En su
edición de ayer (lunes 15-6) The Guardian publico un documento exclusivo procedente
de la CIA
americana que revela la autorización de prácticas de interrogatorios que
parecen investigaciones sobre humanos.
Graves revelaciones, formuladas en un documento exclusivo que el diario británico de centro-izquierda pudo obtener gracias al Freedom of Information Act, una ley americana que obliga a las agencias federales transmitir sus documentos a quien los pidiera. Si el documento data de 1987, fue actualizado y todo induce a creer que sigue vigente hasta hoy, según el diario británico. En él está escrito blanco sobre negro que el director de la CIA tiene el poder “de aprobar, modificar o desaprobar todas las propuestas concernientes a la investigación sobre los humanos”.
El documento en cuestión evoca igualmente la implicación de médicos. La CIA “insiste” en la presencia de personal médico en los interrogatorios, informa The Guardian que asegura que las técnicas de tortura se dirigen ‘según el rigor médico”. Los médicos tienen el poder de detener todo interrogatorio si lo juzguen peligroso para la vida del torturado.
O sea: torturan conforme a “valores” democráticos.
Difícil de conciliar “practicas medicas responsables” y “consentimiento esclarecido requeridos por las experimentaciones en seres humanos”. Lo que, por otra parte, plantea problema es este “consentimiento conciente del individuo”, normalmente requerido para toda experiencia sobre los humanos. No obstante, la CIA no da absolutamente ninguna importancia al consentimiento conciente antes de proceder a sus programas de interrogatorios, precisa el diario británico.
Estas revelaciones han permitido la apertura de un debate sobre la tortura practicada por la CIA desde el 11 de septiembre del 2001. Un informe del senado americano que acorrala a la CIA fue publicado a este respecto en diciembre del 2014.
El caso es que no solo una agencia oficial de estados Unidos recurre a estos métodos dae’shistas, sino todas las agencias de países occidentales como el propio Reino Unido, y Francia. Es lo que podríamos llamar “tortura democrática”.
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