Hoy, jueves 30 de julio del
2015 los marroquíes celebramos el 16 aniversario de la fiesta del Trono… una celebración
nacional que marca el acceso al Trono de sus antepasados del rey Mohamed VI. Un
momento nunca estereotipado, sino siempre renovado, de conmemoración de una
historia común, de una perfecta simbiosis entre el pueblo y el rey, de un zócalo
de valores arraigados en la identidad nacional.
Si la celebración de la fiesta
del trono en Marruecos conserva siempre fresca y viva esta carga patriótica que
sorprende a muchos de los que no conocen o poco a Marruecos, es porque la
simbiosis en la que se basa es inmutable e inflexible, habida cuenta de que
cristaliza la adhesión del trono y del pueblo a los mismos valores fundadores
en los que se reconoce la nación.
De tal modo que inscribiéndose
en el contexto mismo de la institucionalización de la fiesta del Trono, marcada
por circunstancias históricas cruciales, se puede medir la capacidad, que se ha
quedado inalterada, de la nación a permanecer unida junto al trono para desbaratar las maniobras adversas. De hecho
la idea génesis de la celebración de esta fiesta había nacido en 1930 en tanto
que sobresalto destinado a hacer fracasar el siniestro Dahir (decreto) berebere
antes de convertirse en lo que es, desde entonces: un acontecimiento simbólico
que ilustra la cohesión y la unidad de la patria y el referencial de valores patrióticos
nacionales.
Magnifica ilustración de cohesión
entre el pueblo y el trono. Decenios después, la fiesta del trono continua hoy
en día inspirando la marcha del país hacia el progreso y el desarrollo,
destacando la profundidad y la solidez de los lazos efectivos y la relación de
lealtad reciproca entre los marroquíes y su rey.
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