados terroristas. La savia de cualquier organización terrorista es su capacidad de obtener fondos. Daesh está explotando económicamente a los 10 millones de personas y los recursos que están bajo su poder. Ejerce un gobierno explotador y utiliza medios lícitos e ilícitos para financiarse. Aunque un informe reciente afirma que la organización se va a encontrar pronto con que tiene más gastos de los que puede sufragar, ese análisis no tiene en cuenta que dispone tanto de mercados internos como externos, lícitos e ilícitos, con sus vecinos y con seguidores de todo el mundo. El hecho de que actúe en gran parte como una organización mafiosa le permite operar aunque se quede aislado. Corea del Norte es un ejemplo de Estado mafioso que utiliza la misma estrategia. Aunque el país está muy apartado del sistema financiero mundial desde los años 70, ha podido financiar su armamento nuclear a través de las actividades económicas delictivas en muchas partes del mundo. El Estado Islámico no es tan vulnerable como otros grupos terroristas porque puede aprovechar su propia base fiscal, con la posesión de un territorio del que extraen impuestos y obtienen dinero a su antojo.
La comunidad internacional trabaja con ahínco para eliminar la financiación del terrorismo desde los atentados cometidos por Al Qaeda el 11S. En 2001, el Grupo de Acción Financiera amplió su mandato para incluir la financiación del terrorismo. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Egmont Group se han involucrado cada vez más en la lucha contra la financiación del terrorismo. En el ámbito internacional, la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad exige a todos los miembros de la ONU que penalicen el uso o la recogida de dinero destinado al terrorismo; además de congelar cuentas, negar ayuda y refugio a quienes financien, planeen, apoyen o cometan actos terroristas.
Algunas medidas parecen estar funcionando. El líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, ya no puede ofrecer mucha ayuda económica a sus afiliados. Sin embargo, no por eso ha perdido poder. Sucursales de Al Qaeda como Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), Al Qaeda en la Península Arábiga y Al Shabaab recurren cada vez más a actividades ilegales como los secuestros, el contrabando de drogas, armas, animales, carbón, petróleo, gas, madera, metales preciosos y personas para sustituir sus fuentes de ingresos anteriores. Eso les ha permitido no sólo independizarse sino ser más ricos y poderosos.
La ONU ha aprobado cuatro resoluciones fundamentales sobre la financiación de Daesh. En marzo de 2015 se creó el Grupo de Lucha contra la financiación del Estado Islámico. Aunque han entrado en vigor leyes importantes, ha servido de poco, porque el grupo utiliza mercados extraoficiales y parece llevar a cabo la mayoría de sus transacciones en países con normativas débiles o no respetadas.
El terrorismo sólo puede detenerse si toda la sociedad se implica en la lucha contra la radicalización, no sólo los gobiernos sino la sociedad política y civil, en especial los líderes comunitarios y religiosos. En febrero de 2015, la Casa Blanca convocó una cumbre sobre la Lucha contra los Extremismos Violentos que reunió a dirigentes internacionales para discutir cómo elaborar y desarrollar estrategias comunitarias para combatir las ideologías extremistas y de odio que radicalizan, captan o incitan a otros a la violencia. Muchos países están empezando a ampliar sus operaciones antiterroristas y a incluir programas de prevención y desradicalización. Eso significa que hay que hacer mucho trabajo para comprender los factores incitadores, las condiciones de fondo y las causas fundamentales que conducen al extremismo.
La Resolución 2178 del Consejo de Seguridad, de septiembre de 2014 (sobre las amenazas de organizaciones terroristas contra la paz internacional) ha contribuido a movilizar a la comunidad internacional en la concepción de mejores soluciones para luchar contra el extremismo violento. Existe un consenso cada vez mayor de que son necesarios instrumentos contra la ideología que impulsa ese extremismo violento, porque el poderío militar no puede derrotarlo por sí solo. Sería útil pensar en Daesh no sólo como un Estado hostil sino como una empresa maléfica cuyos mercados y mensajes es necesario contener. Para reforzar la cooperación internacional contra la financiación del terrorismo y los extremismos violentos es preciso hacer las mismas inversiones sostenidas que reciben en la actualidad las actividades militares.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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