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Se ha muerto mi niño
se ha muerto mi
amor
la tierra
transida
está de dolor
mucho ha
suplicado
este pueblo Qom
mas no ha
logrado
tener el honor
de ser
escuchado
por quien lo
debió
pues padre de
todos
es en el dolor
ha muero mi
niño
Ha muerto mi
amor
LA DESESPERACIÓN
Los acontecimientos de los
últimos días, las migraciones de familias huyendo de la guerra y de la miseria,
la realidad de muchos sectores en países de todos los continentes nos muestran
un estado de desesperación social propio de épocas de desastre o contiendas
bélicas mundiales.
La desesperación es la pérdida
total de la esperanza, es la alteración extrema del ánimo causada por el enojo,
el despecho, la tristeza, la ira, la desazón y el convencimiento que es
irreversible.
Es una emoción provocada por la
pérdida total de confianza en el futuro que aprisiona a la capacidad de
realizar valores esenciales, considerando que no hay lo mínimo necesario para
la existencia biológica.
La culminación es la pérdida del
sentido de la existencia que lleva a la desesperación existencial, el hombre no
puede razonar, obra impulsado por la desesperanza y huye, a veces sin sentido,
ni brújula, ni control.
Sin embargo esta situación puede
servir al hombre para conocerse mejor y entender
a que contenido tiende su
ser con irrevocable necesidad.
La desesperación es en sí una
alteración del normal sentido de la existencia, la que debe ser positiva y
esperanzada.
Esta alteración lleva también a
consecuencia sociales muy negativas, ya que se produce un efecto disparador,
que provoca el contagio, no sólo de aquellos que están en contacto con la
desesperanza, si no también de los que como meros observadores atan cabos, y
reflexionan sobre la situación, viéndose ellos mismos sujetos a la
desesperanza.
Pareciera un efecto similar al
que cuenta Dante en el Infierno de La Divina Comedia, donde la razón entiende el orden
de las penas y prefigura una jerarquía del mal.
"Lasciate ogni speranza, voi
ch'entrate", abandonar toda esperanza, ya no existe ninguna más.
Es la absoluta desesperación de
quien sabe que no tiene otra posibilidad y que todo está perdido para siempre.
Que sucede en nuestra humanidad,
para que sean puestos muchos de nuestros hermanos en esta situación, de
imposibilidad absoluta, y que prefieran abandonar todo, aún sus raíces
profundas y su lugar en el mundo, huyendo descontroladamente, sin evaluar los
riesgos, ni lo que pueda pasar, aún la misma muerte.
Hay un doble juego perverso, el
de aquellos que expresamente o por omisión ponen a cualquier ser humano en
situación de desesperación, y de aquellos que lo abandonan a su suerte,
sosteniendo que no es de su incumbencia, que no les toca, y nada tienen que ver
con su situación.
En la historia del hombre, la
negación y la transferencia son moneda corriente en el quehacer psicológico del
individuo y las comunidades.
Desde el contenido del
Génesis, en el cual Caín interpelado por Dios, contesta "soy acaso el
guardián de mi hermano", hasta las últimas y trágicas consecuencias de las
conductas emergentes del "yo no fui", o "yo Argentino", o
" a mi que me importa", como el más burdo y perverso de "en que
voy o cuánto me toca", la humanidad se ha negado a asumir su
responsabilidad de ser en realidad el guardián de su hermano, y compartir el
camino y el futuro de todos.
Para ello se necesita ser
humilde, solidario y creer en la misericordia, lo que hace que los rasgos de
bondad nos iluminen y se proyecten sobre nuestros semejantes, nuestros prójimos
y los que necesitan de nosotros.
Hiere a la dignidad humana, ver
como se conducen inmersos en su desesperación los que huyen de la guerra y de
la miseria, y como se contagian y en su desesperación quieren impedir el acceso
a sus lugares y a sus comodidades, los que gozan de un bienestar y una
buena vida.
En esta hora y en esta ocasión no
cabe la indiferencia.
Debo asumir mi deber, en razón de
la realidad que me rodea, y no asumirlo significa rechazarlo.
Porque tenemos un destino común,
que hay que cumplir enalteciendo nuestra existencia, o dejarlo en un acto
perverso y disvalioso.
El amor a si mismo conlleva el
amor al prójimo, la misericordia es un rasgo de armonía interior que se
proyecta en los demás y en verdad, lo que hago por el otro es un acto de
justicia, debido como deber por mi condición y dignidad de hombre y la de mis
hermanos.
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