Leído en EsGlobal: El gasto militar disminuye, el espionaje aumenta

Un análisis sobre las consecuencias del descenso de los presupuestos en defensa en Occidente y la gran inversión en servicios de espionaje de la mano de dos libros de reciente publicación.
The Edge: Is the Military Dominance of the West coming to an End?
Mark Urban, Little Brown, 2015
Traducción: Natalia Rodríguez.

 Joe Raedle/Getty Images)

La posición de ventaja militar que los países occidentales han disfrutado durante siglos sobre el resto del mundo ha desaparecido para no volver. Sin caer en las teorías de un declive apocalíptico, la velocidad con la que, desde el cambio de siglo, el equilibrio del poder militar se ha desplazado de Estados Unidos y Europa hacia sus rivales Rusia, India y China es sorprendente. Muchos de quienes recientemente han abandonado posiciones de alto nivel en instituciones de defensa en Londres, Washington y París se muestran descorazonados por las consecuencias a largo plazo para la estabilidad en muchas partes del planeta.
Los críticos podrían afirmar, por supuesto, que ese desplazamiento no es algo malo teniendo en cuenta la manera en que se ha vertido una enorme cantidad de recursos en Afganistán y, especialmente, Irak, sin que se pueda decir que esto haya contribuido a hacer a esos países y a las regiones circundantes más favorables a los intereses occidentales, pero esta no es realmente la cuestión. El año pasado, el Pentágono adquirió el menor número de aviones nuevos desde 1915 y fue superado por primera vez en entregas de aviones de combate por Rusia. Cualesquiera que sean los errores o defectos de la política de EE UU -y son muchos-, es poco probable que la creciente influencia militar de Moscú traiga más paz y estabilidad a Europa en concreto.
Durante el medio siglo posterior a 1945, Estados Unidos fue la potencia militar dominante. Eso brindaba una gran seguridad a Europa y tenía la ventaja de una cierta previsibilidad. Hoy Rusia y China, en particular, esperan una mayor libertad para hacer frente a los retos de seguridad en su periferia sin interferencias estadounidenses, y mucho menos europeas. El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia afirma sin rodeos que EE UU simplemente tendrá que acostumbrarse a la consolidación de esta tendencia multipolar. Como hemos visto en Oriente Medio, el surgimiento de actores nuevos o más potentes complica mucho cualquier política que Occidente pudiera desear llevar a cabo.
El lado europeo de la historia está bien documentado. El Ejército francés se está reduciendo de 548.000 a 213.000 hombres, el alemán de 545.000 a 180.000 y el  británico ya está por debajo de 10.000, su tamaño más pequeño desde las guerras napoleónicas. Hace 40 años, Gran Bretaña podía desplegar 70 fragatas, hoy solo 19. Sobre el papel, la fuerza aérea española cuenta con 39 cazas Typhoon, pero sólo seis están realmente listos. Como resultado, la alianza de la OTAN tiene que depender cada vez más de Estados Unidos, pero sus fuerzas están reduciéndose también: la fuerza aérea ha disminuido a la mitad desde el final de la guerra fría, a solo 2.000 aviones de combate. Estados Unidos tenía 5.000 tanques desplegados en Europa antes del colapso de la Unión Soviética; hoy no hay ni uno. Se necesitarían entre seis y doce meses para desplegar una división blindada en Europa, algo que no sería de mucha utilidad en caso de emergencia.

