Con ocasión del 40 Aniversario de la Marcha Verde De “Apuntes” de Said Jedidi




Como todas las grandes epopeyas de la historia, la Marcha Verde se ha llevado a cabo en etapas entre las cuales las motrices fueron: Idea, concepción, evaluación, preparativos y… ejecución.
El primer ápice del espacio de la ejecución comenzaba con la información/comunicación. O sea: Radio Tarfaya: Voz de la liberación y la unidad. Una estación mártir y victima que nadie recuerda y la inmensa mayoría de los marroquíes ignora a pesar de su decisivo y difícilmente innegable papel en la liberación y la recuperación de las provincias del sur del país.
Muchos de sus actores principales han fallecido, algunos de ellos en difíciles condiciones y en lamentables situación como el difunto, Mohamed Gharbi, Mohamed Tazi, Mohamed Jad o BenAissa Fassi. Otros viven o sobreviven, pasto de un olvido atroz. A los dos, esta serie de artículos sobre su combate, su patriotismo y su frustración.

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GALAXIA TARFAYA
-I-

Tampoco cumplieron esta vez los de Rabat: En el aeropuerto de Agadir no me esperaba nadie… o casi nadie. Más de una hora después del aterrizaje de mi vuelo desde Casablanca, con su difícilmente excusable gusto a las utopías dos oficiales uniformados de las Fuerzas Armadas Reales se acercan:
-         ¿Has hecho buen viaje, Sr. Jedidi? Pregunta uno de ellos sin pedagogía alguna.
-         Pues no mal, peor fue la espera aquí.
-         Los atascos, ya conoces como esta la circulación en la ciudad durante el verano.
-         Si. Me imagino.
Un sorbo de emoción. ¡Por fin, esto se acaba! En el trayecto hasta mi residencia me di cuenta de que no solamente sus uniformes estaban polvorientos sino también sus ideas:
-         “Lo ideal para España es que Todos los ministerios se ocuparan de la cuestión marroquí…todos menos el de la Guerra y de la Marina”. ¿Sabes quién ha dicho esto?
-         Si. No lo dijo, sino lo escribió en “El imparcial” en 1911. Ortega y Gasset.
-         ¡Impresionante! Creo que le vas a gustar al coronel mayor.
-         Veremos… dijo el ciego.
…Y no vio nada porque el coronel mayor parecía tener otros gustos, otros modales y otras formas de concebir las cosas.
Con su humor irritante me entregó un ejemplar de “Jeune Afrique”  ordenándome en un alarde de examen:
-         Echa un vistazo y dime lo que observas
Al cabo de unos minutos con la presión del instante y la incertidumbre de la circunstancia me vuelve a pregunta:
-         ¡Alors!
-         Pues hay un largo articulo ilustrado sobre el Sahara y…
-         No. No. Creo que no es una misión para ti.
Mis acompañantes me hacían gestos para no responder. Con su mirada y medio cuerpo convergidos hacia el exterior de la habitación me dijo:
- Mira la fecha.
“¡Ah pues este era su ‘scoop” pensé. Era un ejemplar de un 25 de mayo de 1975 cuando estábamos aun en un 16. Once días antes, tenía un ejemplar.
Media hora después estábamos los coroneles Al Hayik, Achair y yo en un bimotor rombo a Tan Tan en cuyo club de oficiales nos reunimos con el coronel Brimichi y otros oficiales superiores de las FAR.
-         Hamdulilah ala slama[1]
Mi paisano Achair me dijo en las orejas:
-         Hemos llegado con un solo motor
-         ¿Qué significa esto?
-         Que uno de los dos motores del aparato se averió en el curso del trayecto.
-         ¡Santo Dios! Ya comenzamos…
El hombre era de pocas palabras. De muchos gestos y de una curiosidad clínica. Un equilibrio entre la humildad y la elegancia. Era conciente de la etapa y firmemente decidido a evitar todas las sorpresas. Tanto que pese a los miles de militares en la pequeña ciudad nadie podía imaginarse que se preparaba algo “gordo”… uno de los acontecimientos más espectaculares del siglo XX: la Marcha Verde.
