Los observadores de Rusia llevan mucho tiempo interesados
por su sitio en el escenario internacional. Ahora, con China en el
centro del juego creciente del poder, la cuestión es qué posición
buscará Rusia en el siglo del Pacífico.
AFP/Getty Images
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Cuando Pedro el Grande construyó San Petersburgo, Rusia miraba
firmemente a Occidente. En cambio, las provincias orientales del país -a
menudo consideradas periféricas- siempre han estado conectadas con
China y Asia. Una cosa es la geografía, pero otra, muy distinta, las
decisiones estratégicas. Durante la guerra fría, se excavaron trincheras
estratégicas entre Estados Unidos y la antecesora de Rusia, la Unión
Soviética. En esa situación, Pekín era un tercer interlocutor de menos
importancia, que oscilaba entre la Moscú y Washington.
Alianzas estratégicas
Ahora la pregunta ha pasado a ser hacia dónde se orientará en los
próximos años Rusia, hacia Oriente o hacia Occidente, en el juego
creciente del poder centrado en China. Moscú escogerá entre varias
visiones diferentes y opuestas. En su libro Strategic Vision, el geoestratega estadounidense Zbigniew Brzezinski
afirma que Rusia debe formar parte de un “Occidente más fuerte” y
sugiere que los responsables estratégicos de Estados Unidos y la UE
deberían tratar de incluir dicho país en Occidente. En su opinión, los
pensadores y dirigentes rusos tienen que comprender que están mucho más
cerca de la UE y EE UU que de China.
Sin embargo, la “nostalgia por el papel de liderazgo en el mundo” que
impera en Rusia es lo que hace que sea incapaz de ver sus intereses a
largo plazo en este aspecto y llegue a la conclusión de que el declive
relativo de Estados Unidos puede beneficiarle. Con esta interpretación
estratégica, la asociación con Pekín seguramente será temporal, porque, a
la larga, China adelantará a Rusia. Por consiguiente, Moscú no debería
conformarse con aliarse con el gigante asiático en una “coalición de los reacios”.
En el mismo sentido, un informe
del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) afirma que Rusia
está en una situación “post-BRIC”, es decir, que no está logrando la
expansión económica de las demás potencias emergentes, en particular
China. Otros han desarrollado ese argumento: el congresista
estadounidense de derechas Dana Rohrabacher sugiere construir una alianza con Rusia, Japón e India para contener la amenaza que representa China.
Las ideas de Brzezinski demuestran visión de futuro. Pero eso no se
ve reflejado en la política oficial de Estados Unidos, y tanto el
“reinicio” de la relación con Rusia como el posterior “giro” hacia Asia
se concibieron en sus propias burbujas estratégicas independientes. En
la UE, este tipo de pensamiento está ausente de la estrategia política:
Rusia se observa a través de una perspectiva estrictamente bilateral y
no existe ningún ajuste de la política en función de la posición de
Rusia y la Unión en el siglo del Pacífico.
En la otra cara de la moneda (y al otro lado del mundo), Yan Xuetong, uno de los halcones geoestratégicos chinos, afirma en el libro del ECFR
China 3.0 que China y Rusia deberían formar una alianza estratégica.
Sus visiones del mundo ya se solapan en gran parte, como puede verse en
su reciente “pacto de vetos”, que les ha llevado a bloquear varias
decisiones del Consejo de Seguridad (Birmania, Zimbabue y Siria). Igual
que Brzezinski en Estados Unidos, Yan Xuetong no representa la línea
oficial del gobierno, que es más precavida. Un paso así supondría un
gran cambio para el gigante asiático, porque su política
oficial sobre las relaciones con Moscú se inspira en el principio de la
no alineación. Lo que podría acercar la política oficial al punto de
vista de Yan sería un avance hacia una estrategia de contención, y Pekín
tendría que aumentar su número de aliados. En realidad, Yan Xuetong
cree que la política china actual ya ha demostrado que no obtiene
resultados, y defiende la necesidad de formar esa alianza para “empujar
el mundo de la unipolaridad a la bipolaridad”, es decir, como
instrumento para acelerar el declive de Estados Unidos.
