Anoche, un hombre irrumpió en
una iglesia frecuentada por la comunidad de color de Charlestón, en carolina
del Sur, símbolo de la revuelta de los negros en esta ciudad y comenzó a disparar a ciegas: Por lo menos 9
muertos, según la policía y el alcalde de la ciudad, mas de 14 según testigos
oculares.
Las autoridades que evocan un “crimen
racista” buscan a un hombre blanco de
unos 20 años.
Un portavoz del departamento
de justicia anuncio que la justicia federal abrió una investigación por “crimen
motivado por el odio”.
Un importante dispositivo de
seguridad fue desplegado en torno a la iglesia, una de las primeras de
Charleston y de la costa este de estados Unidos, fundada en 1891 y en la que, según
la policía el pistolero permaneció más de una hora antes de abrir el fuego
contra sus dianas humanas.
Hasta ahora ni el presidente
Barack Obama ni la secretaria de justicia Loretta Lynch han reaccionado al
odioso crimen. De hecho ¿Qué es lo que podrían decir?
La tensión racial había vuelto
a subir después de la muerte en abril de Walter Scout, un americano de color de
50 años asesinado en aquella vez por la policía, que, pese a haber sido de una
naturaleza muy diferente, la comunidad negra de estados Unidos ha vuelto a padecer las lacras del racismo y de la discriminación
racial desde el verano pasado cuando comenzó una serie de homicidios cometidos
por oficiales de policía blancos contra negros no armados.
Actos, a menudo, impunes, que
han reavivado las tensiones raciales en el país.
El horrible crimen de
Charleston no es más que un eslabón en una interminable cadena de crímenes
cometidos por militares (en Irak y en otros países), policía o simples
ciudadanos como el de anoche en Charleston.
Decíamos que Obama y la secretaria
para la justicia no han comentado el odioso crimen. Tanto él, como ella, saben
pertinentemente que estos crímenes raciales tienen algo que ver con ellos y su
calidad de máximos dirigentes de un país intrínsicamente racista y xenófobo. Los
que no “tragan” hasta sus conciudadanos de otros colores como podrían soportar
a árabes o a musulmanes en Oriente Medio, en Afganistán o en otro lugar del
planeta.
En Irak se ha asesinado hasta
a un discapacitado, indefenso en su silla de ruedas. Se ha disparado contra la
multitud con balas reales y
oficialmente, se ha masacrado impunemente a más de 3 millones de iraquíes en
nombre de unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron porque nunca habían
existido, no así los falsos argumentos ante el Consejo de seguridad del
entonces sectrerario de Estado Collin Powel y de su jefe el entonces presidente
Georges Bush.
Si Abraham Lincoln resucitara volvería
corriendo a su tumba.
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