Como si la gravísima aversión de
los marroquíes que no encuentran motivos para inscribirse en las listas
electorales, no resultara suficiente, el humor marroquí ya le ha encontrado
nombre: “mercato político”.
Se refiere a la intensa trashumancia de algunos diputados
de un partido político a otro en este periodo pre electoral que conoce nuestro país
a pesar de que el artículo 20 del reglamento interior de la Cámara de representantes estipula
que “todo electo que cambiaria de etiqueta política en el curso de su mandato
es suspendido de la diputación”. Más explicito aun:”Todo miembro del parlamento,
consejos de colectividades locales o cámaras profesionales que cambia su
afiliación política en beneficio de otro partido pierde automáticamente su
mandato de electo”. El artículo 60 de la Constitución marroquí
prevé las mismas sanciones aunque paradójicamente en este periodo pre-electoral
la trashumancia política parece enigmáticamente tolerada.
¿Y los poderes públicos?
No hace falta responder,
pasemos a la otra vergüenza: Parlamentarios y presidentes de comunas demandados
por la justicia marroquí se preparan a
presentarse a las próximas elecciones después de recibir (¡Santo Dios, qué coincidencia!)
el aval de las autoridades a raíz del premeditado aplazamiento de sus
expedientes en los que están acusados de corrupción, uso de documentos falsos,
robo, dilapidación de los fondos públicos, malversación y que fueron condenados en primera instancia
o en apelación, pero su juicio fue enviado a la casación.
Es alucinantemente desleal
cuando no humillante.
Creíamos que los próximos
comicios debían constituir una apuesta y un desafío de cara a la consolidación del
proceso democrático en el país y el fortalecimiento del estado de derecho.
¿Nos equivocamos?
También creíamos que en
Marruecos en elecciones o en otras manifestaciones de orden político existían en
este país hombres y mujeres honestas, limpias, con escrúpulos políticos (y
otros) y con una probada salud moral.
Nunca hubiéramos permitido
dejarnos convencer que, para completar sus listas de candidatos, los partidos políticos…
“nuestros” partidos políticos pueden recurrir al robo de candidatos y a
reincidentes y a condenados por delitos de todo tipo.
Tampoco hubiésemos podido
creer en este país que la sociedad civil, activa y hasta agresiva cuando se
trata de futilidades observe tan mortal silencio ante tan graves hechos.
Los marroquíes, los que aun
tienen el coraje de votar, la osadía de creer en políticas participativas y la
ingenuidad de que, con su voto, pueden contribuir a algo, deben despertarse y
cumplir el ultimo y el más fácil principio de nuestra religión para contrarrestar
una abominación: no vitando por los partidos que aceptan estas dos ultrajantes
actos: trashumancia y aceptación de candidatos reincidentes y por el mismo
motivo estigmatizar como sea a los responsables que los toleran.
El genial poeta iraquí Maaruf
Ressafi tenía razón:
Maldita sea la nación que no eleva
su voz salvo detràs de los cortejos fúnebres...
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