Rusia y China
La sutileza con la que Yan redacta su propuesta merece nuestra
atención. Escribe que la alianza de Rusia y China creará una
bipolaridad, no una multipolaridad. ¿Quiere decir que una alianza con
Moscú colocaría al Imperio del Centro en igualdad de condiciones con
Estados Unidos, en vez de convertir a Rusia y otras potencias en polos
iguales dentro de un sistema más multipolar? Si el uso que hace Yan de
la bipolaridad se interpreta de esa forma, significaría una alianza
instrumental que ayudaría a China a dar el último paso para consolidar
el orden G-2 o bipolar y dejaría atrás a Rusia, en una segunda
categoría.
El posible resultado de una relación firme entre Moscú y Pekín preocupa a algunos rusos. Sergei Karaganov reflexiona
en un artículo de opinión que Rusia podría convertirse en “un apéndice
de China, un almacén de recursos”. Para evitar esa suerte, el país
necesita una estrategia más amplia respecto a Asia, que Karaganov
denomina “proyecto Siberia”. Eso aseguraría que lleguen inversiones a
las remotas regiones asiáticas de Rusia, no solo de China sino de otros
lugares, con el fin de que el desarrollo económico garantice al mismo
tiempo la soberanía rusa.
Estos dos extremos muestran las fuerzas que atraen a Rusia tanto
hacia Oriente como hacia Occidente. En la práctica, la política suele
quedarse en un término medio, que algunos califican de falta de opción
estratégica y otros de flexibilidad estratégica necesaria.
El mayor interés estratégico de Rusia siguen siendo sus socios
occidentales, que todavía constituyen la mitad de su comercio, pero cada
vez son más conscientes de la necesidad de volverse hacia el gigante
económico asiático. Rusia se ha incorporado a las principales
instituciones multilaterales de la región, desde la cumbre del Este
Asiático hasta la Organización de Cooperación de Shanghai (en inglés, SCO),
pasando por las Conversaciones a seis bandas sobre Corea del Norte,
pero la influencia rusa en los asuntos estratégicos de Asia sigue siendo
limitada. Por ejemplo, la SCO, creada por China y Rusia en colaboración
con Asia Central, refleja la erosión gradual de su poder en favor de
los chinos, como destaca el analista Pavel SalinAsí se vio en 2008,
cuando Moscú pidió a la organización que apoyara su incursión en Georgia
y el establecimiento de dos nuevas repúblicas autónomas (Abjasia y
Osetia del Sur). China, que vio posibles repercusiones en su propia
situación con Taiwan, lo impidió mediante una astuta labor diplomática
entre bastidores con los Estados de Asia Central.
Aun así, la política oficial es mucho más antioccidental que escéptica respecto a China, como señala
el politólogo Igor Zevelev. A Rusia le parece más importante aliarse
con Pekín para poner palos en las ruedas a Estados Unidos. El
crecimiento militar chino y su política más agresiva hacia sus vecinos
no han tenido mucho impacto en Rusia. En las encuestas de opinión sobre
posibles adversarios, Estados Unidos supera a China en un 20%, es decir,
el Imperio del Centro no asusta tanto a los rusos como los
estadounidenses. “Rusia sigue viendo a China como un vecino asiático y
un socio económico fundamental, pero no como una nueva potencia
mundial”, dice Zevelev.
Ahora bien, en el pensamiento ruso también existen ciertas
inquietudes sobre un futuro incierto con China. Por ejemplo, el director
de la revista Russia in Global Affairs, Fyodor Lukyanov,
destaca los riesgos que supone “el crecimiento del potencial económico y
el estatus internacional de China”. En ese mismo espíritu de guardarse
las espaldas, la Marina rusa participó por primera vez en el Pacific Rim
Exercise 2012, organizado por Estados Unidos (RIMPAC).
A la hora de la verdad, es posible que Rusia no dé ningún giro hacia
ningún lado, con lo que ni los sueños geoestratégicos estadounidenses ni
los chinos se harían realidad. Este país puede seguir ocupando una
posición estratégica del avestruz entre Oriente y Occidente durante
años. Si maneja bien esta flexibilidad estratégica, quizá le permita
tener influencia a corto plazo en las dos direcciones. Pero también
corre el peligro de que, si levanta la vista y mira hacia Oriente, vea
que su vecino asiático, China, es una potencia mundial fuera de serie, y
eso tendrá graves consecuencias para Rusia.
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