En el último año, el mundo tiene una obsesión con el ascenso del
Estado Islámico, el grupo terrorista más rico y violento de la historia
moderna, que está reclutando combatientes extremistas de todo el mundo
para lograr su objetivo de establecer un califato perdurable y en expansión.
Daesh ha eclipsado a todos los demás grupos terroristas del escenario
internacional convirtiendo el terror regional en una amenaza para la
seguridad de alcance mundial. Lo ha hecho gracias a su capacidad de
instituir un gobierno y un territorio autónomo semifuncional, su
utilización de las herramientas comerciales del siglo XXI para crear una
marca internacional y su estrategia de atraer a luchadores extranjeros.
Su poder se basa también en una riqueza sin precedentes, obtenida
mediante estrategias financieras variadas y complejas.
La reacción de Occidente ha estado motivada en gran parte por el
deseo de estabilidad regional y el temor a que el terrorismo alimentado
por el Estado Islámico se extienda a sus fronteras. Hasta ahora, en 2014
y 2015, Estados Unidos y los 60 miembros de su coalición han gastado la
mayor parte de su presupuesto bélico en energía cinética. La coalición
asegura que ha destruido alrededor de 13.781 objetivos, desde vehículos
armados hasta instalaciones petrolíferas. El coste de la campaña, de
agosto de 2014 a octubre de 2015, fue de un promedio de 11 millones de
dólares diarios (unos 10 millones de euros), hasta un total de 4.750
millones de dólares.
A pesar de esa inversión, el Estado Islámico resiste. Es más, ha
extendido su influencia más allá del Levante y Mesopotamia, con
atentados en Egipto, Libia, Túnez y Yemen.
Ha recibido apoyo o declaraciones de afiliación de 42 grupos
internacionales, de ellos, 30 en afiliación oficial, y 12 con su apoyo.
Ha habido atentados cometidos por grupos como Ansar al Sharia en Libia,
el Batallón Okba Ibn Nafaa en Túnez y Ansar Beit al Maqdis en el Sinaí
egipcio, y han empezado a surgir facciones a su favor en Argelia y Gaza,
mientras que otras escisiones en Afganistán y Pakistán han enviado
combatientes a los campos de batalla de Siria e Irak. El Movimiento
Islámico de Uzbekistán (MIU) ha proclamado su apoyo y el grupo indonesio
Abu Sayyaf también lo hizo en 2014.
La incapacidad de Occidente para contener a Daesh procede de su
obsesión con que es un Estado terrorista y nada más. Pero es hoy un
genuino actor estatal, aunque aún sea incipiente y no esté reconocido.
No actúa desde un refugio dentro de un Estado que lo patrocina; es un
Estado que proporciona refugio a terroristas y administra de forma
implacable y sin compasión un territorio. Pero además se ha convertido
en mucho más que un Estado hostil; es también una próspera empresa
criminal. Hasta ahora, Occidente no ha conseguido impedir que obtenga
ganancias económicas, caracterizadas por una fluidez y una abundancia
inéditas. La variada cartera financiera lo convierte en la organización
terrorista más rica de la historia: se le calcula un patrimonio de 2.000
millones de dólares.
¿Cuál es su faceta empresarial? ¿Debería Occidente seguir
una estrategia con un enfoque mucho más amplio e integral para luchar
contra el Estado Islámico?
La estrategia empresarial de Daesh
El Estado Islámico es eficiente porque lleva a cabo su actividad
criminal y terrorista con una perspicacia empresarial que no tiene
precedente histórico. La organización antecesora, el Estado Islámico de
Irak, recopiló una lista de lecciones aprendidas a partir de lo
que consideraba la incapacidad de Al Qaeda para utilizar con eficacia
sus recursos financieros. Entre ellas estaban el no haber repartido
fondos entre las células locales y el no haber sabido adquirir una
fuente habitual de financiación. Basándose en los fallos de Al Qaeda,
rediseñó una estrategia empresarial moderna para dirigir sus operaciones
terroristas.
