Galaxia Tarfaya: II (De Apuntes de Said Jedidi)


Desde el cacharro se veía la primera imagen de Tarfaya y su simulacro aeropuerto en el que una media docena de militares, oficiales y suboficiales esperaban aparentemente la llegada del aparato. Desde la nublosa ventanilla admiraba la difusa silueta de quien me hablaron tanto y tanto he leído: El coronel Hassanito, comandante del trigésimo segundo batallón de infantería de las FAR, recién regresado del Golan sirio donde combatió heroicamente, según diversas fuentes, a las tropas israelíes.
Una mezcla centesimal de competencia y elegancia militar y humildad. Debido a sus exigencias en materia vestimenta, sus hombres le llamaban Romel, en alusión al famoso mariscal alemán. Intelectual, muy atento a todo y con un destacado acento toledano en cuya academia militar había estudiado.
 
Hassanito era y debía ser el orgullo de las FAR. Durante las conversaciones de orden profesional (Radio Unidad y Liberación de Tarfaya en la que yo era jefe del departamento en español) descubrí que se trataba de un oficial de aquellos en vías de desaparición: de honor militar y de un eclecticismo punzante, nunca abandona sus certezas disipando rápidamente toda verosimilitud y obrando en sentido inverso del camino recorrido infructuosamente por otros. No solía delegar su confianza a nadie, no expresándose nunca en el vocabulario de la pasión. Su sonrisa eclipsaba toda intención de irritación. Era de los que creían que, como dijo un oficial marroquí, “La historia contemporánea marroquí esta marcada por tres catástrofes: La muerte del rey Mohamed V, el terremoto de Añadir y…la independencia de Argelia”.
El hombre recuerda a alguien… a algo… a todo.
Tarraya parecía salir de una guerra nuclear. La ciudad estaba patas arriba. Sus calles invadidas por la imponente arena, sus casas abandonadas, sus edificios pasto del olvido y su historia que se envejecía parecían, sin condiciones del ultimátum de Potsdam hasta cierto punto a Hiroshima y Nagasaki aquellos inolvidables 6 y 9 de agosto de 1945. Solo desordenadas manadas de cabras recorrían majestuosamente lo que quedaba de las calles de la ciudad, comiendo lo poco y más que extraño que encontraban. Los pocos habitantes que decidieron perseverar eran los más silenciosos del mundo. Con sus miradas perdidas en el horizonte de aquél majestuoso Océano se pasaban el día y parte de la noche esperando recoger en la bonita playa un trozo de Al Aoud[1] o pescar un pescado del gran tamaño como los había en abundancia. Casi nunca se llegaba a comprender lo que decían cuando se les podía escuchar.
La Casa del Mar era testigo de una injustificada negligencia histórica y patriótica y su hospital de campaña, donde sin necesidad de electricidad se operaba en la planta baja exclusivamente por las mañanas para aprovechar la luz diurna, ilustraba el grado de su importancia geoestratégica. No cabía duda: Habida cuenta de su importante posición geográfica y pese a lo que parecía una vida efímera, Tarfaya ha vivido momentos de resplandor geopolítico.
El 32 batallón de las FAR trataba, a trancas y barrancas, de poner orden en la convulsionada ciudad. El  joven teniente, Dr. Thami Benhayun se encargaba de la salud de toda la ciudad, desplegando, además de los esfuerzos propios de un medico, los de un dentista o de un cirujano. Era así, por esencia, por instinto y por profesionalidad y profesionalismo.
Tanto en su gabinete de consulta como en su propio domicilio, el Dr. Benhayun era la persona mas solicitada de miles de militares y otros miles de civiles, tanto es así que, por dormir muy poco, recurrían medicamentos para mantenerse de pie. Su dimensión humanitaria y su trayectoria profesional ha superado los limites de Tarfaya: En Mahbes, Khaui Anna’am o en Guelmim se esbozaban con orgullo y gratitud sus “hazañas” médicas.
“El hombre con la ‘baraka’”[2] tan sutil como preciso, el Dr. Benhayun era el ejemplo mismo y vivo de la conciencia profesional…de la especie de los que te convencen de que tu vida tiene un precio.
Tarfaya tenia también su hombre-providencia: el sargento jefe Buziane, el hombre que se encargaba de todo y de nada. El mas célebre del 32 batallón y el mas criticado y admirado por sus adversarios o admiradores, según hacia donde se vea. Exageradamente celoso en aplicar las normas militares. Intratable cuando se trata de ejecutar órdenes y desmesuradamente amable y hasta disponible en su trato con los civiles. Su fino humor militar era de notoriedad pública:
“Érase una vez un guardia que, para jurar que no ha cometido falta alguna, rogaba a su superior: ‘Que me muera civil, mi coronel, que no fue yo’”.
Con un lenguaje inaccesible solía contar dos hasta cuatro veces por día la historia del general Georges Marshall quien al presentar el plan que lleva su  nombre preguntó: “¿Hay alguien que pueda explicarme en qué consiste este plan?”
 
 Mapa del Imperio marroqui en 1880. Con Hassan I (Cortesia de Ali Bakri)

¿Himno a lo militar o desprecio a lo civil? Ni uno ni otro. Lo había cogido de vicio. El sargento Buziane se divertía contando anécdotas sobre los civiles sin ocultar que un día lo será… al final fue una de los primeros mártires de lo que meses después se dio por llamar la guerra del Sahara.
Acabó muerto ahogado en un pequeño río de la región…porque no sabía nadar y nunca lo había revelado. Nadie…absolutamente nadie hubiese imaginado que el super sargento jefe Buziane no sabia nadar.
Su muerte cerró un capitulo de preparativos de cara a…
Más que vivir, la ciudad estaba atada a la vida desde Agadir con la llegada de tres hasta cinco camiones diarios con el abastecimiento de la ciudad y arrabales y los incesantes e intensos trabajos de algunas empresas estatales como correos, teléfono y telégrafo o de electricidad. Tarfaya se preparaba al gran acontecimiento sin que nadie supiera de qué se trata.
Y los amigos de la RTM: Si Abdeslam Zair, Mohamed Tazi, Mostafa Alaui, Mohamed Idrissi, Si Mohamed Gharbi, Mokhtar etc…
Ejemplo entre los ejemplos en la abnegación, amor a la patria y espíritu de sacrificio. Más que vivir vegetaban y lo hacían con orgullo. Todos y cada uno, sin proyecto ni estrategia de comunicación clara trataban de llegar al instinto inquieto del descarriado, conscientes de que al otro lado[3] la verdad aterroriza.
Un grupo de francotiradores, unos con un estilo preciso y elegante, otros con su afán patriótico hasta el sacrificio supremo, que acabó por descubrir, como otros, que su ingrato país no recompensa la lealtad ni gratifica el sacrificio de la fidelidad y la abnegación: Unos han fallecido en la mas cruel de las indiferencias, otros siguieron viviendo sin esta referencia, ambos fueron pasto del olvido colectivo y de la profanación de la memoria de quien ha hecho tanto…en vano, como si fuera delincuente de opinión.
A su país le faltaba un pie…




[1] Que las ballenas de la zona arrojan frecuentemente bajo forma de saliva.
[2] Buena suerte o buena fortuna.
[3] En Layun ocupado por España

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