Europa pasó la mayor parte del último periodo del siglo XX mirándose el ombligo mientras construía sus propias instituciones, convencida de que la mejor manera de influir en su periferia y en el resto del mundo era el poder blando, ya fuera económico o cultural. Confiaba en la protección de la OTAN. Hoy, cuando su periferia está en llamas, algo que muy pocos europeos previeron, ningún líder político del Viejo Continente tiene suficiente confianza en sí mismo como para argumentar a favor del rearme.
Vale la pena considerar, sin embargo, cómo se han gastado los presupuestos de defensa en Occidente en las últimas décadas. El principal diseñador del caza F-16 señala las ruinosas consecuencias de la compra de aviones furtivos (indetectables al radar) por cientos de millones de dólares cada aparato; “un triunfo de la magia negra que supone vender un avión que no funciona”, señala Pierre Sprey. Cada nuevo caza Raptor cuesta 670 millones de dólares y en cuanto al bombardero B2, alguien cínicamente señaló que “un avión del mismo peso hecho de oro macizo habría sido más barato”. El lobby militar-industrial del que el presidente Eisenhower advirtió a sus compatriotas antes de dejar el cargo ha paralizado nuestra capacidad de construir sistemas de defensa inteligentes y rentables.
Estas tendencias que sugieren que el dominio militar de Occidente está llegando a su fin han sido analizadas de manera muy convincente por el editor de información diplomática y de defensa de la BBC, Mark Urban, en la obra The Edge: Is the Military Dominance of the West coming to an End? Mientras tanto, se han estado destinando grandes cantidades de dinero a inteligencia, un mundo irreductiblemente turbio. El servicio de inteligencia interior británico, M15, ha duplicado su tamaño en los últimos veinte años, mientras que la comunidad de inteligencia de EE UU ha aumentado vertiginosamente a raíz de los ataques terroristas del 11-S.
A medida que se recortaban los presupuestos de defensa, se invertían enormes sumas en espionaje, el presupuesto negro de Estados Unidos, que con 52.000 millones de dólares equivale al presupuesto de un país pequeño. Esto refleja las altas miras ideológicas que siguen atrayendo a muchas personas a este juego, pero demasiados de nosotros conservamos una visión que aún está teñida de las novelas de John Le Carré. Hoy la lucha contra el yihadismo militante está resultando mucho más compleja de lo que la mayoría de los especialistas había imaginado. El ex director de la CIA afirmó durante su audiencia de confirmación para el puesto que con el colapso de la Unión Soviética “hemos matado a un gran dragón, pero ahora vivimos en una jungla llena de una desconcertante variedad de serpientes venenosas. Y, en muchos sentidos, al dragón era más fácil seguirle el rastro”.
En un libro fascinante sobre este mundo turbio, Stephen Gris sostiene que la inteligencia humana contextual -es decir, cómo piensa la gente, cuáles son sus lealtades, lo que les indigna o provoca su admiración- es al menos tan importante como la información técnica con su “falsa certeza”. El libro The Spymasters: Inside Espionage from the Cold War to Global Terror ofrece un antídoto ante cualquier noción de que las agencias de inteligencia “lo saben todo” o, por el contrario, andan totalmente despistadas. Mi experiencia en el diario Financial Times de 1977 a 1995 y trabajando como freelance para el BBC World Service, aunque más limitada que la del autor en la agencia Reuters, me convence de que su análisis es profundamente informado y sutil.
La historia que merece ser contada aquí es cómo la convicción de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva (ADM) arraigó en la mente de la mayoría de funcionarios de la mayor parte de las agencias occidentales antes de la invasión de Irak liderada por EE UU en 2003. Un iraquí con el nombre en código Curveball apareció en Alemania en 2000 con la historia de que el dictador iraquí había decretado la creación de laboratorios móviles de armas biológicas. Tras un interrogatorio demasiado crédulo por parte de un experto en armas biológicas alemán, que no era oficial de los servicios secretos, su testimonio obtuvo un gran impacto, ya que fue reforzada por otras pruebas. La historia encajaba demasiado bien con el deseo de construir una narrativa coherente a partir de indicaciones turbias que llevaron a las principales agencias occidentales a dar demasiada certeza a lo que pensaban que el ex dictador iraquí estaba tramando. Los críticos se han centrado en la supuesta manipulación de evidencias o en la conspiración imaginaria entre George W. Bush y Tony Blair, que querían emprender la guerra. Grey cree que el que la información de inteligencia en sí fuera incorrecta es, con mucho, el aspecto más inquietante de la historia. Los dos líderes creían que la evidencia sobre las ADM les respaldada porque sus agencias lo creían, y ellas también querían ir a la guerra.
La información de inteligencia de proveniencia humana a menudo se exagera en exceso con la esperanza de lograr alabanzas y recompensas. La inteligencia de origen tecnológico está menos enredada con el corazón y ofrece una ilusión de certeza. Pero a veces es peor, ya que a menudo carece del contexto en el que situar una conversación que se escucha por azar o un mensaje que se intercepta. De ahí los errores habituales de los ataques con aviones no tripulados. “La realidad es que el pasado es un lugar muy, muy oscuro para todo el mundo”, dice Martin McGuiness, ahora viceprimer ministro de Irlanda del Norte y en su juventud comandante del IRA, según la cita recogida por el autor. Cualquiera de los enconados conflictos recientes, desde la Suráfrica de antes del fin del apartheid, a la guerra de liberación de Argelia, el conflicto palestino-israelí y el de Cachemira, podrían ilustrar esta triste verdad. El mundo del espionaje es mucho más oscuro que cualquier thriller, aunque sea Una pequeña ciudad en Alemania.
Traducción: Natalia Rodríguez.

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