Además, tiene un plan corporativo construido a partir de un modelo
elaborado por Samir Abd Muhammad al Khifani, antiguo coronel de los
servicios de inteligencia en las fuerzas aéreas de Sadam Husein. Apodado
el Señor de las sombras, diseñó minuciosamente la estructura original de Daesh. Su plan maestro representa el código fuente para crear y dirigir un Estado Espía Islámico similar
a la Stasi, los famosos servicios de información interior de Alemania
Oriental. El plan detalla cómo reclutar seguidores, cómo identificar
fuentes de ingresos y cómo atacar a familias influyentes y rivales
militares. Lo fundamental son los resultados: ha formulado sus objetivos
estratégicos, con el horizonte de 2020, y 14 indicadores fundamentales
que miden su rendimiento mensual y las inversiones en cada región. Para
resaltar su transparencia y su profesionalidad, publica un informe anual
que presenta su estrategia empresarial de terror y destrucción, con las
inversiones concretas e incluso detallando el coste de cada atentado
suicida.
La marca
También ha sabido administrar su marca estratégica. Utiliza las
herramientas de Internet para difundir su visión del Califato. A la
manera de una empresa start up, conserva su ventaja competitiva con el brazo mediático de Al Hayat,
que supervisa varias divisiones de medios de comunicación y ofrece a
cada provincia contenidos en los que se rinde homenaje a los
combatientes y se ensalzan las proezas en el campo de batalla. Su envío
estratégico de mensajes y su uso de los medios como arma psicológica
sirve para aumentar su poder, atraer a combatientes extranjeros y nuevos
ciudadanos y adquirir mayores recursos económicos. No solo ha poblado
las plataformas de las redes sociales sino que ha reunido una red
mundial de seguidores que articulan, magnifican y divulgan sus mensajes
extremistas y violentos por todo el mundo. Hasta ahora se ha hecho muy
poco para contrarrestar la campaña digital del Estado Islámico.
Uno de los instrumentos más poderosos con los que cuenta es la
creación de su marca y su imagen, unida a la idea de que es un Califato
moderno. Al crear ese concepto, se presenta como la vanguardia del islam
militante, el único movimiento yihadista legitimado para
controlar un territorio y gobernar un pseudoestado. Asegura ofrecer un
modo de vida auténtico, distinto del laicismo. Su maquinaria de
propaganda afirma que proporciona servicios médicos, sociales, de
policía y de auxilio, y una administración eficaz.
Daesh ha intentado mantener a su personal de servicio público en los
puestos de trabajo de las estructuras de gobierno que ya existían.
Algunos servicios incluso se financian desde Bagdad, que sigue pagando
el suelo de los empleados públicos. El Estado Islámico, por su parte,
obliga a esos empleados a dar un porcentaje de su salario en concepto de
zakat y a los musulmanes con recursos económicos a pagar una
parte de su dinero y sus bienes a la hacienda del Califato. Cuenta con
un ministerio de zakat, encargado de recaudar el dinero, que asegura
utilizar para los habitantes del territorio más necesitados. Una
investigación publicada hace unas semanas por Aymenn al Tamimi revela
que, según documentos de Daesh, obtenidos por fuentes partidarias y
contrarias a la organización, todo indica “un sistema burocrático con un
grado de complejidad y profesionalidad que seguramente hace que el
Estado Islámico sea sostenible incluso asediado”.
La afirmación de que el grupo es el verdadero Estado Islámico ha
facilitado su reclutamiento de occidentales, miles de los cuales se han
unido a sus filas. El llamamiento a que la gente se una no se basa sólo
en la idea romántica de una fuerza islámica de combate en ascenso;
además, el califato utiliza intereses más laicos y anuncia la oferta de
puestos de trabajo, un salario mensual regular, una mujer o un marido y,
en algunos casos, incluso una casa.
