“Ciertamente se os ha presentado un Mensajero de entre vosotros que se apena por vuestras adversidades, se preocupa y desea que alcancéis el bien es compasivo y misericordioso con los creyentes”
El Mensajero de Allah (SAS) representa el mejor modelo de
comportamiento y el más excelente ejemplo en sus relaciones con los demás.
Tenía la mente y el corazón abiertos a todos.
Cuando el Profeta que la salvación y la bendición de Dios sean sobre él, fue a Tâif para predicar el Islam a los hombres de Thaqif sin, no obstante, obtener una respuesta favorable, volvió a la Meca en compañía de Al-Mout'am bin Odaye.
El Profeta (SAS) permaneció en la Meca, apoyado por un pequeño
número de aliados y haciendo frente a la hostilidad de la gente. Solo
permanecían en la Meca
los creyentes débiles. Entonces, estimó (SAS) que era preferible predicar el
Islam fuera de la Meca. Fue
a pedir a las tribus en los mercados y en el curso de ocasiones anuales y
temporales, a abrazar el Islam y de aliarse con su causa. La tribu Kinda se
negó a escucharlo. Parte de la tribu de Kalb llamada Banou Abdullah hizo lo
mismo. En cuanto a la negativa de Banu Hanifa, la gente de Mousaylima el
mentiroso, no había peor. Banou Amer también lo rechazaron
El Profeta (SAS) prosiguió su misión entre los descendientes de gran linaje a fin de
obtener su alianza. Pero por donde iba, su tío Abu Lahab le seguía a todas
partes.
La venganza infligida por los politeístas a las indefensas
personas creyentes, no se había limitado
a éstos, sino a todos los creyentes y especialmente al amado Muhammad
(SAS). Sin embargo, los creyentes tenían más fuerza gracias a la profunda fe y
por lo tanto supieron hacer frente a los politeístas. Ningún creyente escapó a
la burla y al ridículo. Incluso el Profeta (SAS), fue objeto de sus peores burlas e insultos.
No obstante, Cuando el número de los musulmanes, tanto hombres como mujeres, alcanzó cuarenta, y cuando Hamza, tío del Profeta (SAS), abrazó el Islam así como Omar Bin Al-Khattab lo que constituyó una
satisfacción del Mensajero de Allah, el Islam se hizo más fuerte.
Cuando el Profeta (SAS) proclamó su vocación y la reveló
ante propios y extraños en los medios de los politeístas, las miradas se
velaron, a pesar de que la llamada era clara, sin misterio ni ambigüedad. Pero
no podían discernir el bien y la buena vía que aportaba, por el contrario, la
combatieron con todos los medios y las fuerzas que tenían.
Sin embargo, en su llamada al camino de Allah, Exaltado Sea,
el Profeta (SAS) no tenia poder sobre la gente y no era su tarea someterla con
la fuerza conforme al principio coránico que dice: “La ikraha fi eddin” (No hay
coacción en la religión). Su función consiste, más bien en instar al recuerdo
de Allah, El Misericordioso.
“Al Mensajero solo le incumbe trasmitir con claridad” (Surat La
Araña, versículo 17).
Por lo tanto, la única fuerza que Allah, el Omnisapiente le
Ha Proporcionado a Su mensajero para forjar la mente de la gente, dirigiéndola
hacia la fe, fue las palabras, el sentido y el alcance del Mensajero divino.
“Me ha sido ordenado adorar al Señor de
esta ciudad [La Meca],
Quien la ha declarado sagrada y Quien todo lo posee. También me ha sido
ordenado contarme entre quienes se han sometido a Allah. Y [también] recitar el
Corán. Quien siga la guía lo hará en beneficio propio, y a quien se extravíe
dile: Yo sólo soy un Profeta más que vino para advertiros” (Surat las hormigas, versículos
91-92).
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