Con ocasión del 40 Aniversario de la Marcha Verde: Sahara Occidental Marroquí: POLISARIO-ARGELIA: LA GRAN ESTAFA…
“Transformar el Sahara, provincia española en un Estado
independiente que, por su
vinculación cultural con España y su relación fronteriza y humana con Canarias, había de mantener relaciones cordiales con la antigua metrópoli”
vinculación cultural con España y su relación fronteriza y humana con Canarias, había de mantener relaciones cordiales con la antigua metrópoli”
Fernando Maria Castiella
Ministro Español de Asuntos Exteriores
(1957 et 1969)
Desde el acceso de Mohamed VI al
trono, la política africana de Marruecos, como lo señala IFRI, Programa África
Subsahariana, ha conocido una serie de evoluciones cualitativa y
cuantitativamente importantes en relación al periodo de su predecesor (el
difunto Hassan II). Sin embargo, de ninguna manera ello quiera decir una
ruptura sino a la vez, continuidad, aceleración y una diversificación”.
“Le style c’est l’homme” (el estilo es el
hombre) solía decir Hassan II parafraseando a Georges-Louis Leclerc, Conde de
Buffon.
Si, en lo que concierne al
Sahara, Mohamed VI es el artesano de la ruptura con las concepciones cuya
inaplicabilidad ha sido reconocida por propios y extraños, la visionaria clarividencia del difunto monarca
permitió a Marruecos pese a las continuas travesuras argelinas, una estabilidad
sin par y un equilibrio geopolítico en el Nor-Oeste africano a pesar del
petróleo y gas, puesto por su vecino
argelino al servicio de su desestabilización.
Pero el principio de la locura
es querer hacer una cosa de manera diferente.
Para EE.UU. se trataba de
contrarrestar la amenaza estratégica del campo soviético, en este caso de uno
de sus satélites, salvaguardando sus enormes intereses económicos,
particularmente energéticos en Argelia.
Para Hassan II la prioridad
geoestratégica consistía en contrarrestar la influencia y la importancia del Partido
de la Unión
nacional saharaui (PUNS única entidad política durante el protectorado español)
para la potencia ocupante, que se
perfilaba como pretendiente mandatario del “Estado saharaui” cuyo parto
preparaba Madrid en las “urnas” a través del simulacro de un referéndum.
Vehemencias y provocaciones…Sismo
y réplica… Hasta 1974 el Polisario antes de su adulterio geopolítico con
Argelia, era considerado por las autoridades coloniales españolas como “los
grupos marroquíes para desestabilizar el ‘Sahara español’”.
Se debía buscar y encontrar pues el medio de dar un giro de 180 grados a
esta inquietante situación.
¿Como instaurar un tremendo déficit, susceptible de poner en cuestión la
viabilidad económica de Argelia, como país, restringiendo estructuralmente su
desarrollo y sus capacidades financieras (energéticas) y de calmar su ímpetu
“revolucionario”, potencialmente peligroso para Estados Unidos y los países de
en la región?
Lo que se ha conseguido en los años posteriores como lo indican algunos
índices económicos y financieros: el Polisario y la compra de reconocimientos
en los años 80 (ingreso en la difunta OUA, compra de reconocimientos y constitución
de ‘asociaciones de apoyo al pueblo saharaui’ entre otras) costaban al
contribuyente argelino casi el 30% de su PIB (Producto Interior Bruto). Este
porcentaje ha ido decreciendo en los siguientes años sin bajar hasta ahora, no
obstante del 15%.
Ni Henry Kissinguer ni menos aun
William Colby o su sucesor al frente de la CIA americana,
Richard Helms ni siquiera el general Eduardo Blanco, Director General de
la Seguridad
Nacional y Director de Asuntos del Sahara o el Comandante
José Crespo, Director Adjunto de los Servicios de Información del gobierno
español con sede en Layun ignoraban que, contrariamente a Roma que no pagaba a
los traidores, en su afán de desestabilizar a Marruecos, Argelia puede pagar,
adoptar, armar, dirigir y teledirigir a cualquiera de sus enemigos.
Sin el Polisario y la insoportable
carga económica y financiera que supone, Argelia nunca hubiera figurado, como
es el caso actualmente, al frente de los países más pobres entre los países
petroleros.
Y sin el obsequio mortal del
Polisario a Argelia, Marruecos
nunca hubiera logrado el actual equilibrio en la relación de fuerzas a pesar
del potencial económico (petróleo y gas) de su vecino.
El Polisario y los problemas que
podía engendrar eran infinitamente menos graves en comparación a un
desequilibrio en la relación de fuerzas entre los países de la región.
