¡Vete a freír espárragos! La
voz era de un anciano que se despedía de un joven, probablemente su hijo o su
nieto., cuya sonrisa ilustraba elocuentemente una ironía habitual con el pequeño
anciano, quien, a pesar de su estado, parecía defender una vanidad polvorienta,
ahora, que en alguna época había sido proverbial.
Ali Ben Ahmed seguía
explicando la pequeña historia nunca escrita del dispensario-asilo psiquiátrico
de Sidi Frej
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Es que la idea inicial
era noble: se trataba de no dejar a ningún tetuani mendigar
-
Pero, ¿Sin ayuda o intervención
del estado? Preguntaba Edna con un tono lleno de, a la vez, candidez e interés
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No. Los ricos o por lo
menos los que tenían un poco mas de lo que necesitaban reunían los fondos que servían
para administrar el asilo. Es que hasta 1960 los habitantes de la ciudad eran
menos de 15 000 y no encontraban dificultad alguna para aportar soluciones
a este tipo de carencias en su ciudad.
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¿Y qué paso luego? Volvió
a preguntar Edna
-
Muchas cosas, entre
las cuales la peor fue el éxodo rural, consecuencias de las múltiples sequías y
otro desde el sur del país por razones políticas
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¿Razones políticas?
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Si. Los primeros años
de la independencia, prácticamente hasta 1960 y mucho después, Tetuán y el
norte en general era el destino predilecto de los necesitados de algunas
ciudades del centro del país.
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¿Quién es aquél?
Desde una de las pequeñas pero
impecablemente limpias y ordenadas habitaciones del quimérico establecimiento,
se asomaba la cabeza de un hombre, sentado en un enorme sofá eucalipto que sonreía
de manera delicada, dejando aparecer rasgos de una aristocracia derribada por
la pobreza y la precariedad. Con su pijama, limpia y planchada, una fina
bufanda de seda, exhaustivamente colocada en su cuello y unas zapatillas casi
nuevas, el hombre trataba de saludar.
-
¿Sabes quién es este?
-
No. Pero parece
totalmente normal.
-
Si. Uno de estos
hombres y mujeres que viven aquí encerrados entre un pasado opulento y un
presente austero. Gente que no se ha acostumbrado a la pobreza ni a su nuevo y
desvalorizado estatuto. Se agarra al pasado, a lo que fue y no quiere abandonar
con momentos de lucidez pero también con una fuerte dosis de nostalgia que les
hace perder el sentido común. Como muchos aquí, este hombre no tiene ninguna
idea de lo que es Tetuán con, casi 70 000 habitantes ni los estragos del
galopante éxodo rural. Prefieren no salir, no saber, no ver. Este es su mundo. Esta
es su Tetuán… incrustada en su fértil pero parcialmente perturbada imaginación.
Mañana: capitulo
XIII Sin peajes (segunda parte)
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