En Europa y en la inmensa mayoría
de los países del mundo (aunque no lo dicen debido a la solidaridad atlantista),
el derribo del SU-24 ruso en territorio sirio cuando llevaba a cabo incursiones
contra “Dae’sh” y demás bandas terroristas en la zona, ilustra cabalmente la relación
entre Turquía y estos grupos terroristas.
Ankara tenia objetivos y recibió
promesas. Ni se realizaron los objetivos ni se cumplieron las promesas. Hasta
Estados Unidos, comanditario indirecto del derribo se desmarca paulatina e
inteligentemente de la irreflexionada acción del ejercito turco, instando a la “retención”
y a la “clarividencia para zanjar las divergencias de todo orden”.
La OTAN tampoco
quiere “mojarse” y sabe pertinentemente que no seria juicioso abrir otro frente
(además de Ucrania) con Rusia. Los “aliados” árabes hasta los cómplices en el
apoyo y financiación del terrorismo, estiman que el derribo ha sido una “indicación
exageradamente flagrante de la implicación de todos en las acciones terroristas”.
Total los “derecho a proteger
su espacio aéreo” y “inaceptable violar el espacio aéreo” ha cedido ante: “no sabíamos
que el aparato era ruso (¿Quién posee en la región SU-24” de este tipo?)” o incluso “
que Rusia es un país amigo con el que nos gustaría mantener las mejores relación
es”.
No cabe duda: hasta los
aliados en el apoyo a “Dae’sh” no se han atrevido a in densificar la estrategia
del caos, preconizada antes del derribo del aparato ruso a fin de crear una
nueva situación y un nuevo alcance estratégico-geopolítico en la zona.
Ankara se echo atrás. Rusia
no. Y ambas actitudes explican el comienzo de una nueva situación en Siria y en
la región.
Los próximos días van a ser
decisivos.
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