En
aquella Tarfaya cuyas calles parecían silenciosos laberintos en los que la vida
casi cesó de existir, la comunión entre lo militar y lo civil era, además de
paradójica, perfecta para el ejercicio de aquella, para ambos,
misión-crucigrama.
En
Tarfaya no era raro encontrar a un grupo de personas con la mirada convergida
hacia el cielo durante, a veces, horas, esperando poder determinar con
exactitud si se trataba de un ave o de un avión o avioneta: Su afán consistía
en poder ver un rostro nuevo.
Parecía
recién salido de la edad dorada árabe. Un gran profesional: riguroso con el
trabajo, minucioso en la elaboración de programas o la redacción de los
informativos, tranquilo hasta la inquietud, amigo de sus amigos y un gran
maestro de la información y de la vida en general.
Se
llamaba Mohamed Gharbi. Era tangerino y lo repetía hasta la saciedad: ‘Cuando
se es de Tánger no se puede ser de otro lugar’.
Mapa del Imperio marroqui en 1880 (bajo el reinado de Moulay Al Hassan Primero)
Cortesia de Ali El Bakri
Si
Mohamed tenía razón…él que creía que un esfuerzo abortado es más excusable que
un error y contrariamente a Espinosa, Si Mohamed creía que nunca se puede
recuperar las pasiones positivas. Cada una de sus palabras era una lección,
enseñaba aprendiendo, y aprendía enseñando. Era exageradamente exigente pero
nunca grotesco. De una serenidad contundente y de una paciencia proverbial un
día…
Eran
las 12H57. Faltaban tres minutos para el informativo de las 13HOO. Con el
boletín de noticias en las manos, Si Mohamed esperaba la hora del informativo.
De repente puso el boletín en una silla y se ausentó unos segundos. Al
advertirle el regidor la hora del informativo, Si Mohamed le indicó una cabra
que desguataba los últimos papeles del boletín de noticias.
-
No entiendo
-
Pues si esta claro, que la cabra se ha comido todo el boletín.
-
¿Y qué hacemos?
-
No lo sé. Lo mío es redactar y leer, lo tuyo es encontrar soluciones a este
tipo de situaciones.
El
diario hablado ha tenido que ser aplazado una hora… porque una cabra que pasaba
por allí se comió todo el boletín.
Mientras
tanto, “Khay” Mohamed ni siquiera emitía una sonrisa fortuita. Una vez solos me
confesó: “Si la cabra y lo que hizo forma parte de este enigmático paisaje y
paisanaje. Por ello no me ha sorprendido. Hemos visto cosas más raras aquí”. Lo
suyo no era la duda que conduce a la arrogancia sino la constatación que
desemboca en la certeza…una concepción casi teológica, sin convicciones
absolutas ni diagnósticos precoces.
Si
Mohamed Era un gran hombre, un gran profesional y un gran humanista. Ėl, como
el filósofo Henry Bergson “nunca escuchaba lo que decían sino veía lo que
hacían”. Calificaba la autosuficiencia militar de “enfermedad huérfana” aunque
tenía a muchos buenos amigos militares.
Respetaba únicamente a los que merecen el respeto y no despreciaba ni
siquiera a los que mostraban una ausencia total de reflexión.
La
larga ausencia de Marruecos y su poquísimo interés por la zona hizo que la
inmensa mayoría de los saharauis ignorara casi todo de su país… casi todo menos
Radio Tánger y sus hombres, entre los cuales se destacaba Si Mohamed Gharbi. De
tal modo que su llegada a radio Tarfaya aportó un valor añadido, dando un gran
impulso a la proyección de la estación.
Nadie
se lo reconoció nunca…
Amable
hasta la exageración nunca decía no a cualquier trabajo, siempre y cuando sea a
su nivel y al nivel exigido.
Asceta
en lo que otros aspiraban con todas sus fuerzas, Si Mohamed Gharbi daba todo lo
que tenia, tratando incluso de inculcar su inimitables sabiduría y
clarividencia. Sus amplios conocimientos en materia de la historia
contemporánea de Marruecos han contribuido, además de la rectificación de
concepciones, a la mejora y la estructuración de los programas históricos de
productores en ciernes.
