Ayer, en Líbano, un atentado dejó 43 muertos y 239 heridos.
No hubo alertas informativas en los grandes medios de información del mundo.
No se calificó el hecho como “noticia en desarrollo”.
No hubo enviados especiales.
En
esta misma semana, el Ejército Islámico (ISIS) fusiló a 200 niños que
trataban de huir del sanguinario grupo terrorista armado, entrenado y
financiado por el gobierno de Estados Unidos, los países de Europa
agrupados en la OTAN y el desalmado Israel.
Tampoco fue noticia de primera página.
La prensa hizo que la vil matanza pasara desapercibida.
Nadie se enteró.
Hace
dos semanas, el presidente francés Hollandé ordenó a sus pilotos de
combate bombardear Siria para fortalecer las posiciones de ISIS y
derrocar al gobierno democrático de ese país, apoyado por Rusia.
Murieron 2000 civiles.
Nadie se enteró.
A
partir de los ataques de sofisticados aviones de la OTAN, millones de
civiles decidieron abandonar Siria para no morir masacrados por los
mortíferos misiles aire-tierra direccionados a control remoto desde el
Pentágono.
Esos
millones de civiles, que vienen de los países que proporcionan el
petróleo para que funcionen las estructuras industriales de las grandes
potencias, han sido estigmatizados: “foráneos pobres”, “semianalfabetos
recién llegados”, “extranjeros inmundos” los han llamado y la gran
prensa lo ha repetido.
Llegaron
a la misma Europa serena, armoniosa, desarrollada, industrial y
futurista que días atrás los había bombardeado y dejado sin hogar, sin
alimentos, sin educación, sin perspectivas de vida.
La
gran prensa mundial y la gran prensa nacional no explican las
relaciones que existen entre uno y otro caso. No cuentan los cientos de
muertos diarios en Líbano, Yemen, Palestina, Siria, Afganistán. No. Eso
no cuentan.
Pero
cuando ocurre un ataque en la capital de Francia, los periodistas
cambian de avatar en Twitter y ponen “Yo soy París”, pero fingen (o,
peor, no entienden) que lo uno se relaciona con lo otro.
Los
medios están conmovidos por la crueldad estratégica que los terroristas
de ISIS tienen para estremecer al mundo “occidental”.
Pero informan con sesgo, sin contextualizar.
No
publican, por ejemplo, que la poderosa Hillary Clinton admitió en un
debate televisivo que “financiamos mal a los rebeldes sirios y de ahí
surgió el Estado Islámico (ISIS) o (EI)”.
Tampoco
dicen que hay videos y fotografías del influyente senador republicano
John McCain, excandidato a presidente de Estados Unidos, reunido en
Europa con los dirigentes de ISIS.
Si
el Pentágono, la Casa Blanca, la CIA y el Moosad israelí crearon,
armaron y entrenaron al grupo terrorista “Ejército Islámico”, ¿quiénes
son los autores intelectuales de lo ocurrido en París?
Los
medios y los periodistas que manejan el discurso “occidental” (un
discurso xenófobo, con complejo de superioridad, que comete el delito de
discriminación por creencia religiosa, que sube los altares a sus
presidentes genocidas) miran a los atacantes de París a la distancia y con miedo, como si fueran demonios.
Pero no.
Los demonios están mucho más cerca de lo que creen: son sus propios gobernantes.
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