El comercio global de armas cortas supone uno de los principales desafíos para la seguridad de los Estados.
Rifles de asalto, ametralladoras, pistolas… Estas armas son de un uso
sencillo y fácil fabricación por lo que se convierten en las favoritas
de los actores armados de todo el planeta, desde Ejércitos hasta bandas
de criminales, pasando por los grandes grupos terroristas.
Naciones Unidas y ONG como Amnistía Internacional llevan años
reclamando un control de su comercialización y su uso. El mercado legal
entre Estados y el ilícito muchas veces son las dos caras de una misma
moneda, enmascarando ventas para grupos insurgentes o proporcionando
armas a regímenes que violan claramente los derechos humanos.
Una buena fuente para conocer la realidad que rodea a todo lo relativo con las armas cortas en el mundo es Small Arms Survey.
Una organización suiza considerada toda una referencia internacional en
este terreno. A continuación, se resaltan una serie de aspectos sobre
este tipo de armamentos, desde su peso en los conflictos hasta el papel
que tiene el mercado negro en su distribución por todo el planeta.
Las armas pequeñas en cifras. Al año mueren unas 526.000 personas en el mundo por culpa de la violencia armada, según datos de Naciones Unidas
de 2012; unas tres cuartas partes de estas personas no perecen en
conflictos, sino que lo hacen por otras causas como la criminalidad.
La ONU también ha cifrado en 400.000 millones de dólares (unos
350.000 millones de euros) el impacto económico a escala global que
suponen estas muertes. Mientras que establece que el armamento
convencional de todo tipo (desde munición hasta tanques) mueve al año
unos 85.000 millones de dólares en intercambios entre Estados. De esta
cantidad, Small Arms Survey cifra en algo más de 10.000 millones de dólares anuales
la cantidad de dinero que mueve la venta de armas pequeñas, y sus
diversos componentes. La principal partida de gasto va destinada a
municiones que representan un volumen de unos 4.266 millones.
Small Arms Survey también apunta que los cinco principales
exportadores de armas ligeras son (según datos de 2012): Estados Unidos,
Italia, Alemania, Brasil y Austria. Rusia y China ocupan el séptimo y
octavo puesto, respectivamente. Cada uno de estos países vendió al
exterior al menos 100 millones de dólares anuales. Asimismo, los
principales importadores son: EE UU, Canadá, Alemania, Australia,
Francia y Reino Unido.
Según cifras de UN Comtrade (base de datos sobre comercio
internacional de Naciones Unidas), entre 2001 y 2011, las ventas
declaradas de armas pequeñas se doblaron.
Más allá del mito del Kaláshnikov. El
rifle de asalto AK es el arma más popular desde mediados del siglo XX
(el primer modelo apareció en 1947). Tradicionalmente se dice que se han
producido entre 80 y 100 millones de unidades, aunque es complicado
determinar el número exacto ya que se han fabricado numerosas variantes
en decenas de países.
Pero también hay otros rifles de asalto que se han hecho muy
populares en los conflictos. Tras los AK, el más fabricado ha sido el
M16 estadounidense que entró en servicio en los 60, y también cuenta con
numerosas variantes. Según datos del fabricante Colt Weapon Systema, se
han fabricado unos 8 millones de unidades en sus variantes militares.
Otra arma icónica que ha rivalizado con el AK fue el FN FAL. Un arma
originariamente belga pero que luego se produjo en una docena de países,
y adoptado como fusil estándar de la mayoría de los ejércitos de la
OTAN. También tuvo presencia destacada en conflictos de los 60 y 70 como
Rhodesia o los años más duros en el Ulster. Fue definido como “el brazo
derecho del mundo libre”. Entre 1951 y 1988 se construyeron unos dos
millones de unidades, hoy en día solo se producen en Brasil y Estados
Unidos (una versión semi-automática para uso civil).
Pese a la popularidad de estos modelos que tienen más de medio siglo
de vida, tienen que hacer frente a la competencia de otros modelos como
el G3 alemán, el SG 540 suizo o el AUG austríaco.
¿Qué ha cambiado con los conflictos de la Primavera Árabe? Las
revueltas que han desembocado en enfrentamientos más graves como Siria o
Libia han propiciado que se haya perdido el control de muchos arsenales
militares, y existe el temor que ese material haya caído en manos de
grupos armados no estatales de diversas filiaciones, o han repercutido
en conflictos en países vecinos.