Daesh sostiene que el nuevo “califato es integrador y permite a los
musulmanes practicar su religión sin discriminaciones”. Incluso quienes
tienen un pasado delictivo o conflictivo tienen oportunidad de ser
extraordinarios de la noche a la mañana. El combatiente canadiense Abu
Muslin al Canadi (André Poulin) capturó el llamamiento en un vídeo hecho
público en septiembre de 2014.
“Todo el mundo tiene su papel. Todas las personas pueden aportar algo
al Estado Islámico… Si no puedes luchar, da dinero, si no puedes dar
dinero, ayuda con la tecnología, si no puedes ayudar con la tecnología,
aprovecha alguna otra aptitud”.
Sus hazañas militares también atraen a muchos. Entre los dirigentes
hay antiguos oficiales de los servicios militares y de inteligencia del
régimen de Sadam Husein. Hasta septiembre de 2015, el ejército de Daesh
ha absorbido aproximadamente 25.000 combatientes extranjeros de
más de 100 países distintos, entre ellos 4.500 occidentales. Los
extranjeros aportan nuevas aptitudes, y cobran los sueldos más altos,
entre 400 y 1.200 dólares al mes. Los salarios son un incentivo para los
combatientes en Siria: se dice que algunos miembros del Ejército Libre
Sirio han dejado sus puestos, en los que ganaban 60 dólares al mes, para
ir al grupo de Al Nusra, que les ofrecía 300, y, al final, se
incorporaron a la organización, que les ofrecía mejores sueldos,
vivienda y posibilidad de ascensos.
Además de soldados, los combatientes extranjeros proporcionan nuevos
ingresos, bien mediante depósitos a los que acceden después en las zonas
cercanas al Estado Islámico, bien con dinero que transportan ellos
mismos. Asimismo, Daesh recauda fondos en Internet, a través de Skype y
Twitter o mediante remesas de dinero y tarjetas internacionales de
prepago.
Petróleo
El petróleo es su oro negro. Según datos de septiembre de
2015, el Estado Islámico controla 10 yacimientos en Siria e Irak. La
riqueza del crudo tiene varios usos: cubre las necesidades energéticas
de los 10 millones aproximados de civiles que viven en territorio de
Daesh y ayuda a alimentar la maquinaria de guerra. Y, sobre todo, es una
baza importante para controlar a los enemigos. Muchas fuerzas de
oposición necesitan el gasóleo de Daesh.
Vende la mayor parte de su crudo directamente a comerciantes
independientes en los yacimientos, mediante un sistema organizado. Los
camiones cisterna hacen cola durante semanas para acceder a la valiosa
materia prima. Los cálculos de los comerciantes locales y los ingenieros
sitúan la producción de petróleo en el territorio de Estado Islámico en
unos 34.000-40.000 barriles diarios. Se vende en origen a un precio de
entre 20 y 45 dólares el barril, por lo que la organización obtiene una
media de 1,5 millones de dólares al día. El vicesecretario del Tesoro de
Estados Unidos encargado de las finanzas del terrorismo afirma que, en
un periodo de un mes este mismo año, Daesh obtuvo alrededor de 40
millones de dólares de la venta de petróleo. Una gran parte del dinero
que ha recaudado desde junio de 2014 procede de los yacimientos y las
refinerías.
Por otra parte, el petróleo es también una forma de blanquear dinero.
Se introduce de contrabando en Irak y Kurdistán y en Siria, a través de
una oscura red de delincuentes que emplean camiones y burros para
recorrer las rutas por el desierto y las montañas o utilizan pasos
fronterizos legales para vender el crudo en Turquía, Irán y Jordania.
Muchas rutas existían ya antes para sortear las sanciones de la ONU
contra Irak. Si los descubren, sobornan a los guardias fronterizos
pobres de Irak, Siria, Irán y Turquía.
