En Siria, todo el mundo lo
sabe o comienza a saberlo lo que está en
juego es la vida de miles de personas. Todo el mundo… menos, al parecer,
Francia y algunos de sus máximos dirigentes.
Al presidente François
Hollande no parece importarle mucho tantas pérdidas en vidas humanas ni tanto
caos ni lo que podría acarrear todo esto en un futuro próximo.
Al presidente galo lo único
que le importa es el revelo en la cúpula siria, pero su ministro de exteriores,
Laurent Fabius habla y no sabe lo que dice. Aprecien: “Estamos examinando la
posibilidad de incorporar al ejercito sirio en la lucha anti-terrorista”.
“Incorporar al ejército sirio
en la lucha contra ‘Dae’sh’”. De hecho ¿Quién combate esta lacra más que el
ejército sirio? Luego… “incorporando al ejercito sirio en la lucha contra
‘Daesh’”, armando y teledirigiendo, al mismo tiempo a la “oposición” siria (Al
Qaida, Annosra y compinches) equivale a un inaceptable contradicción y una
imperdonable incongruencia en el léxico diplomático y militar.
Me explico: ¿A quién “combate”
la oposición siria? Sino a este ejercito que el Sr. Fabius examina la
posibilidad de “incorporar a la lucha anti-‘Dae’sh”.
¿O acaso, como su presidente
comienza a hablar sin necesidad de un mandato o de una procuración en nombre
del pueblo sirio y ahora hasta de su ejército?
Probablemente el ejército
sirio está contra Bachar al-Assad. Y en este caso ¿Cómo resiste desde hace 5
años a esta guerra planetaria? Alguien diria: gracias a Rusia y a Hizbollah.
Tal vez, pero frente a Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, casi todos los
países árabes, especialmente los del Golfo, Turquía, Israel, Canadá, Australia
y una interminable etcétera. Y un ejercito de oposiciones, a veces llamada
“moderada”, otras “resistencia” y muchas veces “anti-todo”.
Personalmente no quisiera
creer que Rusia y Hizbellah son lo que muchos le acuerdan porque esto seria la
vuelta a la monopolarización política y militar en el mundo, comenzando por
Oriente Medio y no es bueno para nadie.
En una solución política de la
crisis siria (y en todas las crisis árabes) Francia no debe jugar ningún papel.
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