No obstante, nadie o caso nadie lo sabia ni lo podía saber. Una movilización insólita, casi surrealista. La manera fluida y expresiva de la casi totalidad de los oficiales en Tan Tan no superaba la emoción y cierto entusiasmo salpicado de incertidumbre y de espera. Sin embargo las sospechas  traducían una abstracta lógica de la inevitable y sistemática descomposición de una situación histórica que ha durado más de lo suficiente. Era la más satisfactoria y suficiente de las explicaciones. Se vivía, barajando las posibilidades y las eventualidades, “al loro”, de lo que podía anunciar Rabat, donde un silencio fúnebre rodeaba los preparativos de la gran inflexión. Para los responsables militares en Tan Tan se trataba visiblemente de asumir la capacidad de incorporar y transformar las ideas de otros (del rey Hassan II) en pensamientos y estrategias propias con un desprecio del riesgo que supera la lógica y la racionalidad.
En este océano de incertidumbre entusiasta, había de todo…. Ordenes, instrucciones, estrategias, planes y una visión que nadie (los pocos que la conocían) quería desvelar. Había de todo… todo menos una explicación transparente y explicita de lo que se emprendía. Los responsables parecían excesivamente críticos y exageradamente diferentes.
Tan-Tan/Tarfaya, Tarfaya Tan-Tan: Sin camino trazado ni finalidad ostentada el trayecto entre ambas ciudades sahrauies parecía un hormiguero: Pertrechos militares, transporte de tropas, de intendencia y de material de todo tipo. La vida parecía estar al otro lado del río Nun aunque pocas cosas podían parecer tan paradójicas como aquellas masas (autoridades civiles y militares) sometidas a continuos ultimátum, que podían (debían) sospechar y no sospechaban, podían (debían) dudar y nadie se atrevía, podían aspirar a comprender pero ni querían comprender ni dejaban que los demás comprendieran.
“Lo dijo Sidna”[2]. Era suficiente, bastaba y sobraba. Extraña lectura de los movimientos de la sociedad pero real y lógica para quien, como los zapatistas no quiere el poder del estado, en este caso de la ciudad, sino el poder.
Ni el coronel Bermichi ni sus próximos colaboradores en el club de oficiales querían que un periodistas la noche en dicho club, entre los “suyos”. A primera vista no querían arriesgar nada.
- Os vais dentro de un par de horas a Tarfaya, me dijo el coronel Sussi, encargado de la intendencia militar en la entonces zona sur que aun no comprendía los territorios recuperados del Sahara.
No cabía duda: Querían liberarse de mi…y yo de ellos. En el horizonte quedaban ideas sobre lo que podía parecer Tarfaya y su gente, como llegar, qué hacer allí y a quién voy a ver (o quién me va a esperar) que es igual.
Comenzaba a vislumbrarse los grades rasgos de la nueva aventura.
De nuevo en el improvisado aeropuerto de Tafaya: decenas de aviones y avionetas, todos militares, cargas y descargas, órdenes en voz alta casi con desfachatez y una imagen de que el acontecimiento, “cualquiera” que fuera no será corriente ni normal.
Mis amigos de la unidad móvil de la RTM me acompañaron encargándome de recados para sus colegas en Tarfaya.
Se vivía y se respiraba un estado de excepción.
Desde el cielo volví a converger mi mirada hacia atrás para ver Tan Tan que desaparecía poco a poco entre las primeras montañas del Uerkzis.
-         ¿Conoces Tarfaya, Sr. Jedidi? Preguntó el coronel Hayek
-         En los libros y los relatos de la historia, respondí sonriendo sin quitar la mirada de la magnifica cadena de montañas de abajo. Marqué una breve pausa antes de precisar: Espero que esta vez el bimotor tenga dos motores y no solo uno.
Los dos oficiales soltaron una larga carcajada antes de enlazar:
-         Que no lo has olvidado.
-         Es que yo no soy militar.



[1] Bienvenidos en árabe bajo forma rogatoria
[2] « Lo dijo Sidna »: Lo dijo nuestro señor.

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