Además, el petróleo le da la capacidad de extorsionar al régimen de
Bashar al Assad. El gas alimenta el 90% de la red eléctrica de Siria,
que suministra energía tanto al grupo terrorista como al régimen de Al
Assad. El Estado Islámico controla un mínimo de ocho centrales
eléctricas en Siria, incluidas tres instalaciones hidroeléctricas y la
mayor central de gas del país. La mayor cooperación entre Daesh y el
régimen sirio es la que ejercen a propósito del gas que sirve de base al
suministro eléctrico.
Las dos partes del conflicto llevan a cabo ataques contra las
infraestructuras energéticas del rival, en un intento de obtener mejores
condiciones, pero ninguna de las dos quiere llegar a destruirlas.
La riqueza que obtiene del petróleo depende de su capacidad de
refinar y transportar el crudo. Por ese motivo, ha construido oleoductos
subterráneos y unas refinerías rudimentarias, tanto móviles como
estacionarias. Las fuerzas de la coalición han atacado ambos tipos de
infraestructuras y, hasta finales de 2014, habían destruido 16
refinerías móviles. Sin embargo, el Estado Islámico puede reconstruir
una refinería móvil en sólo 10 días y por sólo 230.000 dólares.
Extorsión e impuestos
Otra fuente de ingresos es el cobro de impuestos a todas las personas
y todas las mercancías que cruzan sus territorios y la expropiación de
terrenos y propiedades de quienes han huido. Daesh ya tenía un control
criminal de Mosul antes de capturarla. Los miembros de la organización
actuaban como “mafias del crimen organizado, controlando todos los
recursos económicos de la provincia”, según una investigación del
Parlamento iraquí sobre las causas de la caída de la ciudad. De acuerdo
con el informe, el Estado Islámico ganaba 11 millones de dólares al mes
gracias al crimen organizado, con un complicado sistema impositivo.
Recaudaba dinero de distintos grupos sociales y fijaba impuestos sobre
todo.
En los territorios controlados por Daesh, existe un impuesto sobre la
renta del 10%, un impuesto de sociedades del 10-15% y un impuesto sobre
el valor añadido del 2% que se aplica a las adquisiciones diarias. Hay
impuestos de carreteras e impuestos de aduana para los vehículos que
atraviesan el territorio, así como impuestos para el contrabando de
drogas y armas. Además, se beneficia de los impuestos de salida
de hasta 1.000 dólares, que pagan los que pueden para irse del
territorio. Por temor a que se vayan muchos, exige que los civiles cedan
títulos de propiedad de coches y viviendas familiares para salir sólo
durante dos semanas. Los cristianos están obligados a pagar, salvo que
se conviertan al islam, la yizia, una tasa religiosa o impuesto de protección.
Las cosechas de alimentos también sirven para financiar el
terrorismo. La FAO calcula que Daesh controla en la actualidad más del
40% de las tierras de cultivo de trigo en Irak. Dice que obliga a los
agricultores a pagar el zakat con parte de su trigo y su cebada. Además, domina los silos de trigo, cinco grandes fábricas de cemento y una mina de fosfato.
Ha obtenido también dinero con el saqueo de dos bancos estatales en
Mosul y más de 90 entidades privadas, con un valor de entre 500 y 1.000
millones de dólares. El saqueo del Banco Central de Mosul proporcionó
aproximadamente 425 millones de dólares. Estados Unidos calcula que,
sólo en efectivo, la organización tiene acceso al equivalente a 500
millones de dólares, por lo menos.
Antigüedades
Daesh se ha adueñado de uno de los yacimientos arqueológicos más
ricos del mundo, una importante fuente de ingresos. Los artículos
robados en Al Nabuk le han proporcionado hasta 36 millones de dólares. A
medida que saquea lugares como Nimrud, Nínive y Hatra, aparecen cada
vez más artículos en los mercados mundiales de antigüedades, el mercado
negro o Ebay. La Asociación para la Protección de la Arqueología Siria
informa que hay más de 900 monumentos y yacimientos arqueológicos
saqueados, dañados o totalmente destruidos.