Para Marruecos la conspiración
comenzó mucho antes. Pero no todo el mundo tenía un Hassan II. Fernando Maria
Castillo, ministro español de asuntos exteriores de la época no parecía tener
pelos en la lengua. Con un entusiasmo no disimulado preconizaba “Transformar al
Sahara, provincia española, (para unos, autodeterminación de invernadero, para
otros, morofobia gratuita y primaria para los terceros), en un Estado
independiente que, por su vinculación cultural con España y su relación
fronteriza y humana con Canarias, había de mantener relaciones cordiales con la
antigua metrópoli”.
Todo un no man’s land
geopolítico. De la “antigua metrópoli”: España se ha pasado a la nueva
“metrópoli”: Argelia.
Como ocurría con el oro y la
plata de Potosí, España se limitaba a usurpar… otros tragan y digieren.
El 24 de febrero de 1971 el entonces ministro
español de Asuntos Exteriores, López Bravo declaraba en Túnez que “la fecha del
referéndum en el Sahara era una cuestión que incumbía única y exclusivamente a la Jamaa saharaui” (esta misma
Jamaa saharaui que un 28 de febrero de 1976 se reunía en Layun para ratificar
el acuerdo tripartito de Madrid en virtud el cual España restituía el Sahara a
Marruecos).
Al día siguiente de esta declaración, la prensa de la época: El Pueblo, de
Emilio Romero, Informaciones de Jesús de la Serna, “Ya”, El Alcázar o Arriba, entre otros, se
preguntaban en sus editoriales “por qué una consulta si los representantes
legítimos de todos los sahrauíes proclamaron su voluntad de seguir con España,
de la que nunca se separaron”.
Fernando Maria Castiella López Bravo o
Abdelaziz Buteflika e incluso la inmensa
mayoría de los españoles: mismo argumento, diferentes alegaciones:
Crónica de una impostura
convertida en una autosugestión moral y geopolítica.
En 1972 durante visitas a
Beijing y a Moscú, el presidente Richard Nixon redujo las tensiones con China y
Rusia. Sus Cumbres con Leonidas I. Brezhnev produjeron un tratado para limitar
las armas nucleares estratégicas. En Enero de 1973, anunció un acuerdo con
Vietnam del Norte para terminar la implicación americana en Indochina.
Tanto Nixon como su secretario
de Estado, Henry Kissinguer obraban convergiendo su mirada hacia África del
Norte donde uno de los aliados más firmes de la URSS: Argelia, debido a su potencial petrolero y
de gas se autoproclamaba potencia regional…en plena guerra fría.
Una pequeña inquietud que
podía convertirse en un joker geopolítico en manos de la Unión Soviética.
Los coroneles Luís Rodríguez de Viguri y José Ramón Diego Aguirre, fieles
ejecutores de la “doctrina” del entonces ministro de Asuntos exteriores de
España, Fernando Maria Castiella no ocultaban sus “vivas” preocupaciones ante
los vínculos de “estos chicos venidos de
Rabat” en alusión a los primeros padres fundadores del Polisario, especialmente
Mostafa Uali, Omar Admi, alias Hadrami y Brahim El Ghali con los servicios
secretos marroquíes de la época.
Las cosas cambiaron en marzo de 1975 con
una audiencia del Jefe del estado español, Francisco Franco a una delegación
con los primeros indicios de la enfermedad que le iba a ser meses después
fatal, acompañado por el propio Carro Martínez ( el mismo que se trasladó y
negoció en noviembre a/en Agadir en plena Marcha Verde, donde se encontraba el
rey Hassan II, el “ futuro” del Sahara ), el general Eduardo Blanco, Director
General de la
Seguridad Nacional y Director de Asuntos del Sahara, El Sr.
Mira, traductor del árabe del Gobierno general del Sahara ( estudió en Tetuán )
y el Comandante José Crespo, Director Adjunto de los Servicios de Información
del gobierno español con sede en Layun, convocó “ a consultas” a una delegación
de los representantes “legítima y democráticamente elegidos por las poblaciones
sahrauíes” ( la lógica de la entonces potencia colonial), cuyos miembros eran a
la vez, diputados en las Cortes Españolas y en la Jamaa constituida cuatro
años antes.
Tras una corta conversación con
la delegación saharaui dirigida por su presidente Khatri Ould Sidi Said
Joummani, Franco comprendió entonces hasta qué punto era inviable el proyecto
de un Estado independiente en el Sahara y hasta qué punto eran sólidos los
vínculos de sus habitantes con su patria madre: Marruecos.