Sus
interminables conversaciones con sus espontáneos admiradores daban un nuevo
aliento a Radio Tarfaya y a su gente. Era, para decirlo de alguna forma, otra
radio paralela.
Su
ejemplar serenidad era de notoriedad pública. Una noche, tras trasnochar con
unos oficiales de las Fuerzas Armadas Reales antes de salir nos dieron la
contraseña. Al llegar a la zona militar nos paró el grito del oficial de
guardia:
-
¡Alto!
-
Dile la contraseña, me dijo “Khay” Mohamed.
-
No me acuerdo.
-
¿Cómo no te acuerdas?
-
Que no me acuerdo
-
¡Alucinante!
-
¡Alto! Volvió a ordenar el oficial. Era la segunda y con la tercera debía
disparar, considerando que, quien ignora la contraseña es un enemigo.
-
La radio y televisión, soltó “Khay” Mohamed desde su escondite en el umbral
de una casa.
Se
encendieron dos proyectores verificando nuestra identidad. A Si Mohamed no le
conmovió para nada aquella más que delicada situación.
Al
día siguiente el propio coronel Hassanito vino a explicarnos el peligro que
corríamos circulando por la noche sin contraseña.
Tampoco
le conmovió la alarmante advertencia del oficial.
Ėl
era así. Le gustaba repetir que “hay mucha diferencia entre vivir y existir”.
Ėl trataba de vivir… a su manera, con análisis y prospectiva de las tendencias
regionales que han conducido a la actual situación y a las motivaciones
sociales que han moldeado la génesis de una eventual confrontación, auspiciada,
alimentada, impulsada y teledirigida por la potencia colonial y por vecinos.
Sus
programas eran delicia., lecciones que se debían aprender, datos que no se
debía olvidar y luces que esclarecían las incertidumbres. Si improvisación era
escuela: minuciosamente calculada que sus amplios conocimientos de la lengua
árabe le inmunizaban contra el error o la interpretación. Buscaba la palabra
justa, la expresión idónea, la frase conveniente. Todo en sus comentarios o
análisis informativos estaba ponderado, medido, pesado y exhaustivamente
elaborado, llegando a lo más profundo de las convicciones de todos: desde la
élite hasta el hombre de “a pie”.
Cuando
hablaba lo hacia en voz muy baja, casi murmurando como si conservaba su voz
para el micrófono y la locución y cuando se reía parecía reírse de la vida y de
sus codicias.
No
conocía ni los privilegios ni los beneficios ni siquiera el interés del Estado.
“Lah yeghnina ala alamin”[1]
solía repetir con frecuencia como si dijera a los demás que prescindía de sus
favores y sus ventajas.
Para
todo el mundo era “Khay” (hermano) Mohamed. Hermano de todos y cada uno.
Hermano hasta de los que le envidiaban por su saber hacer. Era hermano y
maestro lo que no podía agradar a todos. “nunca llueve al gusto de todos”
comentaba cuando se lo recordaba. Para él todo el mundo era señor hasta el más
insignificante de los seres humanos. Los quería a todos y no escatimaba
esfuerzo alguno para ayudarlos en lo que sea. Nunca pidió nada para él, tanto
que muchos le llamaban “El santo”. Detestaba la rigidez y la hipocresía
sociales y pensaba en voz alta. Nunca tenía nada que ocultar. Era límpido,
transparente y auténtico. Si Mohamed Gharbi se comportaba como un bohemio aunque
él era un caballero. Más que leer devoraba toda letra ante sus ojos. “Aprender
se aprende de todo y en cualquier sitio”, solía aconsejar a los autosuficientes
que proliferan en la profesión de periodismo.
Con
su gorra y su ancho pantalón vaquero, Si Mohamed parecía un cura de las
comarcas latinoamericanas. Sus anécdotas eran leyendas que no comprendía más
que él. Y su historia…toda su historia la resumía en el momento en que se
atrevía a contarla.
Amante
de la poesía árabe clásica solía terminar a menudo sus conversaciones con un
verso. No desplegaba absolutamente ningún esfuerzo para convencer… él mismo era
la sinceridad y cuando hablaba mantenía entreabiertos los ojos como si no
quisiera verlo todo.
Gracias
maestro por todo lo que nos inculcaste.
Comentarios
Publicar un comentario