Este comercio de antigüedades, cada vez más abundante, recibe el apelativo de antigüedades de sangre, y, si bien los artículos son más difíciles de vender que los diamantes de sangre,
son mucho más valiosos. La Comisión de Comercio Internacional de
Estados Unidos dice que las importaciones de artefactos antiguos de Irak
se multiplicó por cuatro entre 2010 y 2014, hasta alcanzar
aproximadamente 3,5 millones de dólares. Entre las piezas más
solicitadas están las antiguas tabletas cuneiformes, los sellos de
cilindro, las vasijas, las monedas, el cristal y, sobre todo, los
mosaicos. Probablemente solo se recuperarán unos pocos de los miles de
artefactos robados en Siria e Irak. Hasta el momento es imposible
calcular cuánto dinero está ganando el Estado Islámico con ello, porque
los artículos tardarán decenios en reaparecer. Como referencia, unas
antigüedades camboyanas robadas durante la guerra civil aparecieron en
subasta 40 años después. A principios de este año, el Consejo de
Seguridad de la ONU aprobó una resolución para prohibir el comercio de
materiales culturales adquiridos ilegalmente.
Tráfico, secuestros y contrabando de personas
El Estado Islámico ha cometido una cantidad sobrecogedora de
violaciones de los derechos humanos contra comunidades enteras por su
religión o su etnia. La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas
para los Derechos Humanos ha informado de que Daesh tenía “la intención…
de destruir a los yazidíes como grupo” y que es posible que haya
cometido un genocidio. Los malos tratos a menores están generalizados.
Adoctrina de forma sistemática a los niños y los entrena para ser
futuros combatientes, además de obligarlos a presenciar atrocidades. Las
violaciones de los derechos humanos así cometidas han causado una de
las mayores catástrofes humanas del siglo XXI, con miles de personas
esclavizadas o asesinadas y millones de desplazados internos, refugiados
y emigrantes.
Las violaciones de los derechos humanos son un instrumento de terror y una fuente de ingresos. En su publicación digital Dābiq,
Daesh defiende la esclavitud de las mujeres y las niñas, a las que
compran y venden en subastas de esclavos. El ministerio de estudios
sobre el Estado Islámico y la fatua estableció las líneas maestras sobre
la esclavitud, un extenso manual que justifica la violencia y dice que
las agresiones sexuales son espiritualmente beneficiosas. Aunque los
precios de las esclavas son muy bajos, los familiares que quieren
recuperar a sus hijas y sus mujeres tienen que pagar rescates de hasta
3.000 dólares.
También tiene un departamento especial dedicado a los secuestros para
obtener rescates. Los secuestros tienen muchas ventajas: como fuente de
ingresos, como forma de adquirir esposas para los combatientes y como
medio para conseguir nuevos reclutas militares. Además, los secuestros
ayudan a controlar a los medios, porque la amenaza de ser capturados
hace que muchos periodistas no vayan a los territorios del Estado
Islámico. Según Reporteros sin Fronteras, desde 2011 han muerto 181
periodistas en Siria. El año pasado, los secuestros proporcionaron 45
millones de dólares a los terroristas. Los secuestros para obtener
rescates son un negocio complejo. Unos servicios especiales de
inteligencia dentro de Daesh emplean una red de informadores, espías,
secuestradores y carceleros.
Daesh atrae a miembros del crimen organizado con motivos para atacar
objetivos occidentales. En febrero de 2015, unos delincuentes conectados
con Rusia y con base en Moldavia intentaron vender cesio a cambio de
2,5 millones de euros. Este caso muestra la creciente relación entre
crimen y terrorismo, con grupos criminales que acuden al Estado Islámico
y Al Qaeda porque es sabido que estos han expresado su deseo de emplear
armas de destrucción masiva.
