Especial Ramadàn: EPISODIO II EL MENSAJE



                 
Ciertamente se os ha presentado un Mensajero de entre vosotros que se apena por vuestras adversidades, se preocupa y desea que alcancéis el bien, es compasivo y misericordioso con los creyentes”. (Attauba, El Arrepentimiento, versículo 128).

Dios Todopoderoso Encargó al Profeta Mohammad (SAS) de la misión a la edad de 40 años. Dios Recobró su alma a los 60 años (habida cuenta de que el año lunar es más corto que el año gregoriano, 12 días. Siguiendo el año solar, esta edad equivale a 63 años) mientras que en su pelo no habían más de 20 canas.
El Profeta y su misión. Hoy vamos a tratar de saber un poco más sobre su época, su mensaje y las circunstancias que lo rodearon

Fue una época en la que se habían olvidado los códigos morales y la rectitud. Los ritos supersticiosos y dogmas habían eclipsado los preceptos de la Religión Divina.
Unos creían en Dios pero no en el Día de la resurrección y en la recompensa y el castigo, otros, muy pocos creían en Dios, en la resurrección y en la recompensa y el castigo después de la muerte, pero tampoco creían en la profecía
En su inmensa mayoría, los árabes eran idolatras. Algunas tribus adoraban el sol, otras la luna.
El cristianismo y el judaísmo habían perdido su razón de ser.
En este clima de ignorancia y de depravación, consecuencia de la influencia de las creencias supersticiosas y comportamientos dañinos que prevalecían en muchas partes, llegó el amanecer de la profecía.
Fue un hombre de entre ellos mismos el cual los llevaría hacia la luz de la fe y la devoción al Dios Único.
El periodo de espera se acercaba a su fin. Sus cuarenta años de vida tenían variadas experiencias, y desde el punto de vista del mundo, había desarrollado una madurez y juicio mental, aunque en realidad él era la personalización de la perfección desde el mismo inicio.
El flujo del Mensaje Divino que continuó por los próximos 23 años había comenzado, y el Profeta se había levantado para proclamar la unicidad de Dios y la Unidad de la Humanidad, para demoler el edificio de la superstición, ignorancia, la incredulidad, y así establecer un concepto noble de la vida, guiando a la humanidad hacia la luz de la fe y la bendición celestial.
El Profeta (SAS), por lo tanto, comenzó su misión cautelosamente, confinándola inicialmente a sus propios familiares cercanos y amigos. La primera que creyó en el Profeta (SAS) fue su esposa Jadiyah e inmediatamente después el joven primo de Mohammad (SAS), Ali Ibn Abi Talib, el cual vivía con ellos. Muchos se opusieron, de diferente manera a la misión del Profeta (SAS), pero otros, en cambio, como su mejor amigo, Abu Bakr Assedik o hijo adoptivo Zayd y muchos otros aceptaron su llamada.
Muhammad (SAS) continuaba con paciencia orientando a su pueblo hacia el testimonio de la fe islámica. Es decir: “No hay otra divinidad que Allah y Muhammad es Su Enviado”.
Lentamente se expandió el mensaje. Durante los primeros tres años, ganó solamente treinta seguidores. A pesar de la precaución y el cuidado que se tuvo, los  Quraïshíes se dieron cuenta de todo lo que estaba sucediendo. Al principio no se percataron mucho y solamente se burlaron del Profeta (SAS) y la situación de sus seguidores.
Poco a poco, comenzó a crecer el número de los creyentes siendo objeto de una terrible persecución, unos más que otros por su condición social como, por ejemplo Bilal, un esclavo negro de Abisinia y que fue el almuédano de la primera comunidad islámica, quien al abrazar el Islam fue atado y colocado sobre la arena abrasadora, poniéndole encima enormes piedras.
De esta forma, en el año 615 centenares de musulmanes consiguieron abandonar la Meca, dejando detrás de ellos sus hogares y sus bienes, a menudo incluso a sus familias en busca de un refugio que encontraron en la vecina Abisinia (hoy Etiopia) que era tierra cristiana.
Los que no lograron escapar en el curso de este quinto año de la misión de Muhammad (SAS) siguieron siendo objeto de las más atroces persecuciones sin abandonar nunca su fe islámica.

Bajo la inspiración del Enviado de Allah (SAS), los creyentes, sin embargo, estaban llenos de un fervor sagrado. Enfrentaron con valentía y devoción todas las persecuciones y peligros, y tuvieron paciencia frente a todas las torturas y agonías.
Mañana hablaremos del llamado año de la tristeza. Es decir 619, décimo año de la revelación con la muerte de quien nunca había cesado de apoyar y defender al Mensajero de Allah (SAS): su tío Abú Talib y la de su esposa Jadiyah que tanto amaba. Lo que había constituido para el Mensajero de Allah (SAS) una enorme pérdida y un gran dolor.

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