Estaba tan seguro del
contenido del paquete que comenzó a abrirlo cuando escuchó la voz de medí que
le saludaba de lejos.
-
¿Qué hay de tu vida,
que hace tiempo que no te vemos
-
Pues… por aquí como
todos
-
Ya nos vemos porque así gritando casi no te escucho.
-
De acuerdo, Medí, un
fuerte abrazo , hasta luego
Volvió a abrir el paquete,
pero, sin saber por qué, esta vez menos seguro y más desconcertado. El bonito
papel en el que estaba envuelto el regalo le inspiraba confianza. De repente
volvió a sentirse descontraído. Abrió de un lado, apareciendo una pequeña pero
ordenada nota con una perfecta caligrafía: “Nunca te lo prometí, pero aquí lo
tienes. Siempre pensé en que te gustaría ver su foto, que estaba totalmente
deshecha y tuve que rehacerla de nuevo con, incluso algunos retoques de dibujos
en los pequeños espacios borrados por la humedad. Es tu padre. Hach Ahmed, que
Dios Tenga en su santo seno”.
Era así de simple y así de
repentino… veía la foto, volvía a verla mientras una fuerte sensación le
invadía. “Creo que esta es la primera vez que veo el rostro de mi padre”.
Levanto la cabeza hacia el cielo y dijo: “Dios mío, qué bonita sonrisa” antes
de rematar: “pero si no sonríe”.
Ahora en medio de todos los
cuadros de la inmensa sala, ricamente adornada con cuadros y ramos de flores
artificiales, él se asomaba con su enigmática sonrisa. “No, no es una sonrisa”.
Era la primera vez que se daba cuenta de que era materialmente imposible de
quererlo más porque siempre lo ha querido tanto…
Lo que le hayan dicho algunos
y lo que le dijo Edna había un abismo. Pero entre ambos había trascurrido 35
años. “Edna tenia razón. Este hombre debió ser único”. Iba descubriendo que su
padre era un modelo de corrección. Existe un lugar donde mueren los sueños, y ese lugar se llama
miedo. “Era precursor de su propia filosofía de la vida”.
Aquella misma mañana le comunicaron desde la embajada de
México en Rabat que Edna llegaba por la noche. “Seguramente se va a llevar una
grata sorpresa cuando vea su foto”. “Espero que le guste y que resulte
exactamente como lo había imaginado durante tantos años”.
La noticia de la llega de Edna le llenaba de alegría. No
sabía qué vestirse. “No estaré enamorado…”.
Le daba la impresión de que el tiempo no pasaba, que
hacia un siglo eran las tres menos un minuto y que seguían siendo las tres
menos dos minutos. Sentía ganas de gritar, de reír… de llorar.
Respiró hondamente y se pregunto por qué, cada vez que
pasaba por la plaza Feddan constataba que el grupo de los mutilados era
inferior de lo que era la vez anterior. “la edad y la desgracia”. Contaban
menos sus hazañas guerreras y más problemas de vida., sus problemas con las
pensiones que no llegaban y “esta ingrata España por la que damos nuestra
vida”. Era la primera vez que escuchaba algo con sentido común. “Por fin se van
dando cuenta de que aquella guerra no era suya”. Ya nadie hablaba de caudillo
ni de rojos, sino del pan y de las insignificantes pensiones Que tardan una
eternidad en llegar. Parecían un cuadro de Picasso. País y paisanaje eran
abstractos. Irreales eran sus suspiros en medio de compañeros que se van,
dejando amargos recuerdos de batallas y de contiendas en Madrid o en Asturias, que
ni siquiera sabían como se pronunciaban. “Dilapidaron su vida entre sueno y
alucinación”.
España se había ido, llevando hasta a sus muertos,
quedándose ellos con la incumplida promesa de “examinar sus expedientes”.
Se preguntaba mil veces por qué su padre nunca sintió el menor
respeto por lo que llamaba “gente que vegeta en su propia imaginación”. Sabia
que, con el paso del tiempo se apago su ímpetu y sus relatos solo los
escuchaban ellos mismos o, cuando más, un amigo o dos. A nadie interesaban
aquellas “mentiras”. “De todos modos Tetuán nunca fue franquista y ninguno de
ellos es tetuaní de pura cepa”.
Mañana
capitulo XI: Rosas y claveles (primera parte)
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