Tecnología y delitos informáticos
La amenaza que representa puede verse agravada por la aparente
inversión del grupo en tecnología de la información y las
comunicaciones. Hasta ahora no ha sido capaz de llevar a cabo ningún
gran ataque cibernético. A principios de 2015, unos piratas informáticos
que aseguraban pertenecer a Daesh dieron a conocer un vídeo en el que
amenazaban con ataques cibernéticos contra Estados Unidos, Europa y
Australia. Al mismo tiempo, destruyó la página web de CENTCOM, publicó
en Twitter los nombres y direcciones de soldados estadounidenses e instó
a sus seguidores en EE UU a matarlos. Por el momento, el grupo se ha
centrado sobre todo en enviar mensajes estratégicos a través de
Facebook, Twitter, Tumblr, SoundCloud, AskFM, Instagram y otras
aplicaciones. Últimamente, está usando Telegram, un centro de
operaciones y almacén de conversaciones totalmente encriptado en el que
ofrece informaciones y que utiliza como una herramienta de hawala
(uno de los sistemas de transferencia informal de fondos) electrónica.
Además, ha creado una infraestructura operativa en Telegram en un mínimo
de 13 idiomas diferentes. En general, utiliza Internet para reclutar
combatientes y empleados, emitir propaganda, obtener armas, ofrecer
consejos sobre herramientas de encriptado y criptomonedas para la
financiación. Está captando piratas informáticos para su ciberejército con la esperanza de atacar a Occidente, lograr más donaciones y aumentar los delitos informáticos.
¿Cómo responder?
La fuerza del Estado Islámico reside en el hecho de poseer sus
propios medios de generar ingresos y financiarse. Hasta ahora, Estados
Unidos y las fuerzas de la coalición están perdiendo la guerra contra la
organización, y la situación geopolítica sigue deteriorándose. La
intervención de Rusia ha complicado aún más la compleja red de alianzas y
rivalidades en Siria. Mientras Daesh posea territorios, más creíble es
su califato, con las consiguientes pretensiones políticas, ideológicas,
sociales y económicas. Para responder al reto, la comunidad
internacional necesita centrarse en tres pilares: Ejército, mercados y
mensajes.
El Ejército tiene un papel importante a la hora de eliminar a Daesh.
Sin embargo, hasta ahora, la campaña aérea está obteniendo pocos
resultados. Los drones causan centenares de bajas entre la población
civil, que ayudan a los terroristas a reclutar nuevos combatientes. Es
necesario encontrar otras soluciones. Sin embargo, que haya más botas sobre el terreno
es arriesgado, porque su presencia reforzará la afirmación de los
terroristas de que es objeto de ataques y alimentará su propaganda y,
por consiguiente, su campaña de reclutamiento en todo el mundo. Es
importante apoyar a los grupos moderados de oposición en Siria, el
Ejército iraquí y las fuerzas peshmerga kurdas para contener a
los terroristas y, con el tiempo, apartarlo del poder. Hará falta tiempo
y será necesario presionar al Gobierno central iraquí, de mayoría chií,
para que modifique su actitud sectaria y ayude a acabar con las
injusticias que sufren los suníes y que contribuyen a alimentar la
insurgencia.
Además, la comunidad mundial debe destruir los mercados terroristas.
La savia de cualquier organización terrorista es su capacidad de obtener
fondos. Daesh está explotando económicamente a los 10 millones de
personas y los recursos que están bajo su poder. Ejerce un gobierno
explotador y utiliza medios lícitos e ilícitos para financiarse. Aunque
un informe reciente afirma que la organización se va a encontrar pronto
con que tiene más gastos de los que puede sufragar, ese análisis no
tiene en cuenta que dispone tanto de mercados internos como externos,
lícitos e ilícitos, con sus vecinos y con seguidores de todo el mundo.
