Ante la ola de atentados de ayer, la actitud de
la inmensa mayoría de los países árabes es, cuando menos paradójica para no
decir vergonzosas.
Atentados que hasta ahora y como fue siempre el caso con los
patrocinadores del terrorismo (los padrinos y los cómplices) han quedado se van
a quedar impunes.
Lo hemos dicho más de una vez. De las dos cosas
una: o bien todos los países árabes temen a Da’esh o son sus cómplices.
¿Por qué?
Sencilla y racionalmente porque se equivocan los
que se imaginan una solución al terrorismo en los marcos de coaliciones
anti-naturales, organismos internacionales o declaraciones de “potencias”
regionales destinadas al consumo estrictamente local.
La voluntad árabe en luchar contra el terrorismo
quedó plasmada y cristalizada ayer con el atentado en una mezquita de Kuwait-City
en el que murieron 29 fieles rezando y ayunados, resultando heridas centenares
de fieles y de manera sincronizada en hoteles tunecinos con un monstruoso balance
de 39 muertos y en Francia contra un sitio de gas en Isére con un saldo de un
muerto y algunos heridos.
Todo un trofeo de horror de Dae’sh, evidentemente
y sobre todo de los que están de una u otra manera detrás de ella.
Decíamos cristalizada su voluntad anti-terrorista
porque, una vez más, los que no han mostrado su repulsa y su más enérgicas
condena a estos crímenes de Dae’sh o lo hicieron por razones meramente políticas
(relaciones internacionales) han fallado una inestimable e insustituible ocasión
de volver a tejer la solidaridad musulmana, única inherente de poner fin a la
actual ola de terrorismo que, como la suciedad, vive y crece entre las unas y
la carne. Es decir: entre las divergencias de orden doctrinal y las discrepancias
dogmáticas entre los mismos musulmanes.
Falsa ilusión la de los que esperan que
coaliciones dirigidas por Estados Unidos ( que ha creado a Dae’sh y no lo va a
destruir mientras siga desprestigiando al Islam y dividiendo a los musulmanes)
ni por hipócritas declaraciones de algunos países de la región ni siquiera por
la intención abstractamente expresada por Naciones Unidas.
La única manera de acabar con todos los
terrorismos integristas es la aplicación
de los verdaderos preceptos de la religión musulmana: unión, solidaridad, amor
al prójimo y tolerancia.
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