Los países como el nuestro, donde hay individuos que se
creen por encima de la ley y que, con su fortuna, pueden cambiar todas
las veces que le dé la gana de partido y hasta de institución, pudiendo salir electos,
no pueden pretender ser democráticos.
Los países como el nuestro, donde hay quien “vende” su
votos e hipoteca su deber cívico por 100 Dh, sin ser consiente del daño que
hace al país, a sus instituciones y a su presente y futuro, no deben presumir
de tener una riqueza ciudadana.
Los países como el nuestro en que los partidos políticos invierten
gran parte de sus recursos y esfuerzos para acaparar a candidatos de otros
partidos, ganando de este modo las elecciones con trampas, no pueden aspirar a ninguna representatividad social o política.
Los países como el nuestro en donde las promesas y los
programas electorales suelen convertirse en agua de borrajas, apostando por “unas
monedas” y por “discursos mentirosos” para atraer al electorado, no deben ser respetados
ni considerados por los ciudadanos
Y de los países como el nuestro en que los mensajes y los
discursos electorales son absurdamente iguales y desembocan en las mismas
promesas y en los mismos compromisos, no se debe esperar gran cosa.
Hoy, sábado 22 de agosto ha comenzado la campaña
electoral de cara a las elecciones regionales y comunales del 4 de septiembre.
Una fiesta democrática, en caso de que se respete la voluntad popular y las
leyes que rigen el proceso electoral.
Inesperado punto de inflexión en los discursos
electorales de los diversos partidos políticos: el discurso real del jueves ha “apaciguado”
el ímpetu y el apetito de los que se creían (y así se presentaban) intocables
(inmunizados).
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