El hecho de que actúe en gran parte como una organización mafiosa le
permite operar aunque se quede aislado. Corea del Norte es un ejemplo de
Estado mafioso que utiliza la misma estrategia. Aunque el país
está muy apartado del sistema financiero mundial desde los años 70, ha
podido financiar su armamento nuclear a través de las actividades
económicas delictivas en muchas partes del mundo. El Estado Islámico no
es tan vulnerable como otros grupos terroristas porque puede aprovechar
su propia base fiscal, con la posesión de un territorio del que extraen
impuestos y obtienen dinero a su antojo.
La comunidad internacional trabaja con ahínco para eliminar la
financiación del terrorismo desde los atentados cometidos por Al Qaeda
el 11S. En 2001, el Grupo de Acción Financiera amplió su mandato para
incluir la financiación del terrorismo. El Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial y el Egmont Group se han involucrado
cada vez más en la lucha contra la financiación del terrorismo. En el
ámbito internacional, la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad exige a
todos los miembros de la ONU que penalicen el uso o la recogida de
dinero destinado al terrorismo; además de congelar cuentas, negar ayuda y
refugio a quienes financien, planeen, apoyen o cometan actos
terroristas.
Algunas medidas parecen estar funcionando. El líder de Al Qaeda,
Ayman al Zawahiri, ya no puede ofrecer mucha ayuda económica a sus
afiliados. Sin embargo, no por eso ha perdido poder. Sucursales de Al
Qaeda como Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), Al Qaeda en la
Península Arábiga y Al Shabaab recurren cada vez más a actividades
ilegales como los secuestros, el contrabando de drogas, armas, animales,
carbón, petróleo, gas, madera, metales preciosos y personas para
sustituir sus fuentes de ingresos anteriores. Eso les ha permitido no
sólo independizarse sino ser más ricos y poderosos.
La ONU ha aprobado cuatro resoluciones fundamentales sobre la
financiación de Daesh. En marzo de 2015 se creó el Grupo de Lucha contra
la financiación del Estado Islámico. Aunque han entrado en vigor leyes
importantes, ha servido de poco, porque el grupo utiliza mercados
extraoficiales y parece llevar a cabo la mayoría de sus transacciones en
países con normativas débiles o no respetadas.
El terrorismo sólo puede detenerse si toda la sociedad se implica en
la lucha contra la radicalización, no sólo los gobiernos sino la
sociedad política y civil, en especial los líderes comunitarios y
religiosos. En febrero de 2015, la Casa Blanca convocó una cumbre sobre
la Lucha contra los Extremismos Violentos que reunió a dirigentes
internacionales para discutir cómo elaborar y desarrollar estrategias
comunitarias para combatir las ideologías extremistas y de odio que
radicalizan, captan o incitan a otros a la violencia. Muchos países
están empezando a ampliar sus operaciones antiterroristas y a incluir
programas de prevención y desradicalización. Eso significa que hay que
hacer mucho trabajo para comprender los factores incitadores, las
condiciones de fondo y las causas fundamentales que conducen al
extremismo.
La Resolución 2178 del Consejo de Seguridad, de septiembre de 2014
(sobre las amenazas de organizaciones terroristas contra la paz
internacional) ha contribuido a movilizar a la comunidad internacional
en la concepción de mejores soluciones para luchar contra el extremismo
violento. Existe un consenso cada vez mayor de que son necesarios
instrumentos contra la ideología que impulsa ese extremismo violento,
porque el poderío militar no puede derrotarlo por sí solo. Sería útil
pensar en Daesh no sólo como un Estado hostil sino como una
empresa maléfica cuyos mercados y mensajes es necesario contener. Para
reforzar la cooperación internacional contra la financiación del
terrorismo y los extremismos violentos es preciso hacer las mismas
inversiones sostenidas que reciben en la actualidad las actividades
militares.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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