En marzo de 1987 con el acuerdo
alcanzado por Argelia con la cúpula del PSOE en vísperas de su victoria
electoral, en virtud del cual España cambiaria su postura respecto al Sahara a
cambio de un pequeño “gesto” de los servicios de inteligencia militar argelinos
respecto a ETA, fue asesinado en Argel su máximo dirigente “Txomi” Iturbe
Abasolo, que hasta entonces Argel negaba rotunda y categóricamente su
existencia en su territorio.
La cuestión del Sahara estrenaba marco y
“patrocinadores” sin que Marruecos comprendiese el alcance y la importancia de
la dimensión española de la cuestión.
La desaparición del partido de
Ihkalihanna Ould Rachid constituyó un obsequio inesperado para el Polisario y
sus padrinos argelinos los cuales se encontraron con un espacio político
saharaui “monopolarizado” en el que era fácil para el Polisario con la ayuda de
los petro-dinares argelinos usurpar una legitimidad que de ninguna forma hubiera
podido adquirir con el PUNS en juego.
Desde aquí comenzó la cadena de
errores.
Concebido el Polisario en los laboratorios de la Agencia de Seguridad
Nacional Americana, crecido en los invernaderos marroquíes y “exportado”
sutilmente a Argelia faltaba velar para que no se dilapidaran los recursos
propios, logrando “convencer” a Argel para que lo adoptara.
Más que causa, era una cosa y un caso.
Nadie supo nunca dónde se escondió el Polisario durante todo el periodo
del anuncio, preparativos, lanzamiento y recuperación del Sahara por Marruecos:
La Marcha Verde.
Las malas lenguas cuentan que se encontraba en la cuna…argelina.
Desde el 6 de noviembre de 1975, hasta hoy los expedientes y fichas
personales de los máximos dirigentes del Polisario y sus vínculos con los
sucesivos servicios de inteligencia marroquíes y los del teniente general Samuel C. Philips estuvieron siempre y
cualquiera que fuera la circunstancia cerrados a cal y canto.
Para saber algo se necesita un poco más que la cacareada democracia y un
poco menos que la aparente transparencia.
Nadie explicó a comienzos de octubre de 1975 a los empleados de Radio
Tarfaya (Voz de la
Liberación y de la
Unidad) que transmitía en hassani, árabe y en español por qué,
de sopetón, se ha cesado a tratar al “Frente de Liberación de Sakiat Al Hamra y
de Río de Oro” (Polisario: lo de Sakiat lo dejaron en árabe, traduciendo solo
Wadi Adahab lo que explica una mano extranjera, en este caso del coronel Viguri
en la elección del nombre) como una providencia anti-colonial para atacar al
PUNS (Partido de la
Unión Nacional Saharaui) de Ikhalihanna Ould Rchid y otros
como Khalil D’Khil los cuales, contrariamente a la cúpula polisarista no
“frecuentaban” Marruecos, sus escuelas y sus servicios secretos.
No eran tiempos de preguntar… En Rabat se preparaba la Marcha Verde y a Tarfaya y su
32 batallón, a excepción de su olor
(intuición), ni siquiera llegaban las instrucciones y las órdenes de cómo
actuar...
Un mal sueño al que sucedió
ineluctablemente un despertar dudoso.
En efecto, como diría Jean-Claude
Santucci en su “El Magreb y el contexto intencional: trayectorias y retos
políticos” “no hay duda de que la guerra de liberación con fines
revolucionarios ha conferido al ejército argelino una legitimidad ideológica y
una hegemonía política que no dejan de guardar relación con sus pretensiones de
imponer; aun al precio de la violencia, un orden político autoritario fundado
en el control de la renta y capaz de garantizar el mantenimiento de sus
privilegios”.
Era exactamente lo que, desde su
acceso al poder, entendía a través de sus amargas experiencias con la cultura
de conflicto de los diferentes carpinteros de sueños hegemónicos argelinos y su
imposibilidad de adaptación a un mundo en el que agonizaba la bipolarización y a través de sus sucesivas demostraciones de
autocontrol el difunto rey Hassan II quien llegó a la convicción de que con su
incomodo vecino del este difícil de contar, imposible de olvidar.
Con aquellos tiempos de guerra
fría y paz caliente que galopaban, a Estados Unidos y sus respectivos
secretarios de Estado tampoco les interesaban las dimensiones pedagógicas de
los sermones de un país que le agradaba hacer gala de su hooliganismo ideológico
y que emergía precisamente de esta larga y tumultuosa guerra fría.
Los sucesivos mandatarios
argelinos solo juraban por el odio y el rencor hacia su vecino marroquí y no
había indicios de que ello pudiera conocer un feliz desenlace.
La visión argelina de los
problemas regionales era cada vez más pasmosa y su concepto de solidaridad cada
vez más “indiginizador”.
Guerra de memorias… Las ideas
líricas de Argelia comenzaban a inquietar.
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