Con ocasión del 40 Aniversario de la Marcha verde Galaxia Tarfaya (De Apuntes de Said Jedidi) IV

En aquella Tarfaya cuyas calles parecían silenciosos laberintos en los que la vida casi cesó de existir, la comunión entre lo militar y lo civil era, además de paradójica, perfecta para el ejercicio de aquella, para ambos, misión-crucigrama.
En Tarfaya no era raro encontrar a un grupo de personas con la mirada convergida hacia el cielo durante, a veces, horas, esperando poder determinar con exactitud si se trataba de un ave o de un avión o avioneta: Su afán consistía en poder ver un rostro nuevo.
Parecía recién salido de la edad dorada árabe. Un gran profesional: riguroso con el trabajo, minucioso en la elaboración de programas o la redacción de los informativos, tranquilo hasta la inquietud, amigo de sus amigos y un gran maestro de la información y de la vida en general.
Se llamaba Mohamed Gharbi. Era tangerino y lo repetía hasta la saciedad: ‘Cuando se es de Tánger no se puede ser de otro lugar’.
 
 Mapa del Imperio marroqui en 1880 (bajo el reinado de Moulay Al Hassan Primero) 
Cortesia de Ali El Bakri

Si Mohamed tenía razón…él que creía que un esfuerzo abortado es más excusable que un error y contrariamente a Espinosa, Si Mohamed creía que nunca se puede recuperar las pasiones positivas. Cada una de sus palabras era una lección, enseñaba aprendiendo, y aprendía enseñando. Era exageradamente exigente pero nunca grotesco. De una serenidad contundente y de una paciencia proverbial un día…
Eran las 12H57. Faltaban tres minutos para el informativo de las 13HOO. Con el boletín de noticias en las manos, Si Mohamed esperaba la hora del informativo. De repente puso el boletín en una silla y se ausentó unos segundos. Al advertirle el regidor la hora del informativo, Si Mohamed le indicó una cabra que desguataba los últimos papeles del boletín de noticias.
-         No entiendo
-         Pues si esta claro, que la cabra se ha comido todo el boletín.
-         ¿Y qué hacemos?
-         No lo sé. Lo mío es redactar y leer, lo tuyo es encontrar soluciones a este tipo de situaciones.
El diario hablado ha tenido que ser aplazado una hora… porque una cabra que pasaba por allí se comió todo el boletín.
Mientras tanto, “Khay” Mohamed ni siquiera emitía una sonrisa fortuita. Una vez solos me confesó: “Si la cabra y lo que hizo forma parte de este enigmático paisaje y paisanaje. Por ello no me ha sorprendido. Hemos visto cosas más raras aquí”. Lo suyo no era la duda que conduce a la arrogancia sino la constatación que desemboca en la certeza…una concepción casi teológica, sin convicciones absolutas ni diagnósticos precoces.
Si Mohamed Era un gran hombre, un gran profesional y un gran humanista. Ėl, como el filósofo Henry Bergson “nunca escuchaba lo que decían sino veía lo que hacían”. Calificaba la autosuficiencia militar de “enfermedad huérfana” aunque tenía a muchos buenos amigos militares.  Respetaba únicamente a los que merecen el respeto y no despreciaba ni siquiera a los que mostraban una ausencia total de reflexión.
La larga ausencia de Marruecos y su poquísimo interés por la zona hizo que la inmensa mayoría de los saharauis ignorara casi todo de su país… casi todo menos Radio Tánger y sus hombres, entre los cuales se destacaba Si Mohamed Gharbi. De tal modo que su llegada a radio Tarfaya aportó un valor añadido, dando un gran impulso a la proyección de la estación.
Nadie se lo reconoció nunca…
Amable hasta la exageración nunca decía no a cualquier trabajo, siempre y cuando sea a su nivel y al nivel exigido.
Asceta en lo que otros aspiraban con todas sus fuerzas, Si Mohamed Gharbi daba todo lo que tenia, tratando incluso de inculcar su inimitables sabiduría y clarividencia. Sus amplios conocimientos en materia de la historia contemporánea de Marruecos han contribuido, además de la rectificación de concepciones, a la mejora y la estructuración de los programas históricos de productores en ciernes.