En el último informe de la Oficina de Asuntos de Desarme de Naciones Unidas (UNODA) para el Consejo de Seguridad, también se ha fijado en los riesgos de una incorrecta gestión de los arsenales.
Un ejemplo de estas situaciones se ha dado en Malí, donde los tuaregs del Norte y Al Qaeda en el Magreb Islámico consiguieron mejores armas
en los arsenales militares libios sin control tras la caída de
Muamar Gadafi. Con este equipamiento, pusieron en fuga a las Fuerzas
Armadas de ese país africano, obligando a una intervención internacional
liderada por Francia.
También conviene fijarse en Siria e Irak, donde existe el temor, en
especial por parte de EE UU y la UE, de si se suministran armas a los
grupos kurdos o los rebeldes moderados anti Bachar al Assad puedan caer
en manos de los extremistas de Estado Islámico, como se vio durante el
asedio a la ciudad de Kobane, o de la rama de Al Qaeda en el país,
Jabhat al Nusra, como ya ha sucedido en algún caso.
¿Qué dice la ONU? En
abril de 2013 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó el Tratado
sobre el Comercio de Armas con 154 votos a favor, 3 en contra y 23
abstenciones. Entró en vigor a finales de diciembre de 2014.
El acuerdo establece una serie de mecanismos
para controlar mejor el comercio. Por ejemplo, las naciones vendedoras
revisarán todos los contratos de armamento para garantizar que no se
destinen a países sometidos a embargos y que violen los derechos
humanos. El objetivo es conseguir una mejor monitorización de todo el
material bélico para saber su destino y que no se utilicen contra la
población civil. Hasta ahora, muchas veces había que esperar a que se
produjera un embargo para decretar que se usaba equipamiento militar de
determinado origen para cometer atrocidades.
Los tres países que votaron en contra del Tratado fueron Irán, Corea
del Norte y Siria. Mientras que entre las abstenciones destacan las de
Rusia y China (países que están en el club de los principales
exportadores). Por su parte, y tras muchas dudas, Estados Unidos votó a
favor, pero tiene que ratificarlo en el Congreso, y hay importantes
voces que lo critican como el lobby armamentístico o quienes consideran que puede limitar la política exterior de la Casa Blanca.
La aprobación de este tratado ha sido una larga batalla de la
sociedad civil y de diversas ONG como Amnistía Internacional u Oxfam
International que han estado durante más de una década luchando porque
la comunidad internacional controlara estas armas.
El peso del mercado negro. Al
hablar de armas es imposible no pensar en el mercado negro. La
comentada regulación de la ONU hace hincapié en los tratos entre países,
pero luego están los cargamentos que se mueven fuera de los controles
estatales.
UNODA estima que entre el 40% y el 60% del comercio de armas pequeñas
en el mundo es ilícito. Small Arms Survey también recuerda que la
mayoría de este equipamiento letal comienza su vida como armamento
legal, pero cuando llega a las zonas de conflicto (o países limítrofes)
se pierde su control.
Pese a la imagen que nos puedan ofrecer películas como El señor de la guerra (2005), los movimientos en el mercado negro suelen ser a escala local. Los mercaderes de muerte
que operan a escala global representan un porcentaje muy pequeño.
Tampoco hacen grandes transacciones de una vez, y prefieren operar
haciendo muchos envíos, pero con poca cantidad para que sean más difícil
su rastreo.
El mercado negro suele estar en manos de actores privados, aunque en
ocasiones los Estados contribuyen dando armas a organizaciones
guerrilleras o terroristas (como los ejemplos citados en Irak y Siria) o
pierden el control de sus arsenales, sólo hay que recordar cuando el Pentágono reconoció haber perdido 200.000 rifles destinados al naciente Ejército iraquí en 2007.
También hay que tener en cuenta lo que se denomina como mercado gris (grey market),
que aprovecha huecos legales para vender armas. Los ejemplos serían la
venta a entidades sin un reconocimiento internacional (como Somalilandia),
ventas a grupos insurgentes que tienen reconocimiento por parte de
varios gobiernos, o comercio entre países pero que violen leyes
internacionales o propias (caso de Irán-Contra).
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