Y de repente, el Reino se ha encontrado en el ojo
del ciclón. Lo que es, por ahora, el indicio de un problema insuperable que
puede causar mil y un quebradero de cabeza al país y un atentado a su imagen de
legendaria encrucijada de la civilización, de la cultura y de la cultura de
tolerancia, va creciendo de manera realmente alarmante sin que las autoridades
oficiales lo tomaran, hasta ahora lo suficientemente en serio.
Como ayer los subsaharianos, que, dicho sea de
paso, hasta ahora no se ha solucionado el problema con epidérmicas ofensivas en
España de los detractores de Marruecos, avalanchas de sirios, que nadie o casi
nadie sabe de dónde proceden, van amontándose en las fronteras del país con
Europa con el consiguiente lote de problemas, en su mayoría sin resolver: falsificación
de identidad, terrorismo, delincuentes objeto de órdenes de busca y captura e
incluso los, siendo de otra nacionalidad, aprovechando la dimensión y la confusión
del drama, pretenden ser siros.
Mortalmente vacilante, las autoridades (centrales y
regionales) no acaban de contemplar la solución adecuada. Sin embargo, día a día,
el flujo adquiere dimensiones muy inquietantes con la emergencia de nuevos
intereses, nuevas redes de tráfico humano, mafias, especialmente argelinas y una situación a la que nadie, menos
aún Marruecos, podría hacer frente.
En sus estrechos cálculos geopolíticos y económicos,
la UE no parece tener la voluntad política de encontrar la solución idónea a
este problema, tratando de “exportarlo” con soluciones de esparadrapo como
ayudas a los países acogedores de estos refugiados.
Marruecos debe decidir antes de que sea tarde. Los
que le han arrastrado a este extremo se niegan rotunda, categórica y cínicamente
a recibir un solo refugiado.
Comentarios
Publicar un comentario