Sus interminables conversaciones con sus espontáneos admiradores daban un nuevo aliento a Radio Tarfaya y a su gente. Era, para decirlo de alguna forma, otra radio paralela.
Su ejemplar serenidad era de notoriedad pública. Una noche, tras trasnochar con unos oficiales de las Fuerzas Armadas Reales antes de salir nos dieron la contraseña. Al llegar a la zona militar nos paró el grito del oficial de guardia:
-         ¡Alto!
-         Dile la contraseña, me dijo “Khay” Mohamed.
-         No me acuerdo.
-         ¿Cómo no te acuerdas?
-         Que no me acuerdo
-         ¡Alucinante!
-         ¡Alto! Volvió a ordenar el oficial. Era la segunda y con la tercera debía disparar, considerando que, quien ignora la contraseña es un enemigo.
-         La radio y televisión, soltó “Khay” Mohamed desde su escondite en el umbral de una casa.
Se encendieron dos proyectores verificando nuestra identidad. A Si Mohamed no le conmovió para nada aquella más que delicada situación.
Al día siguiente el propio coronel Hassanito vino a explicarnos el peligro que corríamos circulando por la noche sin contraseña.
Tampoco le conmovió la alarmante advertencia del oficial.
Ėl era así. Le gustaba repetir que “hay mucha diferencia entre vivir y existir”. Ėl trataba de vivir… a su manera, con análisis y prospectiva de las tendencias regionales que han conducido a la actual situación y a las motivaciones sociales que han moldeado la génesis de una eventual confrontación, auspiciada, alimentada, impulsada y teledirigida por la potencia colonial y por vecinos.
Sus programas eran delicia., lecciones que se debían aprender, datos que no se debía olvidar y luces que esclarecían las incertidumbres. Si improvisación era escuela: minuciosamente calculada que sus amplios conocimientos de la lengua árabe le inmunizaban contra el error o la interpretación. Buscaba la palabra justa, la expresión idónea, la frase conveniente. Todo en sus comentarios o análisis informativos estaba ponderado, medido, pesado y exhaustivamente elaborado, llegando a lo más profundo de las convicciones de todos: desde la élite hasta el hombre de “a pie”.
Cuando hablaba lo hacia en voz muy baja, casi murmurando como si conservaba su voz para el micrófono y la locución y cuando se reía parecía reírse de la vida y de sus codicias.
No conocía ni los privilegios ni los beneficios ni siquiera el interés del Estado. “Lah yeghnina ala alamin”[1] solía repetir con frecuencia como si dijera a los demás que prescindía de sus favores y sus ventajas.
Para todo el mundo era “Khay” (hermano) Mohamed. Hermano de todos y cada uno. Hermano hasta de los que le envidiaban por su saber hacer. Era hermano y maestro lo que no podía agradar a todos. “nunca llueve al gusto de todos” comentaba cuando se lo recordaba. Para él todo el mundo era señor hasta el más insignificante de los seres humanos. Los quería a todos y no escatimaba esfuerzo alguno para ayudarlos en lo que sea. Nunca pidió nada para él, tanto que muchos le llamaban “El santo”. Detestaba la rigidez y la hipocresía sociales y pensaba en voz alta. Nunca tenía nada que ocultar. Era límpido, transparente y auténtico. Si Mohamed Gharbi se comportaba como un bohemio aunque él era un caballero. Más que leer devoraba toda letra ante sus ojos. “Aprender se aprende de todo y en cualquier sitio”, solía aconsejar a los autosuficientes que proliferan en la profesión de periodismo.
Con su gorra y su ancho pantalón vaquero, Si Mohamed parecía un cura de las comarcas latinoamericanas. Sus anécdotas eran leyendas que no comprendía más que él. Y su historia…toda su historia la resumía en el momento en que se atrevía a contarla.
Amante de la poesía árabe clásica solía terminar a menudo sus conversaciones con un verso. No desplegaba absolutamente ningún esfuerzo para convencer… él mismo era la sinceridad y cuando hablaba mantenía entreabiertos los ojos como si no quisiera verlo todo.
Gracias maestro por todo lo que nos inculcaste.



[1] Que Dios nos De para no necesitar a nadie.

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